La Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia. En este Domingo celebramos la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, tradicionalmente llamada “Fiesta del Corpus”. En esta Solemnidad se nos invita a manifestar nuestra fe y devoción en este Sacramento, “signo de unidad, vínculo de caridad, Banquete Pascual, en el cual se recibe a Cristo como alimento, el alma se llena de gracia y se nos da prenda de la gloria venidera” (Sacrosanctum Concilium n.47).
La Fiesta del Corpus se comenzó a celebrar en Lieja en el año 1246 y el Papa Urbano IV la extendió a toda la Iglesia en el año 1264 y en el siglo XIV comenzó a celebrarse la procesión como manifestación de Fe, “como veneración pública a la Santísima Eucaristía”.
“Esto es mi Cuerpo… Ésta es mi Sangre”: es la verdad salvadora que Jesús hoy en el Evangelio de nuevo nos repite. Cada vez que celebramos la Eucaristía hacemos memorial y hacemos vida estas palabras. Es el Sacramento de la vida, el Sacramento del amor el que hoy la Iglesia nos propone para admirarlo y adorarlo aún más si cabe. En esta Solemnidad proclamamos de un modo más nítido nuestra fe en la presencia real, permanente y sustancial de Cristo en las especies eucarísticas.
Ciertamente en la Eucaristía se hace presente de una manera singular el Señor Jesucristo, el mismo Jesús que predicó en Palestina (Jesús histórico), el mismo que fue resucitado de entre los muertos (Señor resucitado –Cristo de la fe-) y el mismo que adoramos en este sacramento (Señor Eucaristía, Cristo Eucarístico). Por tanto, la presencia de Cristo en este sacramento va más allá de la celebración eucarística, porque creemos en la permanencia real de Cristo en las especies consagradas. Por eso, hoy veneramos de una manera especial este misterio, y llevamos en procesión al Santísimo por nuestras plazas y calles, manifestando así nuestra fe en este Sacramento.
El Señor, con un gesto de amor infinito, ha querido quedarse con nosotros de una manera admirable bajo el signo del pan y del vino, Cuerpo entregado y Sangre derramada, y ser nuestro alimento para que no nos falten fuerzas en el camino de la vida.; ser nuestro amigo cercano y nuestro confidente, que en el silencio de la Oración escucha nuestras palabras y nos da ánimos y aliento. ¡Qué más podríamos desear! ¡Vayamos a Él! ¡Acudamos al Sagrario! ¡ ¡Adorémosle en el Santísimo Sacramento!.
Celebrar la Eucaristía, participar en la Eucaristía, adorar la Eucaristía, es entrar en el corazón mismo de nuestra fe, pues en la Sagrada Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia. Este bien espiritual es Cristo. Cristo que nos muestra todo su inmenso amor. Por ello hoy nuestros labios exclaman “Cantemos al Amor de los Amores”.
Y la Eucaristía nos tiene que llevar a que nuestro corazón arda de amor apasionado para con los demás, especialmente para con los más necesitados. Por ello en este día del Corpus se celebra el Día de la Caridad. La Eucaristía es “vinculo de caridad”, nos llama a la fraternidad cristiana, a saber compartir, a estar atentos a las necesidades de los demás, especialmente de los que sufren por la causa que sea.
Amigos hoy es un buen día para que nos propongamos celebrar y participar mejor en la Eucaristía. Para que se avive nuestra fe en Jesús Sacramento y acudamos a Adorarle con más frecuencia. También, para proclamar con mayor ahínco nuestra fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía. Y como culminación de todo ello: vivir el amor entregado de Cristo y darlo a los hermanos.
El Señor en este día que sale en la Custodia por nuestras plazas, calles, pueblos, nos bendiga especialmente. Feliz día.
Adolfo Álvarez. Sacerdote