EL CORAZON DE JESUS, FUENTE DEL AMOR DE DIOS.
UN CORAZON QUE AMA Y NOS ENSEÑA A AMAR
Celebramos en este viernes siguiente a la Solemnidad del Corpus la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. La devoción al Corazón de Jesús se fundamenta en la Sagrada Escritura, en la Tradición viva de la Iglesia, en la Liturgia y en el Magisterio de los Papas, sobre todo en los últimos tiempos.
La devoción al Corazón de Cristo es la quintaesencia del Evangelio. Hablar del Corazón de Jesús es hablar de su Humanidad, de quien nos “ama con corazón de hombre”, es ver hechas realidad las palabras del Evangelio: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único…”
Con la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús la Iglesia tributa a Cristo el culto de adoración que corresponde al Hijo unigénito de Dios, en quien Dios Padre misericordioso ha salido al encuentro de la humanidad pecadora, para recuperarla de la perdición que la alejaría definitivamente de la felicidad para la cual el hombre fue creado. Jesús clavado en la cruz nos muestra el amor extremo de Dios hacia nosotros, que a su vez, nos atrae hacia su amor infinito. Como señalo Benedicto XVI: “Desde la alta cima de la cruz, Él no ha traído nuevas leyes, tablas de piedra, sino que se trajo a sí mismo, trajo su cuerpo y sangre, como nueva alianza. Así nos hace consanguíneos con Él, un cuerpo con Él, identificados con Él. Nos invita a entrar en esta identificación, a estar unidos a Él en nuestro deseo de ser un cuerpo, un espíritu con Él”.
Contemplar el Corazón de Cristo es contemplar el Misterio del amor de Dios manifestado en Cristo, cuyo corazón abierto en la cruz por la lanza fue la prueba máxima de su amor y generosidad y la fuente de donde manaron los sacramentos de la Iglesia.
El Corazón de Cristo es “una fuente divina de la que brota una inagotable abundancia de Gracia para nosotros”
En el Corazón de Cristo se nos revela la humanidad de Dios y se nos hace sentir todo el amor de Dios para con nosotros. En el Corazón de Cristo podemos descubrir un Dios que es capaz de llegar a nosotros con sentimientos humanos para que nosotros como respuesta entremos en este Misterio de Amor y le entreguemos todo el amor que seamos capaces con gratitud y confianza.
En la Sagrada Escritura el “corazón” es el centro mismo de la persona. “Corazón” significa intimidad, afectividad, sentimientos más profundos. Hablar del “corazón” es hablar del manantial del que brota la vida y los sentimientos más íntimos de la persona. En el Corazón de Jesús podemos decir que Dios expresa sus sentimientos, su intimidad, Dios nos dice quién es y nos habla de corazón a corazón.
El Corazón de Cristo nos muestra el rostro de Dios misericordioso y compasivo que sale al encuentro del hombre y nos dice: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviare”
El Corazón de Cristo es un corazón apasionado por los hombres, por nosotros, y que nos llama a ser portadores de ese amor para con todos. Nos eligió para ser sus testigos ante el mundo.
Dios nos ama y nosotros debemos amar, pues somos imagen suya; por eso el hombre no deja de existir cuando muere, sino cuando deja de amar. Vivir y celebrar esta Solemnidad nos ha de ayudar a comprender y ahondar un poco más en la riqueza de amor que brota de Jesús y ello nos ha de llevar a vivir siempre de ese amor para convertirnos cada uno de nosotros en amor para los demás. El hombre de este tercer milenio tiene necesidad del Corazón de Cristo para conocer a Dios y también para conocerse a sí mismo, tiene necesidad de Él para construir la Civilización del Amor y el Evangelio de la Misericordia.
Hermanos y Amigos, la contemplación del Corazón de Jesús nos llama y nos invita a coger la mano de Cristo, a beber de su costado para poder así caminar por los caminos de la donación y de la entrega. Su Corazón es fuente de fortaleza para superar las dificultades de la vida y poder caminar en la verdad, en el amor y en la esperanza. Del costado abierto de Cristo abierto brota un aliento que disipa los egoísmos, las mentiras y todo aquello que nos impide salir al encuentro de Dios y del hermano. El Corazón de Cristo es la respuesta a los anhelos de todos y cada uno de los hombres, de todos y cada uno de nosotros. En Él se nos hace presente ese amor infinito que buscamos ansiosamente y en Él bebemos el amor auténtico para vivir el mandamiento del amor al prójimo. La experiencia de la cercanía y de la ternura de Dios que se nos manifiesta en el Corazón de Cristo nos impulsa a poner toda nuestra vida en juego en el amor al prójimo.
Hermanos y Amigos, el Dios de la Alianza, como contemplamos en la primera lectura de hoy, ha querido manifestar su misericordia asumiendo nuestra carne, y compadecido de nuestra incredulidad se deja abrir su costado para que contemplemos su Corazón palpitante. Acerquémonos, por ello, sin miedo y con total confianza y dejemos que sus latidos ahoguen nuestras penas y despierten la alegría y la esperanza. Y sintiéndonos aliviados por Él “manso y Humilde de Corazón” caminar al mismo paso.
En esta Solemnidad del Corazón de Jesús, instituida por San Juan Pablo II, se celebra la Jornada de Oración por la Santificación de todos los Sacerdotes. Oremos hoy por esta intención. El ministerio sacerdotal tiene por misión llevar a los hombres los bienes espirituales que manan del Corazón abierto de Cristo crucificado, origen de la Iglesia y de los sacramentos de salvación. Hemos de suplicar a Cristo que allegue a su Corazón hasta que pueda latir al unísono con Él el corazón de todos los sacerdotes, para que, mediante una vida santa, atraigan a Cristo a los hombres necesitados de la Misericordia de Dios, amor redentor que restaura las heridas que en todos deja la vida sin Dios.
Hermanos y amigos, consagrémonos de nuevo, en este día, al Corazón de Cristo. El Padre Juan Croisset, Jesuita, señalaba que la devoción al Corazón de Jesús <<no consiste propiamente hablando, más que en amar ardientemente a Jesús, a quien tenemos incesantemente con nosotros en la adorable Eucaristía>> y en reparar la indiferencia o desprecio con que se responde a su amor.
Vivamos y celebremos este día, esta Solemnidad, con mucha devoción y hoy, con más intensidad y con mucha fe, le digamos al Señor: “Jesús manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo”. “Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío”
Adolfo Álvarez. Sacerdote