DOMINGO DE RAMOS EN LA PASION DEL SEÑOR.
ACOMPAÑEMOS A CRISTO EN SU CAMINO HACIA LA PASCUA
En el Camino hacia la Pascua llegamos al Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. Es el último domingo del tiempo Cuaresmal y nos introduce en la Semana Santa, en la que conmemoramos y actualizamos el Misterio de nuestra Redención: la Pasión, Muerte, Sepultura y Resurrección de Cristo, los acontecimientos centrales de nuestra fe.
Con la Celebración del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, leyendo y meditando la Pasión de San Lucas, entramos en la Semana Santa. Nos introducimos así en el Misterio de la entrega y glorificación de Jesucristo para nuestra salvación. Llamamos Santa a esta semana porque a lo largo de estos días vamos a celebrar los misterios más santos y más santificadores de nuestro Redentor. “Semana” en la que celebramos y actualizamos el Misterio Pascual de Cristo, su entrega generosa en una cruz por la salvación de todos los hombres.
En el Pórtico de la Semana Santa, este Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, hemos de detenernos sin prisa en lo que Dios ha hecho por nosotros, fijar en Él nuestra mirada, recorrer sus gestos, penetrar sus sentimientos y dejarnos impregnar por su Amor, pues no podemos olvidar que lo que movió a Cristo a la Pasión fue su inmenso amor por nosotros, por cada uno de nosotros, <<Me amó y se entregó por mí>>, nos recuerda San Pablo.
En este día conmemoramos dos hechos de la vida de Jesús: su entrada triunfal en Jerusalén, anticipo de la entrada victoriosa en la gloria de la Resurrección, y los acontecimientos que le llevaron a la muerte de Cruz por la salvación del género humano.
Llamamos a este Domingo “DOMINGO DE RAMOS”, anticipo de la victoria sobre la muerte, por el cual se nos llama al júbilo, a a la alabanza y al acompañamiento de Cristo que entra en Jerusalén para llevar a cumplimiento la redención del mundo, “EN LA DE PASIÓN DEL SEÑOR” por el sufrimiento al que es sometido el Hijo del Hombre, donde descubrimos hasta dónde llega el amor de Dios por la humanidad. Por ello es una Celebración con dos partes:
–La primera parte es la Bendición y procesión de Ramos. Con este rito nos disponemos a “acompañar a Cristo aclamándole con cantos” (oración de bendición de los ramos), y por tanto, prepararnos para celebrar el misterio de nuestra Redención. Este rito no ha de caer en lo superfluo considerando sólo importante la bendición de los ramos, pues lo importante no son los ramos sino “acompañar con el corazón gozoso a Cristo nuestro Redentor”, que definitivamente viene a nuestro encuentro y entra en la vida de cado uno para realizar su misterio pascual y así darnos vida en abundancia. Es un momento de alabar y aclamar a nuestro Señor que viene a salvarnos y a inaugurar un reino nuevo basado en el amor: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor…!¡Hosanna en el cielo!
–La segunda parte es la Celebración de la Eucaristía con la proclamación de la Pasión, en este año la Pasión del Evangelista San Lucas. Las miradas de la Liturgia de este Domingo nos llevan a la contemplación del Señor humillado y crucificado por nuestra salvación.
La entrada del Señor en Jerusalén, viene a manifestar la definitiva visita de Dios a su pueblo para salvarlo de la muerte por medio del sacrificio en la cruz. A este respecto recordamos unas palabras de Benedicto XVI: “La entrada de Jesús en Jerusalén es un gesto profético que anticipa su triunfo en la resurrección y al recordar este momento le pedimos al Señor que acreciente nuestra fe para que los que alzamos hoy los ramos en honor de Cristo victorioso, permanezcamos también con Él en la cruz y demos frutos abundantes de buenas obras” (Homilía, Ramos 2006)
El Mesías, acogido triunfalmente por el pueblo en Jerusalén, es el Hombre de dolores camino del Calvario. El pueblo que grita: <Hosanna>>, grita también <Crucifícale>. Dos momentos decisivos en la vida de Cristo, en espera del canto del <Aleluya>.
La proclamación de la Pasión de Cristo, nos muestra el Amor apasionado de Jesús a los hombres. El Cristo de la Pasión de san Lucas, es un Cristo cercano, compasivo, misericordioso. Sufre fuerte angustia, pero no se queja. Se preocupa más del problema de los demás que del propio; por eso cura (a Malco, al que Pedro le cortó la oreja), consuela (a las mujeres de Jerusalén), perdona (a los verdugos), promete el Reino (al ladrón suplicante)…
El Cristo de la Pasión de san Lucas es la imagen del Cristo Paciente. En Él todo es perdón y promesa de salvación. Jesús nos ofrece la Paz y la Humildad para que la pongamos en práctica; desde la Cruz nos muestra su misericordia y generosidad para que nosotros, aún en los momentos difíciles, seamos misericordiosos y generosos.
Hermanos y amigos, la contemplación de los Misterios de la Pasión y Muerte del Señor nos han de llenar de fortaleza para crecer en la fe y en el testimonio cristiano, hoy tan necesario. La contemplación de Cristo en la cruz hará que no nos desalentemos antes las derrotas y dificultades ni nos envanezcamos por las victorias. La única victoria es la fidelidad a la misión que hemos recibido del Padre, y esa misión es la de ser testigos del amor de Dios para con todos los hombres. Por eso hemos de buscar al Señor con todo el corazón, hemos de pedirle que nos ayude con su Espíritu a tener los sentimientos y las actitudes del Corazón de Cristo y que el Misterio de su Cruz gloriosa se convierta para todos nosotros en el gran don y en el gran signo de la madurez cristiana.
Hermanos y Amigos, hemos de preguntarnos en este día, al comenzar la Semana Santa y al contemplar hoy su Pasión ¿la celebración de la Pasión de Cristo nos lleva al compromiso con los hermanos que padecen? Y también ¿La comunión con el Cuerpo de Cristo nos hace comulgar con su pasión y su resurrección?.
Hemos de contemplar la Cruz de Cristo, hemos de adentrarnos en tan Gran Misterio de Amor, poner los ojos en el Crucificado y contemplar cómo su Pasión continúa hoy en nuestro mundo. Y ver que todas las situaciones oscuras quedan iluminadas, desde que Cristo pasó por ellas, y todas las des-gracias quedan agraciadas y congraciadas. Cristo no sólo consuela y da fuerzas al que sufre, sino que cambia el sentido del sufrimiento.
Hermanos y Amigos, una última consideración en este día. A los cristianos de hoy nos cuesta confesar públicamente nuestra fe, si bien, gracias a Dios, no faltan verdaderos testimonios de creyentes que confiesan abiertamente la fe en Cristo por encima de miedos e ideologías. La Celebración del Domingo de Ramos nos invita a salir a la calle con palmas y ramos en las manos para testimoniar la fe cristiana, la fe en Cristo, ante la incredulidad e indiferencia religiosa. De esta manera anunciar y testimoniar en quién está la autentica felicidad, quién da el verdadero sentido a nuestra vida, que no es otro que Jesucristo, “Camino, Verdad y Vida”. Como el centurión hoy hemos de confesar al Señor con fe <<Realmente este hombre era justo>> ayudando a los hombres y mujeres de nuestro tiempo a descubrir y redescubrir al Señor presente en sus vidas. Y mostrando que Quien nos salva es también el criterio con el que orientar nuestra vida, contando siempre con la fuerza de su amor.
Vivamos, pues, con intensidad este día y toda la Semana Santa. Adentrémonos en este Gran Misterio de Amor. Y que esta Semana Santa nos avive en la fe y crezcamos como creyentes renovando, en el momento cumbre de toda esta Semana que será la Vigilia Pascual, nuestra unión con Cristo al renovar las Promesas del Bautismo.
Que la Virgen María, nuestra Madre, tan estrechamente unida a la Pasión de su Hijo, nos ayude a vivir este Misterio tan grande del amor de Dios por nosotros. De la mano de la Virgen recorramos el Camino de la Cruz a la Resurrección.
¡Feliz día y feliz y fructuosa Semana Santa!
Adolfo Álvarez. Sacerdote