PENTECOSTES, UNA NUEVA EFUSION DEL ESPIRITU SANTO
La Solemnidad de Pentecostés es la tercera gran Pascua cristiana, la tercera gran celebración liberadora. La Primera Gran Pascua es la Resurrección del Señor, cuando Dios se hace espiga de primavera, vida y victoria, amor que vence toda esclavitud y toda muerte. La segunda gran Pascua la hemos celebrado en la Navidad, cuando Dios se hace carne de nuestra carne, cuando se hace nuestro compañero de camino, pobre y humilde, cuando nos abrimos a la esperanza porque Dios viene a liberar a su pueblo. Y la tercera Gran Pascua, es hoy, en Pentecostés, cuando Dios se hace aliento vivificante, fuerza insuperable, fuego de amores, y nos inunda el don del Espíritu Santo, que todo lo recrea.
Culminamos, hoy, con esta Solemnidad de Pentecostés las Fiestas Pascuales que estamos viviendo.Culminamos los 50 días más importantes del Año Litúrgico. Y así nos dice San Agustín: “Amaneció para nosotros, hermanos, el Fausto día en que la Iglesia brilla en los rostros de sus fieles y arde en sus corazones. Porque celebramos aquel día, en que nuestro Señor Jesucristo, glorificado por la ascensión después de su resurrección, envió el Espíritu Santo”.
Con toda la Iglesia hoy festejando esta Gran Solemnidad de Pentecostés suplicamos al Señor:
“Derrama los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra y no dejes de realizar hoy, en el corazón de tus fieles, aquellas mismas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica”
En este día de Pentecostés queda completado, en lo celebrativo, el Misterio Pascual. Es el Espíritu Santo, enviado por el Padre y por Cristo, quien obra en cada creyente, en cada uno de nosotros, el unirse al Misterio Pascual para que éste se reproduzca en la propia vida.
Día Solemne en que acogemos y experimentamos una nueva efusión del Espíritu Santo sobre la Iglesia, sobre cada uno de nosotros, sobre la sociedad entera. Su presencia y acción sobre cada uno de nosotros es decisiva para la vida de la Iglesia. Jesús había prometido a sus Discípulos el envío del Espíritu Santo y hoy, en Pentecostés, cumple su promesa. Los Apóstoles reciben la fuerza para salir por el mundo a anunciar y a ser testigos de la Resurrección de Cristo, a continuar la Misión de Cristo de anunciar el Amor de Dios para con todos los hombres. Nosotros hoy recibimos nuevamente esta fuerza para continuar la tarea en nuestro mundo contemporáneo de ser testigos hoy de Cristo Resucitado y anunciar con nuestras obras y palabras la Misericordia de Dios para con todos los hombres.
El Espíritu Santo viene en nuestra ayuda, vuelve a irrumpir en cada uno de nosotros haciendo que abramos las puertas y ventanas de nuestra vida a la acción de Dios en nosotros y vivamos el ser constructores de fraternidad, de unidad, de perdón entre las personas rompiendo todo egoísmo e individualismo y colaborando en la Civilización del Amor que brota del Corazón de Cristo.
Cristo por su Espíritu nos comunica la Paz, para que seamos constructores de su Paz entre nosotros, en nuestro mundo dividido por guerras y discordias, por eso pedimos con las palabras de San Francisco: “Hazme instrumento de tu paz”
Cristo por su Espíritu nos comunica el perdón de nuestros pecados y confía a los Apóstoles y a sus sucesores el poder de perdonar. “A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados” El Espíritu Santo es el Espíritu del perdón. Este Espíritu nos urge también al perdón, a la reconciliación. Pentecostés nos invita a dejar entrar la reconciliación en nuestras familias, en nuestros pueblos, en nuestras relaciones de amistad, a vivir la reconciliación en nuestras Parroquias y Comunidades. No olvidemos la Paz y el perdón de los pecados son dos Dones Pascuales, regalo de Cristo Resucitado.
Cristo por su Espíritu nos envía, “como el Padre me ha enviado. Así también os envío yo”. El Espíritu nos empuja a la misión, con su impulso somos capaces de evangelizar. Estamos llamados a ser apóstoles hoy cada uno en el lugar donde vive en su familia, con sus amigos, en su lugar de trabajo, en su vocación. Evangelizar, ser apóstoles es proclamar, testimoniar, con las palabras y los hechos que Jesucristo y su Buena Noticia son camino de vida y de liberación para todos, que en Él está el sentido de nuestra vida y la felicidad auténtica.
En esta Solemnidad es el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. Este año lo celebramos con el lema: “Los sueños se construyen juntos”.
La Jornada de este año se inspira en el Congreso de Laicos, que se ha celebrado hace un año, y la Carta del Papa Francisco “Fratelli tutti”, sobre la fraternidad y la amistad social. El lema de esta Jornada está tomado del número 8 de la mencionada Carta-Encíclica.
Es una invitación a todos los bautizados laicos a poner su mirada en Jesucristo y a dar testimonio de Él por la fuerza del Espíritu en medio de nuestro mundo y en la situación concreta en que nos encontramos. Somos urgidos a dar razón de nuestra esperanza. Y ésta no es sino Jesucristo. Este Día del Apostolado Seglar en esta Solemnidad es una llamada a caminar juntos y desde los diversos carismas que el Espíritu suscita para llevar adelante la tarea pues separados nunca podremos realizarla. Tarea de la Evangelización, tarea de ir transformando este mundo según los sentimientos y actitudes de Cristo. Tarea de comunicar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo el Amor misericordioso del Señor.
A este propósito en el Mensaje de nuestros Obispos para esta Jornada se nos recuerda un texto del Papa Francisco en “Evangelii gaudium” (La alegría del Evangelio) : “ La Nueva Evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados (…)Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos “discípulos” y “misioneros” sino que somos siempre “discípulos misioneros”.
Celebremos con gozo este Gran Día de Pentecostés y con fe oremos queriendo secundar la acción del Espíritu en nosotros pidiéndoles sus siete Dones: Don de Sabiduría, Don de Fortaleza, Don de Consejo, Don de Entendimiento, Don de Ciencia, Don de Piedad, Don de Temor de Dios.
Acojamos en este Pentecostés estos Dones del Espíritu Santo dentro de nosotros y sintamos una vida nueva, una fuerza dentro de cada uno que nos hace tener seguridad y confianza en nosotros mismos, gustando la presencia de Dios, sintamos la alegría de saber que Dios está con nosotros, sintamos su fuerza para poder comunicarnos con Dios y con los demás, para vivir en cristiano.
Hermanos y Amigos, el Espíritu Santo es derramado hoy sobre nosotros para que salgamos de nuestras mediocridades y de todo aquello que nos distancia de Dios y de los demás y nos ilumina en nuestra inteligencia para llevar a cabo nuestros mejores proyectos, nuestras mejores metas; para ser solidarios, para construir un mejor futuro tanto para nosotros como para los demás. El Espíritu Santo nos hace vivir con esperanza ante el futuro, teniendo más capacidad para amar y también para dejarnos amar, teniendo fuerza para iniciar cada día con nuevo ánimo, porque Dios está con nosotros.
Y no lo olvidemos, estamos llamados, hoy de nuevo se nos llama, como los Apóstoles, a ser testigos de la Buena Noticia del Evangelio, a ser testigos del Resucitado. El Espíritu hoy nos inunda de su Fuerza, viene en nuestra ayuda para que no tengamos ningún miedo, nada nos acobarde, para que anunciemos con nuestras obras y palabras que Jesús es el Señor y en Él está la verdadera felicidad del hombre. Todos, pastores y fieles, debemos evitar y luchar contra la tentación de trinchera y el encerramiento en nuestras zonas de confort. Hemos de cumplir el encargo de Jesús: “Id al mundo entero”, hemos de llevar adelante la misión de trabajar por el Reino de Dios sin miedos ni prejuicios, saliendo a nuestro mundo a anunciar con nuestras obras y nuestras palabras la Buena Noticia de Jesucristo, y hemos de hacerlo en comunión de unos con otros para así ser luz y sal del Señor en este momento concreto que nos toca vivir.
Hermanos y Amigos, ¡Acojamos el Don del Espíritu que hoy nos inunda con sus dones! ¡Comuniquemos la alegría del Evangelio! A Ello nos ayude la intercesión maternal de María, la mujer dócil al Espíritu.
Digamos hoy con fuerte voz: “¡Ven, Espíritu Santo! ¡Sigue obrando maravillas, las maravillas de Dios!
MUY FELIZ DIA DE PENTECOSTES!!!
Adolfo Álvarez. Sacerdote