CRISTO, EL CORDERO DE DIOS QUE NOS SALVA
Con la Fiesta Litúrgica del Bautismo del Señor, su Manifestación en las aguas del Jordán culminábamos, el pasado domingo las Celebraciones de la Navidad y hemos entrado en el Tiempo Ordinario. El Tiempo Ordinario lo forman 34 semanas del Año Litúrgico. Y este Año serán siete semanas antes del inicio de la Cuaresma y las restantes una vez concluida la Celebración de la Pascua.
El Tiempo Ordinario nos adentra en el Misterio de Cristo a través de seguir en el Evangelio los dichos y hechos de Jesús, que este año lo haremos de la mano del Evangelista San Mateo.
Este segundo Domingo podemos decir que hace de puente entre el Evangelio que contemplábamos el Domingo pasado del Bautismo de Jesús y el del próximo domingo. Y este puente nos lo da el Evangelista San Juan presentándonos una escena de encuentro entre Jesús y Juan Bautista. Y en esta escena Juan Bautista nos presenta a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Dicho en una primera síntesis, la Palabra de Dios de este domingo nos presenta a Jesucristo, el Hijo de Dios, que viene a salvar al mundo de sus pecados.
En Jesucristo vemos cumplido el anuncio de Isaías que nos anunciaba al Siervo de Dios, elegido por Dios para restablecer a Israel, para ser luz para todas las naciones, por la sangre de su cruz. El ha venido para cumplir la voluntad del Padre y así cantamos hoy las palabras del Señor que ha hecho vida con su propia vida: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad” Y es que Cristo no ha hecho otra cosa que la voluntad del Padre.
Hoy nos fijamos especialmente en la presentación que de Jesús nos hace Juan Bautista: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
La referencia al cordero es muy sugestiva: por un lado, nos recuerda que Jesús se presenta como humilde servidor, pero la definición de san Juan nos está diciendo muy alto que Jesús es el Salvador, es Aquél que viene a traer al mundo una palabra de esperanza.
En un mundo como el nuestro, tan lleno de pecado, es decir, de sufrimientos, de pobreza, de violencia, de injusticias, de marginación, de materialismo y sensualidad, Jesús es Aquél que viene a “quitar el pecado del mundo” Jesús cubre el pecado, no lo esconde; lo remueve, lo borra, lo limpia. El sacrificio de Cristo-Cordero, perdón de Dios, nos limpia del pecado. Dios creador, gracias al sacrificio de Cristo, remueve, quita, lava el pecado en nosotros, de modo que nos eleva para que podamos compartir la santidad de Dios.
Jesús es el que trae -de parte de Dios un mensaje de alegría, de paz, de justicia, de solidaridad, de perdón, de amor. Como decía Isaías en la primera lectura, “Él es luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”. O como decía san Pablo en la segunda lectura, en su Carta a los corintios, “Él es quien nos trae la gracia y la paz de parte de Dios”.
Ambos títulos “Cordero de Dios” y “Luz de las naciones” nos hacen gustar y contemplar a Cristo descubriendo que Él es la Luz que ilumina a todo hombre, a cada uno de nosotros, y a la vez es el único que nos libera de la atadura del pecado. “Siervo” y Cordero” con estas imágenes se nos quiere mostrar a Jesucristo como Rostro viviente de la Misericordia de Dios,
Ahora bien la misión de Cristo como Salvador, como Liberador de todo mal, de toda injusticia, implica sacrificio, entrega, muerte. El cargará con todo el pecado del mundo, con todos nuestros pecados para alcanzarnos de Dios el perdón, la misericordia, la vida nueva, el romper con la atadura de la muerte. Aquí está el sentido más profundo de que es “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” Y quita el pecado del mundo de ayer, de hoy y de siempre, porque como dice la Carta a los Hebreos, “tiene el sacerdocio que no pasa, de ahí que puede salvar definitivamente a los que se acercan a Dios por medio de Él” (Hb 7,24-25)
“Yo lo he visto y he dado testimonio” nos dice hoy el Bautista. Y es que Juan Bautista quiere mostrarnos a este Jesús Salvador, quiere que le conozcamos. Por eso ante este testimonio del Bautista hoy tenemos que preguntarnos nosotros ¿Conocemos nosotros a Jesús? ¿Tenemos experiencia de Él? Porque si tal vez sabemos muchas cosas de Jesús, pero, ¿lo conocemos de veras? ¿Hemos experimentado en nosotros su amor, su presencia, su amistad?¿Hemos experimentado su perdón, la misericordia de Dios que nos revela?
Plantearnos esta pregunta tal vez sea un buen momento para abrirnos a la acción del Espíritu Santo y pedirle la gracia de conocer más, más íntimamente a Jesús (lo que San Ignacio dice en el Libro de los Ejercicios, conocimiento interno del Señor) para más amarlo, <<vivirlo>> para más seguirlo y anunciarlo y dar testimonio de Él con más fuerza.
En el momento que nos toca vivir, hoy más que nunca todos los creyentes, cada uno de nosotros debemos sentirnos, como San Pablo, llamados a ser Apóstoles de Jesucristo en nuestro mundo.
Por eso es urgente hoy, y vuelvo a insistir en ello, que quienes decimos ser creyentes, cada uno nos preguntemos: ¿Quién es Jesús para mí? Y que Intente responder personalmente, sin una respuesta aprendida en el catecismo: ¿qué significado tiene Jesús para mi vida?, ¿es para mí Jesús el Salvador, el que quita el pecado, el que libera de todas las esclavitudes que nos impiden vivir la libertad de los hijos de Dios?
Y es que Hermanos y Amigos Jesús es el Cordero de Dios que nos anuncia Juan Bautista hoy, pero hemos de sentirlo en lo más profundo de nuestras vidas. Que Cristo es el cordero de la Nueva Pascua, es el cordero sacrificado en la cruz para la salvación del mundo, el cordero que nos consigue el perdón de los pecados, que nos libera de toda esclavitud que empequeñece nuestra vida. Ya no se comerá más el cordero, sino el Cuerpo de Cristo; ya no se celebrará la liberación de la esclavitud de Egipto, sino la liberación de la esclavitud del pecado.
Cristo es quien de verdad nos da la liberación auténtica, el borrar nuestro pecado y regenerarnos para una vida nueva en el Espíritu. Él elimina nuestra esclavitud para concedernos la libertad de los hijos de Dios.
Hermanos y Amigos, como Juan Bautista demos hoy testimonio de Cristo, irradiemos a Cristo a nuestro alrededor, demos testimonio de que Él es el único que nos salva. Hemos de hablar a nuestros contemporáneos desde el haber experimentado a Cristo que realmente nos ha liberado, nos ha hecho hombre nuevos y comunicar a nuestro alrededor la Salvación del Señor. ¡Nuestro mundo lo necesita!
Adolfo Álvarez. Sacerdote