Celebramos hoy la Asunción de la Madre de Dios y Madre nuestra, la Bienaventurada Virgen María. Después de la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, que celebramos el uno de enero, es la Fiesta más grande de la Virgen. Es ,podemos decir, la Pascua de María. Es una de las fiestas más entrañables del calendario mariano y del calendario festivo cristiano.
El Papa pio XII, en el año 1950, declaró verdad de fe que << maría, Madre de Dios, inmaculada y siempre virgen, al terminar el recorrido de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo>> Y nos dice el Concilio Vaticano II: << La Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo y elevada al trono por el Señor como Reina del Universo>> y sigue diciendo: << María, desde su Asunción a los cielos, acompaña al Pueblo de Dios como signo de consuelo y firme esperanza>> .
Os invito a ver la Asunción de María como fruto y consecuencia de toda su vida. Dicho de otra manera, porque vivió en la confianza plena y radical en Dios, porque fue humilde, disponible a Dios y a los hermanos. Es por esto que Dios la ha ensalzado. Entendiendo así la Asunción, vemos cómo aquella primera cristiana que fue modelo de vida para nosotros -vivió toda su vida tan unida a la voluntad de Dios- toda su vida fue ratificada, asumida por Dios y llevada a una vida nueva.
Para nosotros la Asunción de la Virgen es signo de esperanza porque ella ya vive aquello que cada cristiano está llamado a vivir: la profunda comunión con Dios ya ahora pero de una manera plena en la vida nueva en el Cielo. En María contemplamos la realidad gloria a la que estamos llamados cada uno de nosotros y toda la Iglesia.
Contemplemos el Evangelio de hoy. ¡Fijémonos en María!
Destacar algunos rasgos de María, de su manera de vivir que Dios ha asumido y que nos pueden ayudar a nosotros hoy para a través de María vivir más intensamente nuestro ser cristianos:
1) Vemos la Visitación como fruto de esta apertura a Dios y a los otros. Ella, que se habría podido quedar en casa cuidándose por su embarazo, sabe ver antes que nada que la otra, Isabel, la necesita. ¡Cuántas veces nos cuesta ver que los otros nos pueden necesitar! ¿Sé mirar hacia los demás primero? ¿O me miro demasiado a mí mismo? ¿Soy sensible a las necesidades de los demás? María sabe ver qué necesita su prima y esto la lleva a pasar a la acción en disposición de servicio. María no se queda sólo en el amor sino que llega a la caridad (el amor que se vuelve servicio). María nos es modelo de entrega y de disponibilidad. Va y se está el tiempo que sea preciso ayudando y comprometiéndose por el otro. ¿Me comprometo yo por los demás? La acción de María, el servicio, es fruto del amor. Mi actuar, ¿de qué es fruto?.
2) Vemos el canto del Magníficat. María proclama de corazón las obras grandes que el Señor va realizar a través de ella, su humilde esclava. Hace todo un canto de alabanza. El Magníficat es un compendio de historia de salvación y de misericordia de Dios con Israel y con el mundo entero, con los humildes y con los que cumplen la voluntad de Dios, con los que viven en la fe y con los que saben esperar el día dichoso del encuentro en la gloria. Y yo ¿estoy agradecido a Dios? “El Poderoso ha hecho ha hecho obras grandes por mí” dice María. Ha hecho obras grandes por ella, es muy cierto, pero porque ella deja que Dios le toque el corazón, se lo haga nuevo. ¿Dejo que Dios actúe en mí o voy por libre? .
Amigos, la solemnidad de la Asunción es síntesis de todas las fiestas marianas; es la fiesta de la glorificación de la Madre de Dios, la Pascua de María. Los orientales llaman a este misterio la “Dormición”, porque en la Virgen el final de su vida no fue como el de los pecadores, sino un tranquilo paso a la eternidad. El cuerpo de la Madre virginal e inmaculada del Hijo de Dios no podía corromperse en el sepulcro; por ello, al final de su vida terrestre, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo.
Y es que la Virgen nos invita a mirar a hacia el cielo, a vivir la primacía de los valores del espíritu, a que las cosas de aquí sean un medio para llegar a Dios y no un fin para instalarnos en ellas. María nos dice qué sentido tiene la vida. María nos recuerda estamos destinados a vivir para siempre. Que estamos llamados a ser felices, Ella misma nos ilumina con su presencia maternal en el camino de nuestra vida llevándonos a Cristo, “Camino, Verdad y Vida”.
Hermanos: la Asunción de María nos ha de llenar de alegría, de esperanza, de paz, pues estamos en camino hacia el cielo, hacia la plenitud de nuestra condición como hombres y como cristianos. Y por ello en este día suplicamos: María, ayúdanos a seguir tu ejemplo. Que como has vivido tú el paso de la vida a la Vida plena de Dios, un día nosotros seamos también dignos y nos encontremos en la gloria. Ruega por nosotros y por nuestro pueblo, Madre de Dios y Madre nuestra.
¡FELIZ DIA! Adolfo Álvarez. Sacerdote