Pero vosotros vais a recibir un nuevo Bautismo, el del Espíritu Santo. Os lo he prometido y se os dará. El propio Espíritu Santo descenderá sobre vosotros. Ya os diré cuándo. Y quedaréis repletos de Él, con la plenitud de los dones sacerdotales.
Podréis, por tanto, como he hecho Yo con vosotros, infundir el Espíritu Santo de que estaréis repletos, para confirmar en gracia a los cristianos e infundir en ellos los dones del Paráclito. Sacramento regio poco inferior al Sacerdocio Éxodo 29, 1-35; Levítico8) . Que tenga la solemnidad, pues, de las consagraciones mosaicas con la imposición de las manos y la unción con óleo perfumado, en el pasado usado para consagrar a los Sacerdotes.
¡No, no os miréis tan asustados! ¡No estoy diciendo palabras sacrílegas! ¡No os estoy enseñando un acto sacrílego! La dignidad del cristiano es tal, que, lo repito, en poco es inferior a un sacerdocio. ¿Dónde viven los sacerdotes? En el Templo. Y un cristiano será un templo vivo. ¿Qué hacen los sacerdotes? Sirven a Dios con oraciones, con sacrificios y cuidando de los fieles.
Esto hubieran debido hacer… Y el cristiano servirá a Dios con la oración y el sacrificio y con la caridad fraterna.
Y escucharéis la confesión de los pecados, así como Yo he escuchado los vuestros y los de muchos, y he perdonado donde he visto verdadero arrepentimiento.
¿Os inquietáis? ¿Por qué? ¿Tenéis miedo de no saber distinguir? He hablado otras veces sobre el pecado y sobre el juicio acerca del pecado. Y, al juzgar, acordaos de meditar en las siete condiciones por las que una acción puede ser o no pecado, y de distinta gravedad. Resumo. ¿Cuándo se ha pecado y cuántas veces?, ¿quién ha pecado?, ¿con quién?, ¿con qué?, ¿cuál es la materia del pecado?, ¿cuál la causa?, ¿por qué se ha pecado? Pero no temáis. El Espíritu Santo os ayudará.
Eso sí, con todo mi corazón os conjuro que observéis una vida santa, la cual aumentará de tal manera en vosotros las luces sobrenaturales, que llegaréis a leer sin error el corazón de los hombres y podréis, con amor y autoridad, declarar a los pecadores, temerosos de revelar su pecado o rebeldes para confesarlo, el estado de su corazón, ayudando a los tímidos y humillando a los impenitentes. Recordad que la Tierra pierde al Absolvedor y que vosotros debéis ser lo que Yo era: justo, paciente, misericordioso, pero no débil. Os he dicho: lo que desatéis en la Tierra quedará desatado en el Cielo y lo que aquí atéis quedará atado en el Cielo. Por tanto, con sopesada reflexión juzgad a cada uno de los hombres sin dejaros corromper por simpatías o antipatías, por regalos o amenazas; imparciales en todo y para todos como es Dios, teniendo presentes la debilidad del hombre y las insidias de los enemigos.
Os recuerdo que algunas veces Dios permite también las caídas de sus elegidos; no porque le guste verlos caer, sino porque de una caída puede resultar un bien futuro mayor. Tended, pues, la mano a quien cae, porque no sabéis si esa caída puede ser la crisis que remedia una enfermedad que para siempre termina, dejando en la sangre una purificación que produce salud, en nuestro caso: que produce santidad.
Sed, por el contrario, severos con los que no tengan respeto hacia mi Sangre y acabada de lavar su alma por el lavacro divino, se arrojen al cieno una y cien veces. No los maldigáis, pero sed severos. Exhortadlos. Reciban vuestro llamamiento setenta veces siete.
Poema del Hombre Dios, María Valtorta.