EL SEÑOR ESTA CERCA, LLAMADA A VIVIR EN LA ALEGRÍA
Adviento es un tiempo de espera, un tiempo de espera en la alegría. Todo el Adviento es una llamada a despertar del sueño de la rutina, a renunciar a la mediocridad, a abandonar la tristeza y superar el desaliento.
En este tercer domingo, domingo Gaudete, domingo de la alegría, (la que brota de la fe, la esperanza y el amor, La alegría que nace de la Oración, que es la manera permanente de mantener diálogo con el Señor, de crecer en amistad con Él, La alegría que nace de la acción de gracias por sentirnos amados por Dios) contemplamos los grandes personajes que con su obediencia a Dios se convirtieron en testigos de los planes de Salvación que Dios tenia para la humanidad, tenía para nosotros. Y estos personajes son: Isaías, el Profeta del Adviento, el anunciador del Enmanuel, el que tiene la misión de anunciar que en la plenitud de los tiempos Dios iba a visitar nuestra tierra. Juan el Bautista, quien tuvo la misión no sólo de anunciar al Mesías ya próximo sino también señalarlo entre los hombres, fue la Voz de la Palabra, fue Reflejo de la Luz, fue Testimonio de la Verdad. Y María, la que esperó con inefable amor de Madre, y que se alegra en Dios su salvador. María, se convierte para todos en signo de lo que Dios hace en quien le recibe.
Hoy se nos invita a “la alegría” en el Señor, ya que la Navidad está cerca. Se nos anuncian buenas noticias, la salvación de Dios, por eso debemos alegrarnos. Pero seguimos en actitud de espera, de ahí que la alegría nos debe conducir a una mejor preparación para acoger la salvación, que ya está cerca, y a ser testigos de la presencia de Dios en el mundo. En este Domingo III de Adviento de trasfondo están las palabras de San Pablo en la carta a los Filipenses: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito estad alegres. “ Y lo que hoy nos dice en la Carta a los Tesalonicenses: “Estad siempre alegres. Sed constantes en orar” (Tes 5, 16)
En la Oración colecta de la Misa de este Tercer Domingo de Adviento pedimos al Señor llegar con alegría a las Fiesta de Navidad y celebrarlas solemnemente con el gozo del Espíritu. Y es que, hermanos y amigos la Iglesia, cada uno de nosotros, está llamada, estamos llamados, a mostrar siempre la alegría de la fe, alegría que tiene sus raíces en Jesucristo, nuestro Salvador. A este propósito recordar las palabras del Papa Francisco en Evangeli Gaudium: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús” “Con Jesús siempre nace y renace la alegría”.
Es la alegría el lugar donde se vive y se experimenta esta venida del Señor, que está ya a la vuelta de la esquina (este domingo es como la pregustación). Nos preparamos para celebrar la fiesta de Navidad “con alegría desbordante”: una alegría que no es un sentimiento superficial o un simple movimiento psicológico; es un DON, un FRUTO del Espíritu de Dios presente en nosotros; es una alegría “en el Señor” (el nacimiento del Señor es la “Buena Noticia” para todo el pueblo). Buena Noticia que se dirige a los pobres, a los desvalidos, a los derrotados, a los pecadores, a los cautivos, a los presos….como hoy nos anuncia el Profeta Isaías. Aceptar esta Buena Noticia lleva consigo salir de una situación desgraciada. Esta Buena Noticia es El Señor mismo que viene a hacernos plenamente felices porque Él es el sentido de la vida, el fundamento fuerte sobre el que poder construir, la esperanza hacia la que caminar.
En un mundo donde hoy en bastantes reina la tristeza, la desesperanza , el miedo al futuro, nos viene muy bien a los creyentes, a cada uno de nosotros, escuchar esta invitación a la alegría y a la esperanza, fundadas en la Buena Noticia de que Dios ha querido entrar en nuestra historia para siempre, por más que tal vez no nos resulte fácil sentir y gustar su presencia; hemos de abrir el corazón a esta gran Buena Noticia y dejar que el Señor fortalezca nuestra fe y nuestra esperanza de manera que algunos se replanten su indiferencia, se replanteen por que la tristeza, y el miedo, dónde ponen la esperanza.
Nuestra fe es una Buena Noticia. Esta Buena Noticia tiene que comunicarse, ha de ser proclamada: Dios viene a salvarnos. Y los destinatarios de esta Buena Noticia en primer lugar somos cada uno de nosotros. Sí, cada uno de nosotros. Si esta Buena Noticia no cala en nosotros, no nos llena de alegría a nosotros, a cada uno de nosotros no es posible que la comuniquemos esta Buena Noticia, no es posible que hablemos de esta Buena Noticia con la autoridad con que Juan Bautista llamaba a una conversión llena de esperanza, puesto que su conversión siempre estaba señalando a Jesucristo, que es la Buena Noticia.
Hoy de nuevo Juan Bautista, el precursor nos invita a preparar el camino al Señor: <<Yo soy la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor>> Sus palabras deben interpelarnos de forma muy especial: <<En medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mi>>. Juan Bautista no anuncia una ideología, anuncia a Jesucristo, desde la experiencia vital que tiene con el Señor.
Hermanos y Amigos, hoy, en este domingo, Juan Bautista nos advierte a cada uno de nosotros, porque podría ser que cada uno se haya hecho una imagen cómoda y a su medida de Cristo, la que más nos conviene a cada uno y que resulte que no conocemos al verdadero Cristo, al verdadero Señor. Por ello cada uno hemos de sentirnos interpelados a preguntarnos: para mi ¿quién es Jesús? ¿Quiero conocerlo bien, aunque me contradiga mi forma de pensar o de vivir?.
Somos urgidos, llamados, a conocer al que viene, Jesucristo. ¡Dispongámonos a recibirle!¡Abrámosle de par en par las puertas de nuestra vida! La conversión es este proceso de ir eliminando en nosotros toda maldad e ir llenando nuestro interior de la gracia de Dios que es el origen de toda bondad.
El Adviento es tiempo de esperanza activa e ilusionada. Juan Bautista es la voz que nos lo anuncia, nos lo predica. Y nos está invitando a que cada uno de nosotros seamos voz de la Palabra, pregoneros de Cristo que llega a salvarnos, que llega a dar sentido pleno a nuestra vida, a colmarnos de la alegría del Espíritu. Se nos llama a ser “precursores” como San Juan Bautista.
El mundo, nuestra sociedad, nuestras familias, nuestras parroquias, necesitan profetas de esperanza, testigos con su propia vida de esta Buena Noticia de la Salvación. Pero no nos engañemos, no seremos portadores de la alegría de conocer a Jesucristo, de la alegría de anunciar que Viene, que está en medio de nosotros, si antes no lo experimentamos nosotros en nuestra propia vida. Y ¿Cómo podemos experimentarlo y vivirlo? Podemos experimentarlo a través de una vida intensa de fe alimentada y sostenida en la Palabra de Dios y en los Sacramentos, cultivando nuestra vida interior para que ella salga un testimonio vivo y firme, y lleno de alegría que irradiemos a nuestro alrededor haciendo verdad el refrán castellano, “de lo que rebosa el corazón habla la boca”.
Y hemos de vivirlo con nuestras obras, dando ánimo a los que sufren, vendando los corazones desgarrados, es decir no siendo indiferentes ante el sufrimiento de los demás sino estando cerca y testimoniando una fe positiva y esperanzadora que ponga de relieve el amor de Dios.
Hermanos y Amigos, no olvidemos que cada uno de nosotros tenemos la misión de Juan, “ser testigos de la Luz”, cada uno de nosotros hemos sido ungidos por el Espíritu el día de nuestro Bautismo para esta misión de ser luz del Señor: ser testigos de la Luz en medio de la noche, en medio de un mundo, el que nos toca vivir, que no ve o no quiere ver esa Luz, un mundo que manifiesta desconcierto e inseguridad. Hoy en medio de este mundo hemos de ser testigos de Cristo, la Buena Noticia de la Salvación, hemos de proclamar hoy, de nuevo un mensaje lleno de esperanza y que colma los corazones de alegría. Cada cristiano, cada uno de nosotros (por eso hemos de revisarnos), como refería antes, con la fuerza de la Eucaristía, con la luz de la Palabra de Dios, ha de ser, hemos de ser, una estrella de alegría, un testigo de que Cristo viene, está, en medio de nosotros.
Hermanos y Amigos, que en este domingo de la mano de la Virgen, nos dejemos inundar por la alegría, con Ella digamos hoy: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador”. Y que nos dejemos inundar por la Luz del Señor, que nos preparemos a recibirle y seamos, con la fuerza del Espíritu que nos ha ungido el día de nuestro Bautismo, testigos para el mundo de una esperanza y un gozo, que no son nuestros, sino que vienen del Señor y que nosotros queremos transparentar.
¡Ánimo y adelante! ¡El Señor está cerca!
Adolfo Álvarez. Sacerdote