DIOS , EL TESORO DE NUESTRA VIDA
De nuevo el Señor el Señor nos convoca a Celebrar su Presencia en medio de nosotros en el Domingo, día de la Resurrección. No podemos perder de vista, ni olvidar, que cada vez que nos reunimos para celebrar la Eucaristía somos convocados por y en nombre del Señor. Él es quien nos llama, nos preside, nos habla y se entrega a la voluntad del Padre.
El Domingo es también Día de la Iglesia. La Comunidad reunida para celebrar los Misterios de Cristo es la mejor expresión de la Iglesia que vive alabando a Dios, pues se sabe redimida por el amor inmenso de Cristo y su Pasión salvadora.
Seguimos en este Domingo en la Escuela del Señor a través del Evangelio de San Mateo, avanzamos en el capítulo 13 y culminan hoy las Parábolas del Reino.
Hace dos domingos se nos presentaba el inicio de estas Parábolas del Reino con la parábola del sembrador y se nos hablaba de distintos tipos de tierra, y se nos hacía ver cómo en nuestra relación con Dios que pone su semilla en nuestro corazón puede haber distintos tipos de respuesta por nuestra parte y éramos invitados cada uno de nosotros a preguntarnos qué tipo de tierra somos. El domingo pasado se nos hacia caer en la cuenta que en nosotros hay bien y hay mal, el trigo y la cizaña, y se nos llamaba a vivir la paciencia y la misericordia en esa lucha contra el mal desde la paciencia y misericordia de Dios.
Y en este domingo nos encontramos con la exigencia de una opción sin reservas por el Reino de Dios, es decir por Dios mismo. Se nos invita hoy a descubrir el valor incomparable del Reino de Dios por encima de cualquier otra cosa.
Las dos primeras parábolas de este domingo: la parábola del tesoro escondido y la parábola de la perla de gran valor, nos quieren ayudar a descubrir a Dios como el tesoro de nuestra vida. Tesoro que nos da una inmensa alegría. Es la profunda alegría de haber encontrado la fe, realidad suficientemente valiosa como para sacrificar cualquier otra realidad. Con el tesoro se nos esta mostrando la abundancia de los dones del Reino y con la perla se nos está refiriendo la belleza del Reino. El tesoro se nos presenta como un don, la perla supone la búsqueda. De esta manera se nos recuerda que el Reino de Dios es para cada uno de nosotros Don y tarea. Don de Dios y tarea que requiere de nuestra parte correspondencia, generosidad, entrega. La fe es Don de Dios.
Hoy más que nunca, vemos que el tesoro de la fe es joya, la perla de gran valor, escondida en el inmenso campo de nuestra sociedad. Resulta arduo dar con él; nos quedamos en las cosas y olvidamos las personas. Apostamos por las ideas y relegamos el lado humano de los que las defienden. Nos asombramos por la grandeza del mundo, de la creación y desertamos de Aquel que lo creó todo para nosotros, desertamos de Dios.
Hoy hemos de preguntarnos ¿cuál es el centro de mi vida? ¿Con qué escala de valores vivo? ¿A qué le doy importancia en mi vida? ¿Qué o quién es tu tesoro? Jesús nos ha dicho que donde esté tu tesoro, allí está tu corazón.
Hemos de descubrir de nuevo que Dios es nuestro tesoro, que solo Dios puede llenar nuestra vida y nuestro corazón. Buscar a Dios tiene que ser lo más importante de nuestra vida y encontrarlo es el mayor regalo que podemos recibir. Desde Él todo lo demás adquirirá su pleno valor.
La fe es un tesoro que hemos recibido como Don y por ello la tenemos que cuidar y tenemos que manifestar. Nuestra fe nos tiene que llevar a construir nuestra vida, a vivir desde los valores que Jesús nos propone.
La confianza plena en Dios, que eso es la fe, confiar plenamente en el Señor nos ha de hacer gustar y sentir el inmenso amor que Dios nos tiene y que lo único que El desea es que alcancemos el cielo que nos tiene preparado para cada uno de nosotros. Esto es lo que nos muestra el Señor con la tercera parábola del Evangelio de este Domingo. Es una parábola que nos llama a la responsabilidad ante el Don y la belleza del Reino, no es igual vivir de espaldas a Dios que buscando el cumplimiento de su voluntad. Ahora bien en ese buscar su voluntad hay dificultades, está el mal haciéndonos malas pasadas, pero también está como se nos decía el domingo pasado, la paciencia y la misericordia de Dios, y aquí la necesidad del corazón dócil que pide Salomón <<para discernir el mal del bien>>.
Hermanos y Amigos para descubrir este tesoro y su belleza, para querer permanecer en la voluntad de Dios hemos de pedirle al Espíritu de Dios el Don de la Sabiduría, como en este domingo vemos que hace Salomón. Y esta Sabiduría de Dios nos ayudará a discernir para quedarnos en otros tesoros, para descubrir la perla preciosa, para no separarnos del Señor. Este Espíritu de Sabiduría será nuestra fuerza para desprendernos de todo aquello, vender, aquello que nos impida que Dios sea el tesoro de nuestra vida.
El Señor termina hoy preguntándonos “¿habéis entendido todo esto?”. Que ojalá con la ayuda del Espíritu lo entendemos, lo vivamos, Dios sea el tesoro de nuestra vida. ¡Animo y adelante, pues merece la pena! .
Adolfo Álvarez. Sacerdote