“Abres tú la mano , Señor y nos sacias”
Desde hoy y durante los próximos cuatro domingos, la liturgia de la Palabra interrumpe la lectura del Evangelio de San Marcos y nos adentra en la contemplación del capítulo 6 de Evangelio de San Juan. Este capítulo conocido como el Discurso del Pan de Vida es una catequesis de Jesús sobre la Eucaristía, Pan de vida, que empieza con el signo de la multiplicación de los panes y los peces. Los Padres de la Iglesia interpretan el sentido de los panes tanto como símbolo de la Eucaristía como de la misma Palabra de Dios. Ambas nos alimentan y de las dos necesitamos.
Se trata básicamente de una reflexión que se refiere a la Eucaristía, pero que ilumina también otros puntos y temas de reflexión. Las reflexiones que encontramos en estas cinco semanas son:
1) el pan, al ser compartido, se multiplica (tema de hoy)
2) no hay que trabajar solo por una comida que se echa a perder, sino por la comida que da la vida eterna
3) Jesús dirá de sí mismo que es el Pan de Vida, de una vida plena y para siempre
4) la adhesión a Jesús no tiene que ser solo intelectual y teórica, sino de asimilación y compenetración de vida, de tener sus mismos sentimientos y actitudes
5) al escuchar este discurso, muchos le abandonaron, pues lo consideran duro y difícil de vivir, pero Pedro y los doce afirmaron que solo Él tenía palabras de vida eterna.
El milagro de Jesús que en este domingo contemplamos y meditamos nace de su compasión por los hombres, por cada uno de nosotros. Nos hace caer en la cuenta que el pan, al ser compartido, se multiplica. Nos lleva a cantar con el Salmista: “Abres tú la mano, Señor y nos sacias” Si entonces sació el hambre de más de cinco mil personas, hoy nos sigue ofreciendo alimento y nos sigue saciando.
Jesús alimenta a la multitud, pero implica a sus Discípulos y por eso les pregunta “¿Con que compraremos panes para que coman estos?”. Pregunta que hoy nos hace a cada uno de nosotros, pues Jesús nos implica a todos nosotros en su compasión por los hombres.
Y es que hemos de caer en la cuenta que todos y cada uno de nosotros tenemos “cinco panes y dos peces”. Dios nos los ha regalado y quiere que se los ofrezcamos, que los pongamos ante Él, para seguir realizando el milagro hoy, en este mundo que nos toca vivir. Y es que nos puede parecer poco, como le parecía poco a Andrés “…¿qué es esto para tantos? Pero es justamente al poner a disposición de los demás lo poco o mucho que tenemos, nuestros “cinco panes y dos peces”, cuando Jesús hace entre nosotros el milagro de multiplicar nuestros bienes y de saciar nuestra hambre y sed.
Lección clara la que Jesús hoy nos da: tenían que aprender, tenemos que aprender que la manera de aumentar los pocos recursos que tenemos, es ponerlos en las manos de Dios; incluso los infinitos recursos que el Señor pone en nuestras manos, tenemos que administrarlos y cuidarlos: El Señor mandó que los panes sobrantes se recogieran para que no se perdiera nada. Si leemos detenidamente la Biblia vemos cómo este es el patrón que usa el Señor, se sirve de las cosas pequeñas y de poca importancia para hacer cosas grandes. Y este debiera ser nuestro patrón. Baste recordar ejemplos y ejemplos de las muchas personas que ponen lo poco que tienen en manos de Dios para atender a tantos necesitados, como la M. Teresa de Jesús y tantos religiosos y religiosas que se dedican al cuidado de los enfermos y personas necesitadas. Estas comunidades son un testimonio vivo de que este milagro se hace realidad diariamente en sus vidas.
Además no podemos dejar de ver también en este relato de la multiplicación de los panes una clara alusión a la Eucaristía, el sacramento que tiene un relieve especial en la vida de la Iglesia, que es el centro de la Comunidad cristiana y que nos convoca a los cristianos cada domingo. Cristo hecho Eucaristía es el pan que se multiplica permanentemente para darnos a todos nuestro pan de cada día, y a la vez es el signo que nos estimula a compartir nuestro pan, todo lo que somos y que tenemos, con aquellos que lo necesitan.
La Eucaristía es el Pan de Vida, Pan vivo que nos da la vida eterna de Dios. La Eucaristía es el darse de Dios. La Eucaristía es la generosidad infinita de Dios que reclama nuestra generosidad.
La Eucaristía nos alimenta y nos une al Corazón de Cristo, haciéndonos partícipes de su amor y compasión por los hombres. Por ello nos impulsa a socorrer a los que tenemos a nuestro alrededor y a poner nuestros “cinco panes y dos peces” al servicio del Señor, que no deja de multiplicar su rendimiento.
Acerquémonos a la Eucaristía, verdadero pan del cielo, con hambre, conscientes que de que solamente el Señor podrá saciarnos las necesidades profundas que cada uno de nosotros tenemos.
Cada día es una oportunidad que Dios nos da, alimentados del Pan de Vida, para multiplicarnos, desgastarnos y brindarnos generosamente por los demás. ¡Aprovechemos esta oportunidad!
Adolfo Álvarez. Sacerdote