EL SEÑOR NOS MUESTRA LOS SIGNOS DEL REINO Y QUIERE NUESTRA COLABORACION
De nuevo el Señor nos convoca en el domingo para celebrar su presencia viva entre nosotros. Nuestro encuentro dominical con Cristo y con los hermanos, con la Comunidad Cristiana debe constituir siempre una fiesta, así lo expresamos con el canto: “Fiesta del Banquete, mesa del Señor, Pan de Eucaristía, Sangre de Redención”.
La Celebración del Domingo, de capital importancia para nuestra vida cristiana es la expresión de que nuestra mirada esperanzada está en el Señor. En la Celebración Litúrgica recibimos el alimento que nos da, el Alimento de su Palabra y de su Cuerpo y Sangre.
Y seguimos en la Escuela del Señor a través del Evangelista San Mateo y después de haber escuchado, meditado y contemplado las parábolas del Reino somos hoy invitados a contemplar el Mandato de Cristo de hacer presente los signos del Reino hoy en medio de nosotros, en medio de nuestro mundo.
Hoy Dios nos hace contemplar que Él está atento siempre a nuestra vida, se preocupa de nosotros, no es ajeno a nuestras dificultades y sufrimientos. Hemos de entrar en la dinámica consciente de la Alianza eterna, Alianza de Amor, que Dios ha querido establecer con nosotros desde los inicios de la Historia de la Salvación. Hoy, por ello le cantamos con el Salmista: “abres tú la mano, Señor, y nos sacias de favores”. Y es que en Dios, que nos dice por medio del Profeta Isaías: “oíd, sedientos todos, acudid por agua…Comed…Sellaré con vosotros alianza perpetua”, encontraremos siempre la fuerza, la alegría y la paz. Él nos da una vida llena de sentido y la capacidad, con la fuerza de su Espíritu, de asumir las dificultades que podamos encontrar en el camino de la vida.
San Pablo nos recordará hoy algo muy importante: Nada, ni nadie nos puede apartar del amor de Cristo. Amor de Cristo, que es el Rostro de la misericordia y ternura de Dios.
Desde esta clave que nos da San Pablo y teniendo como fondo el anuncio que hemos ya comentado del Profeta Isaías hemos de contemplar la escena del Evangelio de este Domingo: la multiplicación de los panes y los peces.
Los hechos de Jesús nos revelan la compasión misericordiosa de Dios. La multiplicación de los panes es un paradigma clarísimo de la acción del Señor. El texto evangélico nos muestra que la gente acudía al Señor cautivada por sus palabras. En este seguimiento sincero tiene lugar la multiplicación de los panes, evocadora de la Eucaristía. Parémonos y notemos la relación entre las palabras que nos señala San Mateo y las que el sacerdote pronuncia en el momento de la consagración.
Dos consideraciones:
1) Cristo sabe de las necesidades de cada uno de los que forman aquella multitud que acuden a Él. Cristo asume nuestros dolores y sufrimientos. Cristo “pasó por el mundo haciendo el bien”. Esta multiplicación de los panes – y además en abundancia, pues sobra comida, señal de han llegado los tiempos mesiánicos, señal del Reino- se enmarca en toda una vida en que Jesús aparece curando, escuchando, enseñando, consolando, perdonando. Jesús muestra una y otra vez un corazón lleno de misericordia, nos muestra que es el Rostro de la misericordia de Dios.
2) Nos hemos de preguntar, hoy, cada uno de nosotros. ¿Cuáles son las necesidades más profundas de nuestro corazón? Hemos de escuchar la sed de nuestro corazón y el hambre de nuestra vida. Y acudir a Cristo para sentir que Él nos da la comida y la bebida oportuna que calma de verdad nuestra hambre y sed. El multiplica el pan para nosotros.
Hermanos y Amigos, después de estas consideraciones sentir que Jesús nos dice hoy: “dadles vosotros de comer”. Y nos sentimos, ante este mandato, tan desbordados y descolados como los Discípulos. Y cada uno de nosotros hemos de decir: tenemos cinco panes y dos peces.
Que se nos está diciendo aquí. Se nos está diciendo el Señor obra maravillas, nos sacia de favores, pero quiere nuestra colaboración, quiere que pongamos ante El nuestros cinco panes y dos peces, no quiere que nos crucemos de brazos. Los discípulos de Jesús, cada uno de nosotros hoy, hemos de compartir con Jesús su compasión, su sintonía con el sufrimiento de los demás. Somos colaboradores de este Dios, de este Cristo, que quiere saciar el hambre y la sed de la humanidad.
En este momento concreto de pandemia que estamos atravesando también hoy sale a nuestro encuentro el sufrimiento de tantos hombres y mujeres de nuestro alrededor y no nos puede ser indiferente este sufrimiento y el Señor nos dice: “dadles vosotros de comer” y nosotros con gestos concretos que nos hacen salir de nosotros mismos hemos de poner ante el Señor nuestros “cinco panes y dos peces” y así con la ayuda del Señor, que multiplicará nuestras pobres fuerzas, podemos atender al que pasa necesidad.
Y Cristo también nos multiplica el Pan de la Eucaristía, donde Él mismo se nos da como Alimento para nuestro camino, donde Él se nos da como Fuerza para amar a su estilo y manera. Él sacia nuestra hambre y nuestra sed para que nosotros vivamos el Mandato del Amor, para que nosotros podemos cumplir su encargo: “Dadles vosotros de comer”.
Hermanos, Amigos, que la Comunión Eucaristía sea experiencia viva del amor de Dios que en Cristo se nos da para que nosotros nos demos a los demás mostrándoles así que Dios está siempre a nuestro lado y sacia nuestra hambre y nuestra sed.
Adolfo Álvarez. Sacerdote