CRISTO , EL AGUA VIVA.
Vamos avanzando en el camino cuaresmal hacia la Pascua. No perdemos de vista que todo este camino nos lleva a la celebración central de todo el Año Litúrgico: La VIGILIA PASCUAL. En ella nosotros, ya bautizados, renovaremos nuestro Bautismo, nuestra adhesión a Cristo, muerto y resucitado.
En estos tres próximos domingos, contando éste contemplaremos los tres Evangelios considerados las tres grandes catequesis bautismales: La Samaritana, Jesús el agua viva; el ciego de nacimiento, Cristo es la Luz; la resurrección de Lázaro, Cristo es la Resurrección y la Vida. Son unos textos fundamentales que ya desde las Primeras Comunidades en la Iglesia Antigua han servido para preparar a aquellos que en la Pascua iban a recibir el Bautismo, y siguen sirviendo para preparar a los que en esta Pascua van a recibir el Bautismo y nos ayudan a los que ya bautizados nos preparamos para en esta Pascua renovar el Bautismo. A través de este Evangelio de la Samaritana y los Evangelios de los dos próximos domingos podremos redescubrir el significado e importancia de nuestro Bautismo y prepararnos más intensamente a renovarlo.
A través de este Evangelio, en este encuentro de Jesús con la Samaritana se nos invita a reflexionar tres temas:
1- Jesús se acerca a cada uno de nosotros para ofrecerle el don de la fe, que renueva la vida
2- Jesús con el don de la fe nos estimula a cada uno de nosotros a vivir en el amor, nos enciende en el amor divino
3- El amor divino tiene su plena realización en la Pascua de Resurrección
Nuestro caminar cristiano es complejo. Como el pueblo de Israel, que nos presenta la lectura primera de este domingo, protestó contra Moisés al encontrarse torturado por la sed, también nosotros nos quejamos de la vida y protestamos contra Dios por la sed de felicidad, pues nos desanimamos ante los pocos éxitos y las muchas dificultades. Y nos viene la tentación, como a los Israelitas: “¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?”. Hoy en la situación que estamos viviendo también podemos hacernos el mismo interrogante que el Pueblo de Israel, y nos preguntamos también ¿Por qué esto ahora?
Desde la fe y la esperanza los creyentes estamos seguros que Dios está con nosotros, que camina a nuestro lado, y que sacia nuestra sed y nuestra sed más profunda, nuestra sed de felicidad. Estamos seguros que Dios no nos abandona en esta situación que estamos viviendo y que Él está a nuestro lado. Por esto es necesario que avancemos en los caminos de la conversión al Señor para dejar que Él nos renueve y fortalezca en la fe.
La pedagogía que usa Cristo en el diálogo con la Samaritana que hoy contemplamos es la propia del Buen Pastor que sale en busca de la oveja perdida, que se preocupa por cada uno de nosotros, que quiere la plena felicidad del ser humano.
El encuentro de Jesús con la mujer samarita nos coloca ante la urgencia de la conversión. La mujer samaritana busca agua material, pero lo que verdaderamente necesita es el agua espiritual, como podemos ir descubriendo a través de una lectura y contemplación reposada de este relato evangélico (Jn 4,5-42). En esta mujer podemos ver una figura de la humanidad de todos los tiempos, especialmente de nuestro tiempo, que a pesar del progreso, no se siente satisfecha, no es feliz.
La mujer samaritana habla de un agua que no es la misma de la que habla Jesús. Ella habla de un agua que nos hace esclavos, que muchas veces cuanto más bebemos más sed nos da y nos obliga a seguir buscándola. La mujer samaritana se encuentra con Jesús, Jesús se deja encontrar por ella. A través de ese diálogo que mantienen ella va abriendo su corazón a Jesús, un corazón herido, un corazón esclavizado, y Jesús va presentándose como Agua Viva que sacia la sed, como aquel que es la Verdad para nuestra vida. Jesús va moviendo a la mujer samaritana haciéndola salir de su cerrazón, de su sed de felicidad y la mujer cambia totalmente al oírle a Jesús decirle: “Soy yo, el que contigo habla”.
Hermanos y Amigos, Jesús es el Agua viva que sacia nuestra sed. Como la samaritana tenemos que descubrir constantemente quién es Jesús para nosotros y lo que Él nos ofrece. Nosotros buscamos calmar nuestra sed interior con cosas materiales, con agua que no sacia nuestra sed, y sin embargo, el agua que Jesús nos da es el Espíritu Santo, es la salud y la vida eterna. Dios se nos da en su Hijo Jesucristo, de ahí que lo debamos escuchar y acoger, porque es el Profeta y el Mesías esperado. Por eso, como la samaritana hemos de pedir a Jesús que nos dé esa agua. La oración es imprescindible en nuestra vida. No porque informemos a Dios de lo que necesitamos, sino porque nos capacita para recibir lo que Dios nos da.
Necesitamos escuchar a Jesús, dejarnos interpelar por su Palabra, pues escuchando a Jesús descubrimos también la necesidad de orientar nuestra vida hacia el único Dios, porque también como la Samaritana tenemos “muchos maridos”. Comentan los especialistas que la Samaritana representa al pueblo de Samaría, y sus cinco maridos a los cinco dioses que el pueblo ha tenido; y que el Dios a quien adoran actualmente los samaritanos no es el verdadero. Cada uno de nosotros ha de dejar al Dios de Jesús ocupar el centro de nuestra vida.
Y es que amigos y hermanos el encuentro con Cristo es vital para cada ser humano, nos hace personas nuevas y felices. Nos decía el Papa Francisco en su primera Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (la alegría del Evangelio): “Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (n.1)
Es necesario que con la ayuda del Espíritu Santo redescubramos en esta Cuaresma a Cristo como el único capaz de dar el Agua viva, que Él mismo es el Agua viva que nos da la esperanza, la alegría, la paz interior. Que no tenemos otro “Nombre” que pueda salvarnos. El tiempo de Cuaresma es el mejor momento para convertirnos al único Dios o para profundizar en nuestra conversión a Él. Sólo a Dios hemos de dar culto en espíritu y en verdad, es decir, hemos de adorar al Padre a través de su Hijo Jesucristo, que es la verdad, y bajo la acción del Espíritu Santo. El camino de la Cuaresma es dejar tantas cosas que parecen saciar nuestro corazón para encontrar en las aguas bautismales de Cristo la Salvación.
Llegar a beber del Agua que es Cristo no se consigue por el mero esfuerzo humano, hemos de poner de nuestra parte pero es sobre todo don de Dios que pide de nosotros una actitud de confianza en Dios y de acogida del Don que Él nos da, reconociendo que Jesús es el Señor, el Hijo de Dios hecho carne para nuestra Salvación. Por ello hemos pedir al Señor nos dé este don: “Jesús, dame de esa agua que saciará mi sed eternamente” (Papa Francisco).
Y un último detalle a tener en cuenta: la mujer samaritana marchó a comunicar a sus vecinos que ha encontrado al Mesías, que ha encontrado a Jesús, da testimonio de la alegría de este encuentro que le ha cambiado la vida. Y ello porque todo encuentro con Jesús, además de llenarnos de alegría y paz, nos cambia la vida y nos lleva a dar testimonio. Esta mujer no puede callar las maravillas que Dios ha obrado en ella y corre a anunciarlo y quiere que aquellos convecinos tengan también la experiencia que ella acaba de tener.
Nosotros al renovar nuestro bautismo, nuestro encuentro con Cristo y nuestra adhesión a Él estamos llamados y urgidos a testimoniarlo a nuestro alrededor, en nuestros ambientes, en este mundo que nos toca vivir. Hemos de anunciar con gozo y con fuerza el Misterio de la Pascua, hacia el que nos encaminamos: ¡Jesús ha muerto y ha resucitado! ¡Es el Señor! .
El testimonio de esta mujer samaritana puso a otros en contacto con Cristo y le descubrieron también como Agua viva para su sed. Que nuestro testimonio también ponga a hombres y mujeres de nuestro alrededor en contacto con Cristo y también le descubran como el Agua Viva que sacia nuestra sed de felicidad.
Que esta Cuaresma sea un momento de autentico encuentro con Cristo. Que tengamos un encuentro de nuevo con Cristo que nos haga verdaderos discípulos del Señor, pidiéndole que nos dé el Agua viva que sacie nuestra sed. Que dejemos que el sacie nuestra sed de felicidad y que llevemos el mensaje de salvación a los amigos de nuestro entorno para que ellos también sientan el gozo del encuentro con el Señor.
Que la contemplación hoy de este encuentro de la sed de Jesús (sed de que nosotros vivamos en la fe) con la sed de la Samaritana y nuestra sed (sed de felicidad) nos ayude a profundizar en el conocimiento de Cristo, Agua viva, Manantial por excelencia de Vida y de Amor.
¡Ánimo y adelante! ¡El Espíritu Santo viene en nuestra ayuda! ¡Pidámosle su fuerza! Y no dejemos de pedir desde lo más profundo del corazón súplica: “Señor dame de esa agua”
Adolfo Álvarez. Sacerdote