MARIA MODELO DE ADVIENTO, APRENDER DE ELLA A ACOGER AL SEÑOR
Estamos en los días más intensos del Adviento y los dos personajes que toman una especial significación en la preparación a la Celebración del Misterio Santo y nos ayudan a nosotros son María y José. María, que ya había sido mirada por Dios de una forma especial antes de su concepción, y José, que en el silencio de la noche acogió el sueño de Dios y cumplió la voluntad del Señor.
María y José se nos presentan como ejemplo de acogida, palabra que ha de resonar en este domingo y durante estos próximos días con fuerza y de una manera muy especial en nuestros corazones, para prepararnos a recibir al Señor que vino, vino en carne en un momento concreto de la historia, que viene, de múltiples maneras viene a nuestro encuentro, y que vendrá con gloria al final de los tiempos.
Ya muy cerca la Solemnidad de Navidad, la liturgia de estos días nos va presentando los acontecimientos previos al nacimiento del Mesías, donde podemos comprobar la intención de Dios, su firme voluntad de salvar a los hombres y el cumplimiento definitivo de su promesa de salvación. Sin duda alguna, el Señor está con David, como está con María, y como está con todo aquél que sinceramente se abre de corazón a su Palabra. Es necesario, por tanto, mantenerse en fidelidad al Señor que nos ha prometido la salvación. En este domingo, a las puertas de la Navidad, el “sí” de María (Evangelio), recobra una importancia especial, porque con su aceptación y entrega al plan divino, hizo posible que la Palabra de Dios acampara entre nosotros.
En la tradición del rito romano el cuarto Domingo de Adviento tiene un acento Mariano, la figura central es María. Mujer modelo en el Adviento para todos nosotros.
A las puertas de la celebración de la Navidad, la liturgia nos recuerda la necesidad de poner la mirada de fe en la Madre para aprender a recibir al Hijo. Para celebrar con provecho el misterio del nacimiento del Hijo de Dios, se nos pide cultivar la actitud de la Virgen María, para llegar a decir con Ella: Hágase en mí según tu palabra.
Hermanos y amigos, La Liturgia hoy nos pone ante María para que contemplemos a la que es modelo para acoger el nacimiento del Hijo de Dios , “la Virgen que le esperó con inefable amor de Madre”. Ella le recibió en sí misma, como carne de su carne. Ella dijo “sí” a Dios: “hágase en mí según tu palabra”. Y tuvo a Cristo Jesús, en un adviento prolongado, dentro de sí misma. Por eso, hoy, último domingo de Adviento, la contemplamos con gozo. Porque Dios la llenó de gracia, porque ella creyó y esperó, porque es madre, y fue la que mejor ha celebrado en la historia el Adviento y la Navidad. Como subrayó elConcilio Vaticano II, María es modelo para la Iglesia; de Ella podemos aprender a ser más fieles a Jesús y su evangelio.
Después de saludarla el ángel hace una afirmación muy importante: <<El Señor está contigo>>, y aquí hoy hemos de recordar la profecía de Isaías sobre el Mesías: <<La virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pone por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros>>.Aquí descubrimos el papel importante y fundamental de María, pues para que Dios esté con nosotros, era necesario que primero el Señor estuviera con Ella.
Vemos que María confió plenamente en Dios, sabiendo que si Dios quería que fuse la Madre del Salvador, dispondría Dios mismo de lo necesario para que fuese posible. En María contemplamos un modelo de mujer valiente abierta a la voluntad de Dios dejando atrás las inquietudes propias de nuestra condición humana y que muchas veces no nos permiten avanzar para hacer realidad en nuestra vida lo que Dios espera de nosotros.
En María tenemos un hermoso ejemplo. María es modelo de fe, modelo de esperanza, modelo en el Adviento y en la vida, modelo para la Iglesia, modelo para cada uno de nosotros; modelo porque nos anuncia el cumplimiento de las promesas de Dios en su hijo Jesús.
Hoy es un día para cantar la gloria de María. Su grandeza está precisamente en su humildad, en su entrega y sacrificio para colaborar en el plan de amor y salvación que Dios tiene para el mundo. Y este es el ejemplo que debemos aprender de ella.
Hermanos y Amigos, también cada uno de nosotros somos llamados hoy, ahora, en la situación que estamos viviendo, a colaborar con Dios en la obra de la Salvación. Dios nos pide a cada uno, cada día, nuestro “hágase”,nuestro “aquí estoy para hacer tu voluntad” para poder salvar a muchos.
Y mirando a María, cantando a María, aprendemos cómo disponernos a la Navidad. Preparar la Navidad es dejar hacer a Dios, ponernos delante de Él y no entorpecer ni reducir de ninguna manera el Misterio.
Por ello, hermanos y amigos, hoy, en este cuarto domingo de adviento, sería bueno desconectar de toda esa gran telaraña de telediarios que distorsionan y empañan el mensaje de la auténtica Navidad. No coloquemos, al mismo nivel, el escaparate de “en Navidad todo se puede”, “todo cuela, todo se compra, todo se bebe, todo se come y todo vale”, ni el pesimismo que hoy a causa de la pandemia nos dice que este año no hay Navidad, y el Misterio de un Dios que, sin despliegues ni grandes medios, tan sólo pretende una parte de nuestro corazón y una salida con final feliz para nuestro mundo. Dios viene a llenar toda nuestra vida de sentido, a ser nuestro compañero de camino, a ser Luz en nuestras oscuridades, a ser Fuerza en nuestra debilidad y esto es Navidad, “Dios-con-nosotros”.
María, precisamente, es la mejor puerta que nos puede abrir esas rutas y enseñar aquellas calles que conducen a dar con la gruta de la felicidad, con la casa del pan, con el hogar donde las almas crecen, se oxigenan y se hacen fuertes por la fe: BELEN. Y nos abre esas rutas y nos enseña las calles.
Por ello hoy preguntémonos: ¿Estamos preparados para recibir al Hijo de Dios en nuestra vida?
La contemplación de María nos ayude y nos disponga a acoger al Salvador que viene.
¡Celebremos con fe profunda y piedad sincera este Acontecimiento! Dios viene de nuevo a nuestra casa!. Que crezcamos en fervor para celebrar dignamente el misterio del Nacimiento de nuestro Salvador, cuanto más se acerca la gran fiesta de la Salvación.
Adolfo Álvarez. Sacerdote