SEGUIR AL SEÑOR:
UNA INVITACION A SER AUTENTICOS
Seguimos a través del Evangelista San Lucas en la Escuela del Señor y continuamos avanzando en el Camino hacia Jerusalén. Y la Liturgia de Domingo nos hace, antes que nada, pedirle al Señor que se nos conceda amar a Dios en todo y sobre todas las cosas para que consigamos alcanzar sus promesas. Y ello significa optar por Cristo a pesar de las dificultades que pueda traernos, dificultades incluso en nuestra propia familia. Tenemos que tener en cuenta, nunca olvidarlo que nuestra vida de creyentes sobre la tierra es una lucha, que tenemos que correr en la carrera de la vida que nos toca, sin retirarnos y con los ojos fijos en el Señor, que siempre nos acompaña y da fuerza.
Hoy hemos de fijarnos en la figura de Jeremías, hombre de la escucha, acoge con alegría lo que Dios le dice y lo comunica a los demás. Pero no siempre lo que dice es bien acogido, porque sucede lo del refrán << diciendo verdades se pierden amistades>>, pues hay ocasiones en que la verdad “escuece”. Y Jeremías dice lo que tiene que decir y no cae en la tentación de callar, o del halago. Por eso experimenta Jeremías sufrimiento. Toda la tradición cristiana ha visto en el Profeta Jeremías un anuncio anticipado de la misión de Cristo
Amigos, pero no nos asustemos ante las dificultades ni nos acobardemos. Estamos en medio de un mundo que está en otra longitud de onda que aprecia otros “valores”, que razona con una mentalidad que no es necesariamente la de Cristo y muchas veces razona con indiferencia, cuando no con hostilidad, burla o incluso con la persecución, más o menos solapada, ante nuestra fe y nuestro testimonio del estilo de vida del Evangelio. Y ante esto lo que hemos de hacer es adentrarnos en el Corazón de Cristo, pues el Evangelio de hoy nos lleva de lleno a este Corazón lleno de amor por y para con nosotros.
Cuando hoy el Señor nos dice: << He venido a prender fuego a la tierra: ¡y cuánto deseo que esté ardiendo!>>, nos está diciendo cuando nos ama y se está refiriendo al fuego del Espíritu Santo. Así señala un autor sobre el Espíritu Santo: “Es fuego porque siempre inflama en el amor y porque una vez que prende no deja de arder, esto es, de amar ardientemente”.
El fuego del Espíritu, Cristo nos lo dará entregando primero su vida por nosotros en la Cruz, por esto dice: “Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y que angustia sufro hasta que se cumpla”. El deseo profundo de Cristo que le lleva a la Cruz es reconciliar a los hombres con Dios ofreciéndose por nosotros al Padre y comunicándonos su propia vida, vida que nos comunica de su costado abierto en la Cruz del cual brota el agua y la sangre.
Y don precioso fruto del Espíritu, de este fuego, es la paz del resucitado, pero esta paz no es mera tranquilidad, no es un pacto de no agresión. Esta paz es Cristo mismo que nos reconcilia con Dios, con los demás y con nosotros mismos, pero Cristo es “signo de contradicción” y seguir a Cristo, vivir teniéndole como centro de nuestra vida, puede traer división y cuanto más nos identifiquemos con Él podemos ser también signos de contradicción.
Hermanos y Amigos en el Evangelio hoy nos encontramos con Jesús y él nos habla con claridad. Si queremos salvarnos, si queremos alcanzar la verdadera felicidad, nos invita a seguirle, nos invita a vivir de una determinada manera. No nos promete que siempre va a ser fácil estar con Él . Si al maestro lo clavaron en la cruz, no podemos pensar que a sus seguidores les va a ir mucho mejor.
Ser fieles a Cristo con harta frecuencia produce conflictos en nosotros. Tener fe en Cristo hoy y vivir de acuerdo con ella en su Iglesia es una opción seria. No se puede compaginar alegremente el mensaje de Cristo con el de este mundo, pues hoy a veces se aplaude la mediocridad, lo que no nos complica la vida, lo light. No se puede “servir a dos señores”. Siempre resulta incómodo luchar contra el sentir ambiental, sobre todo si es más atrayente, al menos en apariencia, y menos exigente en sus demandas. Ser cristiano es optar por la mentalidad de Cristo, por la manera que tiene Él de ver las personas y la Historia. No se puede seguir adelante con medias tintas. En la moral, por ejemplo, el Evangelio es mucho más exigente que las leyes civiles, en la Caridad, Cristo, nos pide mucho más a la hora de vivir en el amor. Y aquí hemos de caer de nuevo en la cuenta que el seguimiento de Cristo es un Don, que necesitamos de la Gracia para ir por su Camino, pues no es obra de nuestras solas fuerzas.
Tres cosas, creo muy necesarias, que tenemos que tener claras desde la contemplación de la Palabra de Dios de este domingo, desde lo que Jesús hoy nos enseña
1º Ser cristiano no es algo superficial, un barniz decorativo, sino que es sintonizar la vida con la vida de Jesucristo y sus valores. Es ser pobre de espíritu – humilde y puesto en las manos de Dios -, es ser sufrido y manso – tener capacidad de aguante y no ser violento ni agresivo -, es tener capacidad para asumir el sufrimiento, es tener hambre y sed de justicia – de que se cumpla la voluntad de Dios -, es ser misericordioso – poner el corazón en las miserias de los demás para sanarlas -, es ser limpio de corazón – no tener doblez, ser noble -, es ser pacificador y reconciliador entre las personas, es ser coherente hasta el final, aunque se de la incomprensión o la persecución. Viviendo estos valores necesariamente se chocará con los valores del mundo – poder, tener, gozar – y con quienes lo siguen.
2º Ser cristiano es entrar en comunión con el mensaje y la persona de Jesús, que no es otra que el reino de Dios: un mundo mejor, fraternal y solidario, que llegará a su plenitud en el cielo. Por eso el cristiano busca el bien común viviendo el Mandato del Amor por encima de intereses particulares y chocará con quienes tienen intereses egoístas.
3º Ser cristiano es entrar en comunión con el destino de Jesucristo, que es la cruz. “Fijaos en Jesucristo que soportó la cruz”. Aquí nos estamos refiriendo principalmente a las cruces que hay que llevar por ser cristianos de verdad y no ser comprendidos por quienes viven desde otros valores.
Mediante la participación en la Eucaristía de cada domingo, mediante la Oración, la lectura de la Palabra de Dios hemos de fortalecer nuestra unión y amistad con Cristo que nos lleva a tener claro y vivir que ser cristiano es identificarse con Cristo, tomar partido, como hizo Él. Podemos, por ello hoy, preguntarnos cada uno de nosotros: ¿Doy yo ese testimonio valiente de nuestra fe o, más bien, silencio mi ser cristiano ante las situaciones que me pueden complicar la vida?
Donde cada uno de nosotros, cristianos, se juega su ser cristiano, es en la vida diaria, en la relación con la familia, los compañeros de trabajo, las amistades. Ahí es donde hay que vivir en cristiano. Aunque eso signifique ir en contra de la opinión de los demás o perder su amistad. Porque ser cristiano no es responder siempre con una sonrisa a todo lo que nos dicen, sino saber poner por delante, con cariño pero también con fuerza, la verdad del Evangelio, la persona de Cristo. Pero no nos asustemos. Recordemos los muchos que han dado y dan su sangre en defensa de la fe. Su testimonio nos debe animar a vivir con más radicalidad nuestra vida cristiana.
Hermanos y Amigos, para que lo dicho anteriormente sea posible por cada uno de nosotros hemos de estar muy unidos a Cristo por lo que vuelvo a repetir: la participación en la Eucaristía, la celebración frecuente del Sacramento de la Penitencia, la Oración.
¡Qué el Señor nos ayude a identificarnos con Él, para que demos un testimonio valiente de nuestra fe! La Celebración de este Domingo nos dé la seguridad que el Señor ha estado, estará y siempre con nosotros y á El supliquemos: <<Señor, date prisa en socorrerme>>
Adolfo Álvarez. Sacerdote