Día de silencio.
Segundo día del Triduo Pascual¸ la Pascua del sepultado. Día de contemplación.
Cristo yace en el sepulcro y nosotros, su Iglesia, meditamos todo lo que ha hecho por nosotros. Y permanecemos con María junto al sepulcro.
Es un día de desierto. El silencio del sepulcro nos lanza a mirar más allá de nosotros mismos: Dios puede hacer lo que parece imposible.
“El Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor meditando su pasión y muerte, y se abstiene del sacrificio de la misa, quedando por ello desnudo el altar hasta que, después de la solemne Vigilia o de la expectación nocturna de la resurrección, pueda alegrarse con gozos pascuales, de cuya abundancia va a vivir durante cincuenta días”. Esta nota que aparece en el misal explica el sentido de este día. Hoy es un día de serena expectación, de preparación orante para la resurrección. Permanece todavía el dolor, aunque no tenga la misma intensidad que ayer. Los cristianos de los primeros siglos ayunaban tan estrictamente como el viernes santo, porque este era el tiempo en que Cristo, el esposo, les había sido quitado. En una homilía antigua meditando sobre el día de hoy se nos dice: “Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio porque el Rey duerme. La tierra está temerosa y sobrecogida, porque Dios se ha dormido en la carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo”.
En todo este sábado santo nos acompaña y guía María, a quien Jesús nos dejó como Madre desde el Árbol de la Cruz en el día de ayer y que se mantuvo firme y serena. Ella ya era experta en guardar las cosas en el corazón desde Belén y ahora también las guarda en el primer sábado santo de la historia, cuando todos andaban cabizbajos, llenos de dudas e incluso se sentían fracasados.
Ella fue la mujer que vivió en silencio, que se mantuvo pendiente del sepulcro, que esperaba encontrarlo vacío; ella la que se dejó invadir por el Espíritu, la mujer creyente será quien nos conduzca en nuestro desierto, nuestro silencio y nuestra gozosa expectación de hoy.
- María está junto a la cruz de Jesús. Sin palabras. Son sus gestos, sus manos, sus ojos, su silencio, los que hablan. Está allí porque ama mucho, sabe mucho de pérdidas y de dolor; de fe y de esperanza. “Junto a la cruz de Jesús estaba su madre…” (Jn 19,25-27).
- María se queda en silencio. La palabra de Jesús llenó siempre su corazón. Ahora, su Hijo ha muerto, la mentira y el odio han apagado la voz del Amado. El mundo se ha quedado en silencio y a oscuras.
- María y las mujeres no apartan de Jesús la mirada del corazón. Las aguas torrenciales no pueden apagar el amor ni anegarlo los ríos. María y las mujeres están a la espera.
Acompañemos a María, vivamos junto a Ella el silencio de este día y preparémonos para llegar a la cumbre de todas las Celebraciones de estos días santos en la Vigilia Pascual.
Hoy es un buen día para rezar con María la Corona dolorosa. Se reza contemplando los siete dolores de María, Y en cada uno de ellos se reza un Padrenuestro, siete Avemaría y gloria al Padre…
1º dolor La profecía del anciano Simeón.
2º dolor La huida a Egipto
3º dolor El niño perdido y hallado en el Templo
4º dolor María en la Vía dolorosa. Encuentro con Jesús camino del Calvario
5º dolor La Crucifixión de Jesús
6º dolor El Descendimiento
7º dolor La sepultura de Jesús
Oración final: Oh Señor Jesucristo en cuya Pasión fue traspasada de dolor el alma dulcísima de la gloriosa Virgen y Madre María, según la profecía de Simeón, concédenos propicio, que cuantos veneramos sus dolores y hacemos memoria de ellos, consigamos el feliz efecto de tu Sagrada Pasión. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén
Adolfo Álvarez. Sacerdote