MARTES SANTO: EN LA DEBILIDAD HUMANA DIOS ES GLORIFICADO
Martes Santo. Continuamos preparándonos de una manera más intensa para vivir el Triduo Pascual. Contemplamos un Misterio de Amor, pues lo que mueve a Cristo a la Pasión no es sino el Amor por y para con cada uno de nosotros.
En este día contemplamos el Segundo Cántico del Siervo (Isaías 49, 1-6). Este Siervo es llamado por Dios ya desde el seno materno, es una elección gratuita, para que cumplan sus proyectos de salvación. Estos proyectos son para todos los hombres pues Dios quiere llegar con el don de la salvación hasta los últimos confines de la tierra.Recojamos como primera lección la absoluta gratuidad del amor y de la llamada de Dios. Es la experiencia de la elección de Dios sin ningún mérito por parte de su servidor. Es un don recibido antes de ser capaz de responder. Tengo que ser consciente de que Dios me amó primero. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que el nos amó y envió a su Hijo” (1 Jn 4,10). Es bueno contemplar este amor de Dios, sentirlo y agradecerlo. Abramos nuestro corazón al ímpetu del amor de Dios.
Desde aquí hemos de sentir de nuevo, y digo de nuevo porque a veces nos olvidamos de ello, que el Señor nos ha amado desde toda la eternidad, “desde el seno materno”. No estamos aquí por casualidad, el Señor nos llamo a cada uno y nos sigue llamando. Y ello por pura gratuidad y misericordia. Tenemos que sentir muy dentro de nosotros que Dios nos amó primero: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo” (1 Jn 4,10). Abramos de nuevo nuestro corazón al amor de Dios.
Jesús es el Verdadero Siervo, Luz para todas las naciones, el que con su muerte reúne a los dispersos, el que va restaurar y salvar a todos. Y Jesús llama a seguirle a los Discípulos y éstos no van a corresponder todos al Señor como tendrían que hacerlo, así uno se recostará sobre su pecho (Juan) pero uno va a traicionarlo (Judas Iscariote) y otro que alardea de que jamás le fallará y no será así pues le negará (Pedro).
Esto nos lleva a redescubrir también de nuevo , que quiere hacer de cada uno de nosotros una luz para que su Salvación llegue a todos los hombres. Que nos da el Señor una misión y esta misión la hemos de llevar adelante poniendo nuestra confianza plena en Dios. Cristo, el Siervo, vino para una misión: la de salvarnos y estamos contemplando todos los dolores y humillaciones por las que tuvo que atravesar para llevar adelante la misión.
Hoy podemos preguntarnos: ¿Cómo es mi seguimiento de Jesús? ¿Con cuál de estos tres discípulos me identifico?.
A través de la debilidad del hombre representada por los Apóstoles (uno le traicionará y el otro le promete fidelidad y lo negará) Dios es glorificado. Pero esta debilidad al ser asumida por Dios no tendrá la última palabra en la vida del hombre pues será vencida mediante el Sacrificio de Cristo donde contemplaremos la gloria de Dios. La hora de la muerte y la de la resurrección constituyen, juntas, la hora de la gloria, de la espléndida manifestación de Dios, que es Amor.
Y es que, por cada uno de nosotros, que llevamos dentro las tinieblas de Judas, las frágiles corazonadas de Pedro y también el amor de Juan, Jesús no cesa de ofrecerse a sí mismo, porque nos ha amado hasta el extremo. Por ello se trata de que conformemos nuestra voluntad con la correspondencia al amor de Dios, de abrirnos a la experiencia de la Pascua.
Ante el amor “hasta el extremo” de Jesús nosotros, que también estamos aquejados de la debilidad humana , debemos pedirle insistentemente que nos ayude a no negarle, a no traicionarle, y si la debilidad nos vence, que con la ayuda del Espíritu Santo nos arrepintamos y volvamos a Él, para que le dejemos preguntarnos, llamándonos por nuestro nombre. “¿me amas?”.
Hermanos y Amigos en este Martes Santo dejemos que su mirada nos ayude a descubrir nuestras sombras, aquellos aspectos de nuestra vida donde no dejamos entrar la luz del Señor, reconozcamos nuestras traiciones y depositémoslas ante la Cruz de Cristo y recostémonos en el Señor, como Juan, el Discípulo Amado, para empaparnos de nuevo de su Amor inmenso para con cada uno de nosotros.
Adolfo Álvarez. Sacerdote