EL CORAZON DE JESUS,
UN AMOR ENTREGADO QUE NOS ENSEÑA A AMAR
Celebramos hoy la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. La devoción al Corazón de Jesús se fundamenta en la Sagrada Escritura, en la Tradición viva de la Iglesia, en la Liturgia y en el Magisterio de los Papas, sobre todo en los últimos tiempos.
Celebramos este año esta Solemnidad en el marco del Jubileo por los 350 años de las apariciones del Sagrado Corazón de Jesús en Paray-le-Monial (Francia) a Santa Margarita María de Alacoque, la gran difusora de esta devoción. El lema de este Jubileo, que durara hasta el 27 de junio de 2025, tiene como lema “Devolver amor por amor”
Y celebramos esta Solemnidad, en el día que el mismo Señor le pidió a Santa Margarita se celebrase: el viernes siguiente a la Octava del Corpus Cristi, que este año se celebra este día, 7 de junio.
La devoción al Corazón de Cristo es la quintaesencia del Evangelio. Hablar del Corazón de Jesús es hablar de su Humanidad, de quien nos “ama con corazón de hombre”, es ver hechas realidad las palabras del Evangelio: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único…”
Contemplar el Corazón de Cristo es contemplar el Misterio del amor de Dios manifestado en Cristo, cuyo corazón abierto en la cruz por la lanza fue la prueba máxima de su amor y generosidad y la fuente de donde manaron los sacramentos de la Iglesia.
El Corazón de Cristo es “una fuente divina de la que brota una inagotable abundancia de Gracia para nosotros”
En el Corazón de Cristo se nos revela la humanidad de Dios y se nos hace sentir todo el amor de Dios para con nosotros. En el Corazón de Cristo podemos descubrir un Dios que es capaz de llegar a nosotros con sentimientos humanos para que nosotros como respuesta entremos en este Misterio de Amor y le entreguemos todo el amor que seamos capaces con gratitud y confianza.
En la Sagrada Escritura el “corazón” es el centro mismo de la persona. “Corazón” significa intimidad, afectividad, sentimientos más profundos. Hablar del “corazón” es hablar del manantial del que brota la vida y los sentimientos más íntimos de la persona. En el Corazón de Jesús podemos decir que Dios expresa sus sentimientos, su intimidad, Dios nos dice quién es y nos habla de corazón a corazón.
El Corazón de Cristo nos muestra el rostro de Dios misericordioso y compasivo que sale al encuentro del hombre y nos dice: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviare”
El Corazón de Cristo es un corazón apasionado por los hombres, por nosotros, y que nos llama a ser portadores de ese amor para con todos. Nos eligió para ser sus testigos ante el mundo.
Dios nos ama y nosotros debemos amar, pues somos imagen suya; por eso el hombre no deja de existir cuando muere, sino cuando deja de amar. Vivir y celebrar esta Solemnidad nos ha de ayudar a comprender y ahondar un poco más en la riqueza de amor que brota de Jesús y ello nos ha de llevar a vivir siempre de ese amor para convertirnos cada uno de nosotros en amor para los demás. El hombre de este tercer milenio tiene necesidad del Corazón de Cristo para conocer a Dios y también para conocerse a sí mismo, tiene necesidad de Él para construir la Civilización del Amor y el Evangelio de la Misericordia.
Para comprender el amor de Dios hay que pararse ante la cruz de Cristo y detener la mirada en los agujeros sangrantes de manos y pies taladrados por los clavos, dejarse herir por las espinas que sangran sus sienes y las maceraciones infligidas con crueldad por la tortura de la flagelación, y traspasado su costado. Basta sólo dejar que la vista repose sobre el costado derecho del Crucificado donde fue abierta la herida por la lanza del soldado, para dar entrada al Corazón de Cristo a cuantos llegan hasta este refugio de amor. Es san Juan el que nos descubre el misterio del corazón traspasado del Redentor, viendo en el Crucificado el verdadero cordero inmolado por nosotros. Contemplando al Crucificado nos vemos atraídos hacia él, movidos por su amor Crucificado, tal como lo había predicho: “Cuando yo sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32).
La imagen del corazón de Cristo descubre en su misma simbología el misterio del amor de Dios revelado en los sufrimientos de Cristo, para que, en palabras de san Pablo, palabras que hoy se nos recuerdan en la segunda lectura, “arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender: la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, comprendiendo el amor de Cristo, que excede todo conocimiento. Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios” (Ef 3,19).
El Corazón de Jesús es un camino que nos lleva al encuentro con el Padre. El Corazón de Jesús nos empuja a amar con locura a Aquel que Él tanto amó: Dios.
En este día se nos invita a plantearnos una pregunta, entre otras, ¿seré valiente de meterme de lleno en el Corazón de Jesús y saber, gustar, cómo son sus sentimientos para intentar que los míos vayan al mismo compás que los suyos?
Hermanos y amigos, la contemplación del Corazón de Jesús nos llama y nos invita a coger la mano de Cristo, a beber de su costado para poder así caminar por los caminos de la donación y de la entrega. Su Corazón es fuente de fortaleza para superar las dificultades de la vida y poder caminar en la verdad, en el amor y en la esperanza. Del costado abierto de Cristo brota un aliento que disipa los egoísmos, las mentiras y todo aquello que nos impide salir al encuentro de Dios y del hermano.
El Corazón de Cristo es la respuesta a los anhelos de todos y cada uno de los hombres, de todos y cada uno de nosotros. En Él se nos hace presente ese amor infinito que buscamos ansiosamente y en Él bebemos el amor auténtico para vivir el mandamiento del amor al prójimo. La experiencia de la cercanía y de la ternura de Dios que se nos manifiesta en el Corazón de Cristo nos impulsa a poner toda nuestra vida en juego en el amor al prójimo.
Hermanos y Amigos, ha de quedarnos muy grabado: la gran enseñanza del Corazón de Jesús es la misericordia que ama y también repara las heridas, que siempre perdona y da nuevas oportunidades con la invitación de dar ese amor a los demás sólo por amor sin otro interés.
Hermanos y Amigos, decir hoy de nuevo “Corazón de Jesús en Ti confío”, es saber que Jesús nos lleva hacia el Padre. Es comprender que toda la vida de Cristo fue un vivir en la voluntad del Padre. Y es también acercarse a una fuente de donde brota un amor desbordante. Que hoy renovemos desde el Corazón de Cristo nuestro querer vivir correspondiendo a la voluntad de Dios e irradiando a nuestro alrededor el amor que bebemos en esta Fuente Divina.
Hermanos y Amigos En esta Solemnidad del Corazón de Jesús se celebra la Jornada de Oración por la Santificación de todos los Sacerdotes. Oremos hoy por esta intención. El ministerio sacerdotal tiene por misión llevar a los hombres los bienes espirituales que manan del Corazón abierto de Cristo crucificado, origen de la Iglesia y de los sacramentos de salvación. Hemos de suplicar a Cristo que allegue a su Corazón hasta que pueda latir al unísono con Él el corazón de todos los sacerdotes, para que, mediante una vida santa, atraigan a Cristo a los hombres necesitados de la Misericordia de Dios, amor redentor que restaura las heridas que en todos deja la vida sin Dios.
Hermanos y amigos, vivamos y celebremos este día con mucha devoción y hoy, con más intensidad y con mucha fe, digamos al Señor: “Jesús manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo”. “Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío”. Y recordemos, en este día, las promesas del Corazón de Cristo, y así se avive nuestro deseo de corresponder a su Amor inmenso por nosotros:
1. A las almas consagradas a mi Corazón, les daré las gracias necesarias para su estado.
2. Daré la paz a las familias.
3. Las consolaré en todas sus aflicciones.
4. Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, y principalmente en la hora de la muerte.
5. Derramaré bendiciones abundantes sobre sus emprendimientos.
6. Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia.
7. Las almas tibias se harán fervorosas.
8. Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.
9. Bendeciré las casas en que la imagen de mi Sagrado Corazón esté expuesta y sea honrada.
10. Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones empedernidos.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él.
12. A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes continuos, el amor omnipotente de mi Corazón les concederá la gracia de la perseverancia final.
Adolfo Álvarez. Sacerdote