PREPARAR EL CAMINO AL SEÑOR: LLAMADA A LA CONVERSION
Vamos avanzando en el Camino del Adviento y hoy a través de la Liturgia se nos invita a ponernos en camino, a salir animosos al encuentro de Jesús que nos llama a la conversión por medio de la predicación de Juan el Bautista y a preparar el camino al Señor.
Un anuncio resuena con claridad, por medio de Juan Bautista: «preparaos a recibir al Señor, que viene a traer la salvación».
El precursor del Mesías, Juan Bautista, se sirve de la bella imagen del camino llano y recto, con la que el profeta Baruc destaca el protagonismo de Dios en el retorno de su pueblo desde el destierro a la patria, para invitar a todos los hombres a preparar el camino al que viene de parte de Dios a cumplir la esperanza de la salvación definitiva del mundo, entendida como comunión de vida y de amor con Dios. El profeta no escatima imágenes para expresar sobreabundantemente el exceso de amor con que Dios facilitará a su pueblo Israel el retorno a la patria, protegiendo con sombra el camino y perfumándolo con la fragancia de árboles aromáticos. El Bautista nos exhorta, a quienes nos preparamos para la celebración de la Navidad, a no desaprovechar la ocasión de gracia que nos brinda el Señor.
La salvación de Dios, la gracia que nos quiere comunicar en esta Navidad próxima, nos alcanza exactamente en medio de la historia personal que estemos viviendo cada uno, bien o mal, triste o gozosa. A algunos les llega el Adviento en una crisis de cansancio o desilusión. A otros, en momentos de euforia y serenidad. En la situación que nos encontremos la convocatoria que hoy ha sonado es una garantía de que Dios nos quiere, que nos prepara caminos de gracia y fiesta. Como en el caso de la Virgen, cuya Solemnidad de la Inmaculada estamos preparando, de su “sí” total a Dios nos vino la gracia a toda la humanidad. “Dejarnos convencer, experimentándolo en nuestro ser, de este plan salvador de Dios y vivir la alegría de la salvación”, es lo que hará producir frutos abundantes las celebraciones de este Adviento y de la cercana Navidad.
Hermanos y Amigos a acoger la Salvación de Dios se nos llama hoy por medio de Juan Bautista, figura central en el Evangelio de este domingo y que San Lucas nos lo sitúa en el desierto.
El desierto de Juan Bautista que hoy nos muestra el Evangelio significa saberse frágil y sentirse alegre de ello, porque aquí en nuestra fragilidad Dios obra maravillas, por ello hoy cantamos con el Salmista: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. Este desierto es una llamada a lo esencial, tomando conciencia de tantas cosas superfluas que cada día nos invaden, que nos llevan a idolatrar las realidades del mundo y a creernos poderosos.
El desierto del Bautista nos habla de silencio, se nos recuerda que sólo en el silencio se puede escuchar la voz de Dios, “preparad el camino del Señor “.
El desierto de Juan Bautista, es el desierto de la “metanoia”, llamada a la conversión”, a un cambio del corazón, a un cambio en nuestra escala de valores donde en muchas ocasiones Dios no ocupa el centro de nuestra vida.
Hermanos y Amigos, que hoy resuene de nuevo en nosotros: “Convertíos”. Es el grito del Bautista. Es la invitación de la Iglesia. Es la tarea del Adviento. También para ti y para mí, para cada uno de nosotros. Debemos acoger esta invitación, esta llamada y preparar nuestros corazones a acoger este perdón, a reformar nuestras vidas para que nazca el Señor en cada uno de nuestros corazones en la próxima Navidad.
Por ello en este domingo, en primer lugar, nos podemos aplicar las palabras del profeta: “Preparad el camino al Señor”. El camino, como dice la segunda lectura, se prepara con frutos de justicia: “así llegaréis a día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia…”. No podemos olvidar que el mejor modo de estar dispuestos a recibir a Cristo en nuestra vida es una vida repleta de frutos que se corresponden con la voluntad de Dios. La justicia divina es lo que se ajusta a la voluntad de Dios. Lo que se ajusta a la voluntad de Dios es el amor universal.
Y En segundo lugar, podemos concretar esos frutos, siguiendo las indicaciones del profeta Juan el Bautista, en la conversión; es decir, en el cambio de mentalidad y en el cambio del proceder, para parecernos más a Jesús. Juan Bautista predicaba un bautismo de conversión. La segunda lectura dice: “…pues habéis crecido en sensibilidad para apreciar los valores”. La oración colecta dice: “Salimos animosos al encuentro de tu Hijo; no permitas que lo impidan los afanes de este mundo”. Está claro que, cuando uno tiene sensibilidad genuinamente cristiana, percibe cómo están en confrontación los valores del evangelio y los valores del mundo, y hasta qué punto los valores del mundo están metidos en nuestro modo de pensar y de actuar. Los valores del mundo están representados en las tentaciones de Jesús: el tener, el poder y la fama. Valores que, si los seguimos, nos incapacitan para encontrarnos con Jesús. Frente a ellos hay que poner, hemos de vivir, los valores del amor, el servicio y la humildad.
Hermanos y Amigos, para poder vivir en el camino de la conversión y de los valores del Evangelio que conlleva tenemos que vivir unas actitudes concretas:
-Vivir en actitud de gracias. “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”
- Unir Oración y vida. Es decir que nuestra vida concuerde con la fe que profesamos.
- Tomarse la vida como testimonio y anuncio de salvación. La Salvación es para todos y la anunciamos con nuestra propia vida. Contagiamos la alegría de la fe.
Hermanos y amigos: La Salvación sólo se encuentra en Cristo, sigamos preparando camino al Señor, avancemos por el camino de la conversión. El Espíritu Santo nos ayude a abrirle el corazón al Señor y experimentar el gozo de la Salvación.
Adolfo Álvarez. Sacerdote.