LLAMADA A ESTAR EN VELA, CON LA LAMPARA ENCENDIDA
Después de haber celebrado la Solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos nos vamos acercando al final del Año Litúrgico. Seguimos en la Escuela del Señor y seguimos de la mano del Evangelista San Mateo, que en estos domingos finales del Año Litúrgico nos presenta lo que llamamos“el discurso escatológico” Son los últimos pasajes que narran el ministerio público de Jesús y que nos hablan del final de la vida y nos ayudan a reflexionar sobre los acontecimientos últimos de la vida humana y de la historia. La Iglesia nos propone el mensaje exigente -pero esperanzador al mismo tiempo- del retorno de Cristo en su segunda venida.
En estos últimos domingos, hasta que culminemos el año litúrgico, con la Solemnidad de Cristo Rey, la Celebración Litúrgica nos acerca a la novedad siempre actual de la Historia de la Salvación que debemos vivir. Las celebraciones litúrgicas nos llaman a vivir en vigilante espera y en disponibilidad responsable a la llegada del Señor.
Las lecturas de la Palabra de Dios nos van a pedir que estemos como en una actitud de alerta ante lo que serán los acontecimientos finales de nuestra vida y de nuestra historia, el día de los difuntos ya nos avisó un poco sobre esto, es necesario estar preparados ante unos sucesos que nos son completamente desconocidos, no sea que nos pase como a las doncellas del evangelio, nos coja desprevenidos, con las lámparas apagadas y nos encontremos con las puertas cerradas y sin poder entrar.Jesús por medio de varias parábolas, hoy la de las doncellas sensatas e insensatas, el domingo que viene por medio de la de los talentos, recomienda a sus discípulos, nos recomienda a nosotros, vigilancia mientras esperamos el día de su venida. La ignorancia de la fecha y sobre todo el anhelo de encontrarnos con Él es lo que nos tiene que llevar a vivir el “hoy”, día a día, preparados, en vigilancia, pero si n angustia, sin miedo, con total confianza en Él.
Hoy el Señor nos da un toque de atención. La monotonía de la vida o el afán y la prisa que nos envuelven no nos dejan, muchas veces, tomar conciencia de que nuestra vida es de Dios y de que Él ha puesto sentido y finalidad a nuestra existencia. La parábola, conocida como la de las diez doncellas, nos sitúa en la doble posibilidad de actuación humana: la de los negligentes, perezosos e inconscientes, y la de los responsables, vigilantes y dispuestos a recibir al Señor cuando llegue. Las lámparas sin aceite, las manos vacías de buenas obras, son signo de la falta de responsabilidad que nos hace olvidar nuestros deberes como criaturas y como hijos de Dios. No bastan los buenos deseos… son necesarias las obras para no vernos sorprendidos ante la palabra, severa, del Señor: “no os conozco”.
El llamarnos la atención, darnos el Señor este toque de atención, sobre los acontecimientos finales no tiene como objetivo el meternos el miedo en el cuerpo, si hay una palabra que define a nuestro Dios y que repetimos cada domingo es que el Dios de Jesús es sobre todo Padre y un Padre misericordioso, lo repito misericordioso, con todas las letras, ¿a qué viene entonces el miedo?, otra cosa es que yo esté preocupado por hacer el bien, ¿pero miedo de qué?, Dios me conoce y sabe de mis limitaciones, pero también si yo tengo buena intención, sabe de mi buena intención, ¿o no?. Otra cosa es que a mí como ser humano, me dé cierto reparo el hablar sobre la muerte, y pensar en cuando llegará la mía, porque si hay algo seguro es que tengo que pasar por ella, nadie es eterno, todos tenemos escrito nuestro fin. Pero una cosa es esto ante lo que yo puedo sentir algún que otro escalofrío, y otra que dude de la misericordia de Dios, esto último es lo que no me puedo permitir pues la fe es confianza plena en el Señor que me ama inmensamente.
La parábola de este domingo además de darnos un toque de atención el Señor nos llama a vivir en disponibilidad y con responsabilidad. Nos indica que el encuentro con Dios al final de la vida (“al atardecer de la vida”) no se puede improvisar en el último instante, y que -además- es personal, no se puede delegar en otro, es intransferible. Así mismo, observamos que la primera lectura está en la misma línea de la auténtica sabiduría que debemos vivir en la jornada de cada día. Requiere poner de nuestra parte algo, cooperar con la gracia de Dios, con la seguridad de que le encuentran quienes le buscan. En este sentido hoy San Pablo en la carta a los Tesalonicenses nos hace una llamada a encontrarnos con el Señor, llamada a la fidelidad para estar siempre con Él. Y ello porque Cristo ha muerto y ha resucitado y no podemos perder nunca de vista que aquí, en la victoria de Cristo sobre la muerte, está el fundamento de nuestra fe.
La parábola además de un toque de atención, de una llamada a la responsabilidad, también nos deja claro que hay tiempo para el arrepentimiento y tiempo en el que el arrepentimiento llega demasiado tarde. Cuando llegamos a este mundo Dios dio a cada uno una lámpara para que la llenemos de coherencia y de buenas obras. Y la hora es siempre, cada momento. Las doncellas necias, en el momento crucial de su vida, se dieron cuenta de que tenían vacías sus lámparas y no pudieron improvisar el aceite. ¿De qué están llenas nuestras lámparas, nuestra vida?, nos hemos preguntar hoy.
Tenemos que ser conscientes de que en el momento decisivo de nuestra vida no podemos improvisar, como ya dijimos, ni comprar lo que debiéramos haber hecho, día a día, a lo largo de nuestra vida. Velar no es pasividad sino acción y actitud. Hay que cosas que nadie puede hacer por nosotros.
La insensatez, según el Señor, es el descuido, es el ocuparse de lo que no es importante. La vida del cristiano dormido es una vida vacía. Si nos dejamos guiar por aquello que nos apetezca, por lo más cómodo, nuestra vida se convierte en estéril, incapaz de dar vida a los otros y no acumularemos la reserva necesaria en nuestra aceitera y se apagará en el momento de encuentro con el Señor. Querer significa poner los medios: el deportista, si quiere ganar, tiene que sacrificarse, entrenar, abstenerse…; el estudiante, si quiere aprobar, tiene que estudiar.
Hermanos y Amigos, todos somos invitados a la boda, pero tenemos que llevar el aceite, nuestra lámpara ha de ir encendida. Nuestra lámpara estará llena si dejamos al Señor ocupar el centro de nuestra vida, si hemos amado, si hemos dado de comer, si hemos visitado al enfermo, si… Las medallas humanas no nos sirven de nada si no van revestidas de la caridad (Mt 25,31-46). El criterio último para la rendición de cuentas no es el éxito sino la fidelidad para corresponder al Señor. Y el Señor hoy nos dice cómo nos quiere encontrar cuando llegue, porque vendrá.
Hermanos y Amigos, el Señor por medio de su Palabra nos llama a la sensatez, a la vigilancia, a permanecer en la fidelidad. Queriendo estar en vela, preguntémosle a menudo al Señor: ¿qué quieres de mí? Recemos su oración, el Padrenuestro pidiéndole que se haga su voluntad, para así podamos, cada uno de nosotros,de verdad transparentar su luz en nuestra vida vida, y de esa forma evitar a conciencia que nuestra lámpara se apague. ¡Feliz Domingo!.
Adolfo Álvarez. Sacerdote