En todo, existe una primera vez, el temor te envuelve, nos hace dudar, y sientes sensaciones que inicialmente te confunden, solo Dios sabe, pero el primer paso siempre debe ser firme ya que es importante en la vida, no importa que para muchos parezca tarde y como un sol naciente, estuve presente en la Vigilia Pascual (seguramente habría ido con mis padres, cuando era muy pequeña o escuchado muchas veces sobre ella, pero no lo recordaba).
Creí que la Vigilia Pascual era el Domingo de Pascua, sin embargo, por determinados giros del destino, sentí la necesidad de recibir a Jesús Resucitado, junto a mis seres más queridos y junto a María que en su misterio lloraba de alegría por ver nuevamente a su hijo y esta vez victorioso entre nosotros.
Este año fue sábado en la noche, una noche fresca, típica de marzo, el suelo estaba mojado y podías sentir la sensación de humedad por la lluvia reciente, así se encauzó al Templo; llevaba para quemar los ramos del año anterior, ya viejos y rustidos, pero la Luna brillaba en lo alto del cielo con tal resplandor que guiaba cada paso, conformando en ello un segmento del destino que te llena de sorpresas y hace que reciba tu alma el amor misericordioso de Jesús vivo.
La ceremonia empezó ya avanzada la noche con el Lucernario, la quema de los ramos en el exterior de la Iglesia, todo a oscuras, la Bendición del fuego de Cristo, LA LUZ DE CRISTO, cada una de las personas que allí estaban portaba una pequeña vela, solo la hoguera emitía luz y de ese fuego se encendió el bendito Cirio Pascual (de cera de abeja) y de él partió la Luz para todas las velas, extendiéndose en un instante.
Así entraron en el Templo que permanecía a oscuras, con el Cirio Pascual y todas las pequeñas velas encendidas brillando, las sensaciones eran de recogimiento y emoción, tras estar todos ya en sus bancos la poderosa fuerza del Pregón Pascual, la emoción de la Liturgia de la Palabra, las cuatro lecturas del Antiguo Testamento con sus maravillosos Salmos cantados lo transportaban a vivir las maravillas que Dios hizo por su pueblo, la Iglesia todavía a oscuras, el encendido progresivo de las luces, la lectura del nuevo Testamento y del Evangelio ,”Cristo vive”, ha resucitado de entre los muertos”.
La renovación de las promesas bautismales, donde ¡El Espíritu de Cristo en el que su Iglesia fue bautizada se haga cada día más vivo y presente! Y tras ellas la maravillosa Eucaristía, hubo un destello de alegría cuando el “Gloria a Dios en el Cielo” resuena poderoso con la música y las campanas que en su vaiven tocaban sin cesar.
¡¡Qué maravillosa la Vigilia Pascual!! ¡¡Cuánta fuerza y alegría en una celebración!! La Celebración más importante del año y hasta aquel entonces no lo sabía, había pasado desapercibida antes sus ojos, Pero Jesús vino y como un milagro hizo que viera y sintiera en lo más profundo la pasión divina, llena de bendiciones, un día inolvidable que se repetirá hasta la eternidad.
Partimos de regreso, pero aprecié que mi corazón cabalgaba de alegría, no hacía más que pensar en esos instantes, llevaba las velas para que mi altar fuese iluminado con aquella luz que encendió mi vida y como un relámpago que llega del infinito, me hizo estallar de alegría, porque pude sentir el amor de Cristo y llorar junto a María.