LA ASCENSION DEL SEÑOR:
LLAMADA A LA ESPERANZA, COMPROMISO DE TESTIMONIO
Vamos avanzando en la Celebración de la Pascua, Misterio central de nuestra fe. Y en este domingo celebramos la segunda gran solemnidad de este Tiempo de Pascua, la Solemnidad de la Ascensión del Señor .
Contemplamos a Cristo que entra en la plenitud de la gloria de Dios, llevando consigo nuestra humanidad. El que bajó del cielo ha subido al cielo, el que vino del Padre y se encarnó haciéndose hombre, vuelve al Padre, el que pasó por el mundo haciendo el bien, con su Misterio Pascual, nos ha abierto las puertas del cielo.
¿Qué significa para nosotros?
La Ascensión de Jesús a los cielos es adelanto de nuestra propia elevación. El Resucitado se lleva consigo la humanidad que asumiera en el seno de María.
Al referirnos la Liturgia esta Solemnidad se nos dice:
“Cuarenta días después de su Resurrección, Jesucristo fue elevado al cielo en presencia de sus discípulos, sentándose a la derecha del Padre, hasta que venga en su gloria para juzgar a vivos y muertos” (Elogio del Martirologio Romano)
Cristo asciende glorioso y victorioso al cielo. El Padre ha acreditado a su Hijo Jesús resucitándolo de entre los muertos y glorificándolo. Cristo Resucitado ha entrado en el Santuario celestial como Sumo Sacerdote que intercede por nosotros ante el Padre.
¡Contemplemos el Misterio de la Ascensión del Señor con ojos de fe y de agradecimiento, de alegría y de esperanza!
San Lucas nos cuenta dos veces la escena de este acontecimiento:
Una: como final de su Evangelio
Otra: como inicio en su Libro de los Hechos de los Apóstoles
Todo el Evangelio de San Lucas es como un largo camino de subida: de Galilea a Judea, a Jerusalén, a la Cruz, al Cielo. Por ello podemos afirmar que el misterio de la Ascensión es como la culminación de todo el ministerio de Jesús, pero no el final, ya que por medio de este Acontecimiento comienza una nueva forma de Presencia, velada pero real, del Señor en medio de su este Cuerpo suyo que es la Iglesia. Él es la Cabeza.
La Ascensión es el punto de llegada de la vida de Jesús, la Glorificación plena del Resucitado, y el punto de partida del tiempo de la Iglesia. Tiempo de predicación del Evangelio, de anuncio y testimonio de Cristo Resucitado con la ayuda del Espíritu Santo.
Celebrar la Ascensión fundamenta nuestra esperanza en la vida eterna. A este propósito recordamos unas palabras de San Francisco de Sales: << La tierra nunca había visto sobre su faz el día de la eternidad hasta que llegó esta santa festividad, en la cual nuestro Señor, glorificó su cuerpo; y supongo que los ángeles envidiaron la belleza de ese Cuerpo, comparada con la cual no es nada la belleza de los cielos y del sol>>
En este día, contemplando a Cristo que asciende al Cielo, se nos anuncia la Salvación prometida por Jesús y muestra la riqueza de gloria y la esperanza a la que estamos llamados como miembros del Cuerpo glorioso de Cristo. Nosotros no formamos un cuerpo muerto, ni un grupo de amigos nostálgicos, nosotros formamos la Iglesia, Cuerpo vivo de Cristo animado por el Espíritu Santo que nos envía el mismo Cristo desde el Padre para continuar su obra y misión.
Celebrar la Ascensión no es quedarse estancados contemplando el azul celeste o mirando a las estrellas, no es vivir de brazos cruzados pensando en la estratosfera, no es suspirar por cielo nuevo y una tierra nueva creyendo que en este mundo vivimos una ausencia que engendra tristeza. La Ascensión es sobre todo un envío y un compromiso: “Ser Testigos”. Es el encargo del Señor: “Seréis mis testigos”
Jesús al ascender al cielo les dice a los Apóstoles y nos dice a nosotros: “seréis mis testigos”. Testigos de la Esperanza, que es Cristo, luchando por un mundo mejor.
¡Ojo con mirar neciamente al cielo! El cielo no está por encima de nosotros, sino delante de nosotros como tarea, como compromiso. Nuestra meta está en el cielo pero a través de nuestro testimonio en la tierra. Mirar al cielo para gastarnos en la tierra, viviendo el amor a Dios y el amor al prójimo. Por ello nosotros hemos de anunciar nuestra fe en Jesús vivo y salvador de todos los hombres con valentía, con nuestras obras y palabras, colaborando activamente en y con la misión de Jesús pues no podemos quedarnos mirando al cielo (con la vista perdida) pero tampoco clavados en lo pasajero o incluso creyendo que la Iglesia es una ONG. Jesús envía a sus discípulos, nos envía a nosotros, para que sean sus testigos en el mundo ante los demás. No nos avergoncemos nunca del Señor ni de su Evangelio.
El triunfo de Jesucristo, su Ascensión, conlleva el aliento para evangelizar, por ello hoy nos envía de nuevo (lo acabamos de señalar anteriormente: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio”. Hoy estamos llamados a ser, aquí y ahora, testigos de Jesucristo, a dar razón de nuestra esperanza en medio del mundo que nos toca vivir. En esta solemnidad, celebrada además en el momento presente que nos toca vivir, se nos pide que en un mundo en que no abunda la esperanza, donde muchas veces domina el miedo, seamos los creyentes sembradores de esperanza; que ante un mundo en muchas ocasiones egoísta, mostremos un amor desinteresado; que en un mundo centrado en lo inmediato y lo material, seamos testigos de los valores que no acaban. Y en esta misión estamos, hemos de estarlo, todos implicados, cada uno desde la vocación a la que Dios nos ha llamado: sacerdotes, consagrados y laicos.
Desde esta tarea que los creyentes tenemos de ser testigos, de comunicar la Buena Noticia de Jesucristo, en esta Solemnidad se celebra la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Este año tiene como Lema: “Escuchar con los oídos del corazón”
Con esta Jornada la Iglesia «destaca el papel imprescindible de la comunicación para la vida plena: Hay una buena noticia que debe ser comunicada y conocida para el bien de todos»,
El mensaje del Papa Francisco para esta LVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales pone la atención en la escucha y propone “escuchar con los oídos del corazón”. Un escuchar que, por un lado, posibilita la comunicación del que habla y un escuchar que, por otro lado, permite luego hablar con razones, hablar con verdad.
Y en el Mensaje de nuestros Obispos de España se nos recuerda: << No se comunica quien sólo escucha, ni comunica quien sólo habla. De hecho, se precisan mutuamente: para escuchar es preciso que alguien hable, que alguien transmita, pero para hablar con fundamento es preciso antes haber escuchado. Sólo así se produce el diálogo que vivifica la sociedad y la hace crecer>>
Hermanos y Amigos, hoy hemos de utilizar también los medios de comunicación a nuestro alcance para seguir acercándonos a las personas y seguir anunciando con pasión la Buena Noticia de Jesucristo, hemos de ser testigos del Resucitado con alegría y con pasión.
Hermanos y Amigos, en esta Solemnidad resuenan hoy en nosotros dos palabras que han de ser fundamentales en nosotros para el ser testigos del Resucitado, para comunicar a los demás la Buena Noticia de Jesucristo: Alegría y Esperanza. Alegría de saber que el Señor está junto a nosotros, que no se ha ido para desentenderse de nuestra pobreza, sino para estar con nosotros todos días, hasta el final de los tiempos. Y la esperanza de vivir un día eternamente junto a Él en el cielo.
Hermanos y amigos, que el Señor en este día , por medio de la Celebración, nos llene de alegría, tan fundamental como acabamos de decir, y abra en nosotros horizontes de esperanza. Que desde la Ascensión a Pentecostés sintamos renovarse en nosotros la alegría de ser enviados a dar testimonio de nuestra fe. ¡Invoquemos al Espíritu Santo para que nos dé las fuerzas que necesitamos! Que un Nuevo Pentecostés suceda entre nosotros
¡Ven, Espíritu Santo, llena nuestros corazones de amor y de misericordia y aumenta nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad!
María nos acompañe como acompañó a los Apóstoles en los comienzos de la Iglesia.
Adolfo Álvarez. Sacerdote