ACOGER EL DON DEL ESPIRITU SANTO EN UN NUEVO PENTECOSTES
Hay tres Vigilias en el Calendario del Año Litúrgico donde la Iglesia, nosotros, nos reunimos para celebrar el Amor de Dios en medio de nosotros, su Pueblo. Estas Vigilias son: la Vigilia Pascual (Celebración más importante del Año Litúrgico), la Vigilia de Navidad, en la Nochebuena y la Vigilia de Pentecostés. En la Vigilia Pascual celebramos la Noche Santa de la Resurrección del Señor, la victoria de Cristo sobre pecado, el mal y la muerte. Celebramos el Misterio central de nuestra fe. En la Nochebuena celebramos el Nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre en el seno de María. En Pentecostés imploramos el Don del Espíritu Santo y como María y los Apóstoles reunidos en Oración nosotros acogemos este Don del Espíritu que nos renueva con sus Dones.
Cuando celebramos estas Vigilias, estos Acontecimientos de Salvación, no lo celebramos como meros espectadores ni como recuerdos de acontecimientos pasados sino que nos introducimos, a través de la Celebración Litúrgica, en estos Misterios Santos para hacernos protagonistas en primera línea de la Salvación de Dios en Jesucristo y participar plenamente de sus efectos. En este Día es la Vigilia de Pentecostés. Con la Solemnidad de Pentecostés llega a su culminación la Pascua, que a lo largo de estos cincuenta días venimos celebrando. Y en Oración con María queremos acoger de nuevo el Don del Espíritu Santo, que en cumplimiento de la Promesa del Señor se derramará sobre nosotros y nos renovará con sus Dones. Hoy suplicamos con María y por su intercesión que Dios derrame su Espíritu Santo sobre cada uno de nosotros, sobre cada una de nuestras Parroquias, sobre la Iglesia entera. ¡Ven, Espíritu Santo! Recordamos unas palabras que se atribuyen al Patriarca Ignacio de Lattaquié, sobre la importancia del Espíritu Santo: “Sin el Espíritu Santo, Dios está lejos, Cristo queda en el pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia una simple organización, la autoridad dominación, la misión propaganda, el culto evocación y el actuar cristiano una moral de esclavos.
Con el Espíritu Santo, el cosmos gime por el alumbramiento del Reino, Cristo resucitado está presente, el Evangelio es potencia de vida, la Iglesia significa comunión trinitaria, la autoridad un servicio liberador, la misión es un Pentecostés, la liturgia memorial y anticipación y el actuar humano es divinizado”. Hoy pedimos que sea derramado sobre nosotros este Gran Don del Espíritu Santo: aquel mismo Espíritu que fecundó las entrañas de María, el mismo Espíritu que descendió sobre Jesús el día de su Bautismo en el Jordán, el mismo Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos. Este Espíritu viene de nuevo a nuestros corazones y fecunda de nuevo a la Iglesia para que lleve adelante la misión que Cristo le confió.
Pentecostés es el momento oportuno para abrir el corazón y la vida al Espíritu Santo y reconocer que Él es el animador fundamental de la misión de la Iglesia. Es el Espíritu Santo quien permanentemente actualiza en la Iglesia, con su rocío divino, el envió misionero de Jesús.
Abrámonos a la acción del Espíritu Santo, dejemos que nos inunde con sus Dones:
– Con el Don de Sabiduría, para que el Padre nos haga entrar de nuevo en las entrañas de sus designios de Salvación Universal y para gustar las cosas que Dios ama.
– Con el Don de Entendimiento para vivir con fe viva unidos a Cristo y trabajar por la unidad en la fe.
– Con el Don de Consejo, para en medio de los acontecimientos discernir y descubrir lo mejor y crecer en la fe bautismal.
– Con el Don de Ciencia para discernir claramente entre el bien y el mal, entre el camino ancho y la puerta estrecha que conduce al reino anunciado por Jesús. Para llegar a un conocimiento experiencial de Jesucristo.
– Con el Don de Piedad para gritar “¡Abba, Padre!” y vivir en la libertad de los hijos de Dios (Ga 4,4-8). Vivir reconociendo a Dios como Padre y a los demás como hermanos.
– Con el Don del Temor de Dios para abandonar toda idolatría y reconocer en adoración a Dios como único Dios y Señor de nuestra vida.
Hermanos y Amigos imploremos que el Espíritu Santo, con estos Dones, nos revista de su gracia y nos haga hombres y mujeres profundamente enamorados de Cristo, cuyo Corazón abierto mana para nosotros torrentes de agua viva, agua viva de amor, de perdón, de misericordia y de ternura. Y desde este estar enamorados del Señor, y estar empapados de amor, el Espíritu Santo pondrá en nuestros labios el sabor y pondrá en nuestro corazón el ardor para anunciar con alegría y fuerza a Jesucristo, y testimoniar hoy que es El Señor quien mueve nuestra vida, que es el Señor quien nos hace felices. El es nuestro Salvador. Por eso necesitamos la sacudida de un nuevo Pentecostés para abrir el corazón al Señor, afianzar nuestra fe en Él y comunicar la Alegría del Evangelio con alegría y valentía a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Que en este día, en esta Vigilia, con María, supliquemos: “Conviértenos, Señor, con tu Espíritu. Transfórmanos, Señor, con tu Espíritu. Inúndanos, Señor con tu Espíritu”. Que el Espíritu inunde nuestros corazones, inunde nuestras Comunidades de Vida Consagrada, inunde nuestras Parroquias.
Adolfo Álvarez. Sacerdote