PARA EL CAMINO NECESITAMOS LA ORACION.
EL SEÑOR NOS ENSEÑA A ORAR.
Hermanos y Amigos, seguimos en la Escuela del Señor y queremos continuar avanzando en el Camino, que el Señor nos invita a hacer y en el que Él va con nosotros y nos enseña.
Nos enseñó que el Camino no podemos hacerlo de cualquier manera, sino hemos de hacerlo sabiendo ver que no vamos solos y que hemos de hacerlo mostrando el amor y la misericordia de Dios, amor y misericordia que también nosotros experimentamos primero.(parábola del Buen Samaritano).
Nos enseñó que en el Camino hemos de conjugar oración y acción. Que necesitamos ser para hacer. Y el ser necesita de la escucha de la Palabra de Dios, de ir teniendo los sentimientos y las actitudes del Señor. (Evangelio de Marta y María)
Y en este Domingo el Señor nos enseña a Orar, que necesitamos de la Oración y nos enseña a orar intercediendo por los demás, la oración de intercesión.
Las lecturas que la Iglesia nos propone este domingo son una invitación a la confianza en Dios, una invitación a tenerlo muy presente en nuestras vidas y a ser capaces de presentarle sin temor nuestros deseos, nuestras preocupaciones y necesidades.
El Evangelio de este domingo nos hace gustar una gran realidad: Dios se interesa por nosotros. Es aquí donde cada uno de nosotros, como creyentes, descubrimos, gustamos interiormente, que toda nuestra vida cobra un nuevo impulso y hemos de ponernos ante Dios:- Sin sobresaltos ni exigencias- Comprendiendo que para Dios nada hay imposible- Descubriendo al hacer un repaso de nuestra historia personal que El nos da mucho más de lo que le pedimos- Viendo la oración como el arma más poderosa que podemos tener en la mano para agradecerle y pedirle aquello que sea necesario para nuestra vida espiritual y material.
Oración de petición es la que enseñó Jesús a sus apóstoles cuando le pidieron que les enseñara a orar y la que hoy Jesús nos enseña a nosotros: el Padrenuestro. El Padre nuestro de San Lucas tiene cinco peticiones, mientras que el de Mateo tiene siete. La primera parte es la referida a Dios, su nombre, su reino. La segunda es la referida al hombre, el pan, el perdón, la tentación.
Padre. Es un modo cercano de llamar a Dios: Ab – ba (Papaito). Dios no es un ser lejano, desentendido del hombre, si no que es nuestro Padre. ¿Cómo no le va a interesar a un Padre las necesidades de sus hijos?
Santificado sea tu nombre. En la cultura judía el nombre representa a la persona. El nombre de Dios se santifica no tomándolo en vano y glorificándolo con las buenas obras. Al pedir santificado sea tu Nombre, le rogamos que yo, que cada uno de nosotros, glorifique su Nombre, que con mis obras me ayude a manifestar su bondad, su misericordia.
Venga tu reino. Que se haga realidad entre nosotros la realidad del reino, un mundo mejor lleno de verdad, de justicia, de vida, de paz, de amor.
Danos cada día nuestro pan del mañana. Pedimos el pan material necesario para vivir, y pan de la Eucaristía necesario también para vivir.
Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a los que nos deben algo. Le pedimos a Dios que nos perdone, y que la experiencia de su perdón nos lleve a perdonar a los demás. El perdón de Dios es la fuente del perdón a los demás.
Y no nos dejes caer en la tentación. La tentación es una sugerencia interior o exterior para obrar el mal; en sí misma no es pecado; lo malo no es sentir, sino consentir.No nos dejes caer en la tentación del tener, del poder o del gozar. Que el Señor siempre nos sostenga en su amistad. Y para vivir la amistad con Dios necesitamos el don de su gracia, pues con nuestras solas fuerzas no podemos.
En las peticiones del Padrenuestro (5 en la versión que hoy contemplamos de San Lucas) si pedimos a Dios no es para informarle de lo que necesitamos, pues Él ya lo sabe; si no que pedimos para darnos cuenta de que estamos pidiendo, de que estamos rezando, de que no todo depende de nosotros, para darnos cuenta de nuestra pobreza, de nuestra contingencia, de nuestro ser hijos de Dios y necesitados de él. En las cinco peticiones del Padrenuestro se encuentra todo lo que necesitamos y hemos de recibir de Dios para llegar a una vida plena.
Podríamos decir que la oración de petición hace más bien a quien la reza que a Dios. Esta Oración nos lleva a fortalecer una amistad con Dios, a dejar que Él vaya siendo el centro de nuestra vida, en definitiva a ser conscientes de que sin su gracia, sin su ayuda, no avanzamos en el Camino que queremos recorrer.
El Padre Nuestro nos hace mirar nuestra realidad débil y pecadora, recordándonos lo importante que es mantenernos en oración para no caer en la tentación. Jesús nos enseña a pedir confiadamente a Dios que es Padre, amigo y compañero de camino. Cuando se ora de verdad se sale de uno mismo para abandonarse en Dios con ánimo generoso, con simplicidad inteligente, con amor sincero. Orar es pensar en Dios amándole, expresar verdaderamente la vida. La oración es camino de comunión con Dios, que nos lleva a la comunión y el diálogo con los hombres. La oración más que hablar es escuchar; más que encontrar, buscar; más que descanso, lucha; más que conseguir, esperar. Rezar es estar abiertos a las sorpresas de Dios, a sus caminos y a sus pensamientos, como quien busca aquello que no tiene y lo necesita. Así la oración aparece como regalo, como misterio, como gracia.
La enseñanza del Padrenuestro se completa con la parábola del amigo importuno (Lc 11, 5-9) y el pasaje sobre la oración confiada (Lc 11, 9-13) que tienen como tema central la perseverancia en la oración confiada.
La parábola del amigo inoportuno (Lc 11,5-9) nos recuerda que Dios se deja siempre conmover por una oración perseverante. Por eso la tradición orante de la Iglesia es una tradición de peticiones y súplicas, que manifiesta la actitud de abrirse confiadamente a la presencia, el consuelo, el apoyo y la seguridad que solamente pueden venir de Dios. Siempre la petición ha de estar unida a la alabanza y a la profesión de fe y a la vivencia del amor, confiando siempre en el Señor.
Creo que podemos refrescar todo esto desde la anécdota de aquel naufrago profundamente creyente que pedía y confiaba mucho en Dios, pero que no supo ver su mano en aquel momento donde, en la soledad de una isla, se debatía entre la vida y la muerte. Llegó una embarcación y el capitán le invitó a subir a proa; el naufrago le contestó: “váyase tranquilo, yo confío en Dios”. Al día siguiente un submarino se percató de la presencia del accidentado y nuevamente le querían auxiliar y volvió a decir: “váyanse tranquilos…confío plenamente en Dios”. Por tercera vez un trasatlántico atisbó las circunstancias trágicas en las que se encontraba el solitario naufrago y le convidó a abandonar la isla. Se negó y entonces el crucero siguió su viaje.
Cuando pasaron los días y las fuerzas ya desaparecieron el naufrago cerró los ojos y se presentó ante Dios protestándole: “Cómo nos has hecho nada por mi en los momentos de peligro” “¿no te das cuenta el ridículo en que me has dejado ante los demás cuando yo tanto esperaba de Ti?”. Dios entonces le cogió por el hombro y le dijo: “amigo, tres embarcaciones te envié y no quisiste ninguna”
La fe, amigos, es confiar plenamente en el Señor. Y la fe la alimentamos por medio de la Oración. Y esta Oración hemos de hacerla con confianza plena en Dios. Y así nos exhorta Jesús en el final del Evangelio de hoy; “Pedid y se os dará “(Lc 11,9)
Rezar nos introduce en el corazón de Dios para hacer desde él una gran súplica por los hombres, especialmente los más cercanos y los necesitados.
Quien ora aprende a mirar a Dios con confianza, a conocerle mejor, a dejarse asombrar cada día por su infinita generosidad. Y esto nos enseñara a quien ora, quienes oramos, a pedir con audacia y sin egoísmos, siempre con la certeza de ser escuchados y estar seguros de recibir aquello que pedimos y sino de recibir lo más nos conviene para vivir en la voluntad de Dios.
Hermanos y Amigos: el Evangelio hoy concluye diciendo que el Padre del cielo nos dará el Espíritu Santo. Dios siempre nos sorprende, siempre nos desborda. Nosotros le pedimos cosas y Él se nos da a sí mismo. Dios nos ama y amar es darse.
Cultivemos, para seguir en el Camino de Cristo y con Cristo, la Oración y que nuestra fraternidad cristiana nos haga siempre interceder por los demás.
¡Feliz Domingo!
Adolfo Álvarez. Sacerdote.