CRISTO, NUEVO TEMPLO Y NUEVA LEY
Continuamos y vamos avanzando en el itinerario cuaresmal, camino de la Pascua, donde Cristo muerto y resucitado se nos presenta como salvación para todo hombre que con rectitud de corazón se acerque a Él. Para ello es necesario despojarse de nuestras lógicas racionalistas y emprender el camino de la humildad, acogiéndonos al escándalo de la cruz, como nos invita San Pablo en este domingo, pues mirando a Jesús crucificado descubriremos la fuerza y la sabiduría de Dios.
Seguimos contemplando la alianza que Dios ha sellado reiteradamente con la humanidad y la marcha de Cristo hacia su muerte y su glorificación.
Hemos llegado a la mitad de la Cuaresma en camino hacia la Pascua. A partir de este domingo la liturgia se centra en la radicalidad del Misterio pascual, con la mirada puesta en la resurrección de Cristo y en la nuestra. Es un momento oportuno para dejarnos interpelar por la Palabra de Dios, para preguntarnos si realmente nuestra fe y nuestra vida coincide con lo que el Señor nos manifiesta y quiere de nosotros.
Hoy, en este domingo tercero del Camino Cuaresmal, contemplamos la Alianza que Dios hizo en el Sinaí por medio de Moisés. “Primera Alianza” que prepara la que será la segunda y definitiva: la “Nueva Alianza”restablecida por la mediación de Cristo en la cruz. Toda la Historia de la Salvación es una Alianza de Dios con la Humanidad.
La Cuaresma es tiempo de gracia que nos prepara para celebrar el Misterio Pascual, un camino hacia la cumbre de la Pascua. Y en ese Camino estamos. Un camino de conversión. En el primer domingo hemos contemplado el evangelio de las tentaciones y, en el segundo, el evangelio de la transfiguración, que son comunes a los tres ciclos litúrgicos. En estos tres domingos restantes de Cuaresma en este ciclo el ciclo B, en el que estamos, nos centra en evangelios que presentan la Muerte y Resurrección de Jesús. Se nos ofrecen tres Catequesis Cristológicas, adentrándonos en el Misterio Pascual. Se nos quiere anunciar e interpretar el Misterio Pascual de Cristo para ayudarnos a profundizar cada día más en este misterio de fe y de esperanza que es la Redención de Cristo. Por eso es necesario que durante este tiempo cuaresmal sintamos la llamada a la conversión y a la Reconciliación con Dios, hagamos examen de conciencia, pidamos sinceramente al Señor perdón de nuestras culpas y experimentemos el don de la Misericordia y el Perdón.
Llamándonos a esta conversión de nuestra vida, de nuestros corazones hoy, en este domingo, se nos presenta a Cristo como Nueva Ley, como Nuevo Templo y se nos llama a un nuevo Culto.
Así, en nuestro itinerario cuaresmal, hoy la presencia de Dios se desplaza del templo de piedras a la presencia real y auténtica en el mismo Jesús, en su propio cuerpo, y en todas aquellas personas que viven y le acogen con fe. Jesús será el verdadero Templo en el que Dios se hará presente a todos los hombres, y en quien los hombres podrán entrar en comunión con Dios. Se opone Jesús a que Dios se convierta en un ídolo, en torno al cual se monten negocios e intereses. Se acabó el culto meramente externo, a Dios hay que darle un culto en “espíritu y verdad”, un culto que implica amor sincero a Él y amor sincero al prójimo. Se acabó una Ley de preceptos y preceptos, prohibiciones y prohibiciones. Cristo nos da la Ley del precepto del Amor como compendio de la relación con Dios y con los demás. Para que sea posible esta presencia, este nuevo culto, esta nueva Ley, es necesario morir al pecado, porque el pecado es el que convierte la vida del hombre en un mercado. De ahí que la liturgia nos invite a luchar especialmente en la Cuaresma contra el pecado, con la mirada puesta en la resurrección, en la Pascua. Como a Jesús también nos debe devorar el celo de la casa de Dios, el deseo de que la presencia de Dios sea plena en todos los hombres, que todos descubran el don maravilloso del amor Dios.
Hermanos y Amigos hemos de ahondar en el significado de Cristo, Nuevo Templo, Nueva Ley y lo que significa Nuevo Culto.
Cristo nos urge, nos pide un Nuevo Culto, significa que el culto a Dios ya no consistirá en sacrificios de animales y en ofrendas de cosas, sino en la entrega que Jesús hará de su vida hasta la muerte. Ello significa que el Nuevo Culto para nosotros ha de ser la ofrenda de nuestra propia vida. Hemos de ofrecernos con Cristo al Padre.
Cristo es el “Nuevo Templo”. Jesús declara la abolición del templo visible de Jerusalén y se presenta a sí mismo como, resucitado de entre los muertos, como lugar de encuentro entre Dios y el hombre. Cada uno de nosotros formamos parte de este Templo de Dios, cada uno de nosotros hemos de ser para los demás lugar de encuentro con Dios, por ello hoy el Señor quiere entrar de nuevo en nosotros para también derribar y arrojar de nuestro interior todo aquello que nos impide ser totalmente hijos de Dios, pues se nos ha llenado el corazón y nuestra vivencia de fe, seguramente, de mesas y baratijas que desvirtúan el auténtico sentido creyente y desvirtúan nuestro ser templos de Dios.
Y Cristo es “Nueva Ley”. Por medio de Cristo Dios hace con la humanidad, con cada uno de nosotros una Nueva Alianza, una Alianza que lleva a plenitud la Primera Alianza llevada cabo a través de Moisés. Y esta plenitud Cristo la lleva adelante desde la lógica del Amor, que Cristo nos va a entregar en la última Cena: “Esto os mando que os améis unos a otros como yo os he amado”. Desde este momento y al estilo de Cristo la medida del amor es amar sin medida, de tal manera que ya no vale decir lo de “yo, ni robo, ni mato, ni hago mal a nadie”. El amor de Cristo, su Mandato Nuevo, nos pide estar dispuestos a entregar la vida, estar dispuestos a darnos, y ello, entonces, hace que no nos conformemos con no hacer daño, sino que hemos de gastarnos en hacer todo el bien que podamos.
Desde esta Palabra de Dios hoy es un buen día para pensar si nuestra vida religiosa, nuestra vida cristiana pasa por el encuentro personal con Cristo. A este respecto conviene recordemos las palabras del Papa Benedicto XVI en la encíclica “Deus caritas est”, que me parecen de gran importancia: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.
Hermanos y Amigos, la Liturgia de este domingo es una interpelación a alejar de nosotros todo aquello que obstaculiza que la gracia de Dios llegue a nosotros y nos santifique, es una invitación a dejarnos purificar por la acción del Espíritu Santo para vivir en autenticidad nuestro culto a Dios y nuestro amor al prójimo, y que en nuestro caminar de cada día seamos templos vivos del Señor para que otros se encuentren con Él. Que nuestra vida sea una ofrenda a Dios desde el vivir en la nueva Ley del Amor y celebrando el culto en “espíritu y verdad”.Cristo quiere que nuestra relación con Dios sea más auténtica.
Que nos dispongamos a renovar nuestro ser hijos de Dios, a renovar las Promesas Bautismales en la Noche Santa, celebrando con autenticidad la Pascua, hacia cuya cumbre caminamos. ¡Aprovechemos el camino de la Cuaresma!
Adolfo Álvarez. Sacerdote