Celebramos en este Domingo la Solemnidad del nacimiento de San Juan Bautista. Con la Virgen María (8 de septiembre), Juan es el único santo del cual se celebra el día de su nacimiento. Esta Solemnidad está en relación con el nacimiento de Cristo según las palabras del ángel en el momento de la Encarnación del Hijo de Dios: <<Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses laque llamaban estéril>> (Lc 1,36).
Tengamos también en cuenta que ambos nacimientos coinciden con el solsticio: el Nacimiento de Jesús con el de invierno, cuando empiezan a aumentar las horas de luz, y el de San Juan con el de verano, cuando comienzan a disminuir las horas de luz. Así se hacen realidad, de modo simbólico, las palabras del Bautista: “Es preciso que él crezca y que yo disminuya” (Jn 3,30).
La Liturgia nos dice que la Solemnidad de hoy es un motivo de alegría (“concede a tu familia el don de la alegría espiritual”, dice la Colecta) que ya viene anunciada por las palabras del ángel Gabriel a Zacarías, su padre (“te llenarás de alegría y muchos se alegrarán de su nacimiento”: Lc 1, 14). Y es que San Juan Bautista nos recuerda que hemos de vivir en la alegría de la fe, y que hemos de transmitir esa alegría a nuestro alrededor. La alegría del Bautista hace siempre referencia a Jesucristo y por ello, también la comunica a los demás. Su alegría proviene de la Palabra, de la que él es sólo la voz. El Papa Francisco nos recuerda que la causa de nuestra alegría está en conocer a Jesucristo y dejarse amar por Él y así en la “Evangelii gaudium” afirma: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús…Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (n.1).
San Juan Bautista tiene un currículo vital resumido admirablemente en el Prefacio de la Misa de hoy. Destaca este Prefacio los grandes momentos de la vida del Precursor de Jesucristo, que son para nosotros estímulo para nuestra vida cristiana:
a)Se le llama “precursor del Señor” y se afirma que “es el mayor de los nacidos de mujer”. Son palabras de Jesucristo que de esta forma pone de relieve y nos invita a considerar a Juan el Bautista: “no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan Bautista” (Mt 11, 11).
Su nacimiento es totalmente un don de Dios. Nace de Isabel, una mujer estéril y de Zacarías, un padre anciano. El mismo nombre de Juan, que en hebreo significa “Dios da su gracia”, “Dios misericordioso”, indica la gracia transformadora de Dios y el esplendor de este hombre transformado por esta gracia.
b). El “saltó de alegría en el vientre de su madre” al encontrarse Isabel con María que estaba embarazada de Dios. Dios lo ha llamado a ser un instrumento escogido. Dios lo ha preparado y llamado, desde el seno materno, a ser el Precursor de su Hijo Jesucristo.
c). Su nacimiento fue “motivo de gozo para muchos”. Con él nace el precursor de la vida perfecta ofrecida por Dios a su pueblo. Su nacimiento es una bendición de Dios que inaugura el tiempo nuevo de la Salvación, la Nueva Alianza de Dios con su pueblo. Juan encarna la gratuidad de la vocación cristiana y la entereza de su vocación, la humildad de quien ha sido enviado y vive al servicio de Dios, la fidelidad y la radicalidad de quien asume su propia vocación y misión hasta las últimas consecuencias.
d). Mostró a las gentes “el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”. Llamó a la conversión, preparando los caminos al Señor y después lo muestra presente en medio de nosotros. Su estilo de vida responde claramente a la de aquel hombre que no ha buscado hacer su voluntad, sino que, consagrado al Señor, de quien no se considera digno de desatar sus sandalias, es el gran profeta y evangelizador que ayuda a la gente a conocer y a seguir a Jesucristo como el único y verdadero Salvador. Su testimonio es predicar la Buena Noticia de Jesucristo y de su mensaje: Jesucristo es el único Salvador y el Salvador total. De aquí que su mensaje insistente sea llamada a la conversión.
e). “Y él dio, por fin, su sangre como supremo testimonio por el nombre de Cristo”. Fue el primer mártir. En San Juan Bautista aparece el espíritu de misericordia ante los que buscan a Dios con sincero corazón y la libertad para denunciar, incluso ente los poderosos, todo lo que sea manipular el Evangelio o para rebajar las exigencias de la vida cristiana. En él aparece la valentía de los que ponen su confianza en el Señor para anunciar la verdad y valentía para denunciar las injusticias.
No le fue fácil cumplir su misión. Pasó años en el desierto y sus últimos días en la cárcel por defender la verdad. Fue el primer mártir cristiano: Herodes, esclavo de sus pasiones, le mandó degollar.
San Juan Bautista con estos rasgos de su vida, que acabamos de recorrer, nos muestra una triple vocación: la de preparar, la de discernir y la de hacerse pequeño. Nos llama a que como creyentes preparemos los caminos al Señor anunciándole siempre con nuestras palabras y obras. Nos llama a discernir, saber distinguir la verdad de lo que no lo es, aunque ello nos traiga problemas. Y que cada uno de nosotros creyentes nos hagamos pequeños para que el Señor crezca en el corazón de los demás.
San Juan Bautista nos anima para que la gran pasión de cada uno de nosotros creyentes, y de todos creyentes, sea mostrar a Jesús, llevar a los demás a Jesús. Que el Espíritu Santo nos anime y dé fuerzas para ello. Que nuestro corazón en este día se llene de alegría, seamos cada uno pueblo bien dispuesto para recibir el Evangelio y demos siempre testimonio de Jesucristo.
Adolfo Álvarez. Sacerdote.