La Solemnidad de San José es como una bocanada del Espíritu para la Iglesia penitente, que en la Cuaresma, tiempo de conversión y de gracia, camina hacia la Pascua con gozo decidido y esperanzado. Es muy poco lo que los evangelios nos dicen de él. Su vida no sobresale ni destaca por su espectacularidad, sino por su fidelidad.
San José es para nosotros un ejemplo en el camino de nuestra vida cristiana y nos ayuda, sin lugar a duda, en nuestro camino de conversión. Podemos descubrir en su vida unas actitudes profundas que deberían ser también nuestras actitudes.
-Es un hombre de silencio ; Dios se vale de su silencio para no escandalizar. San José con su silencio da facilidad a la entrada de Dios en el mundo sin hacer ruido. Entra sin escándalos y sin que se note. Por eso San José nos muestra que en este mundo saturado de ruidos, necesitamos confortables espacios de silencio, espacios prolongados para la pausa, para la interiorización, para respirar hondo y para oxigenar nuestro espíritu, para contemplar y meditar la Palabra de Dios interiorizándola y dejándonos interpelar por ella. Necesitamos reconfortantes espacios y tiempos de silencio para descansar de la agitación y para tranquilizar nuestro espíritu, para nutrir nuestra vida en el Corazón de Cristo que nos dice: “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré” San José nos enseña que en la soledad y en el silencio habita Dios. Él nos muestra que es necesario encontrar en nuestras jornadas, con todas las actividades, momentos para recogernos en silencio y meditar sobre lo que el Señor nos quiere enseñar, sobre cómo está presente y actúa en nuestra vida. En síntesis, de San José aprendemos ese recogimiento necesario para que Dios nos hable y poder comprender los acontecimientos de nuestra vida a la Luz de Dios.
-Es un hombre capaz de acoger a Dios; San José es un hombre abierto al misterio de Dios, que acoge su llamada con espíritu de disponibilidad.
Cuando Dios se manifiesta, siempre trastorna nuestra vida, siempre nos sorprende. Cuando Dios se hace presente en la vida de los hombres, lo que cuenta, lo que es decisivo no son nuestros preparativos, nuestros proyectos, sino la acogida que damos a su llamada. Cuando Dios se manifiesta, «todo es gracia» y por lo tanto, todo depende de la fe. Esta fue la actitud de José. El supo acoger el misterio de Dios que irrumpía en su vida. Confió en la Palabra de Dios, confió «contra toda esperanza», aceptando el riesgo que siempre supone la fe, sin verlo todo claro de una vez para siempre, asumiendo con coraje las dificultades y las oscuridades del camino que emprendía. Su confianza, su disponibilidad, su actitud de dejarse guiar por El lo convierte para nosotros en un modelo, un punto de referencia.
-Es un hombre que responde a Dios fielmente y con generosidad; Como María, también José creyó en la palabra del Señor y fue partícipe de ella. Como María, creyó que este proyecto divino se realizaría gracias a su disponibilidad. Y así sucedió: el Hijo eterno de Dios se hizo hombre en el seno de la Virgen Madre. Como Abrahán, José es un hombre de fe: pone su confianza en Dios sin tener todas las claves del camino en que se encuentra metido. En el momento más amargo de su vida, cuando está dispuesto a dejar a María al verla encinta, le dice el ángel: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo… José, habiendo despertado del sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor” (Mt 1,21) y respondiendo fielmente a Dios acoge en su casa a María y después pondrá por nombre Jesús al niño que de ella nacerá. La fe de San José se transforma y se traduce en fidelidad. Ha acogido con confianza la llamada de Dios y sigue con generosidad los caminos que Dios le señala.
San José siempre camina en la fe: cuando conoce que María espera un hijo, como acabamos de señalar, cuando ha de huir a Egipto, cuando recupera al niño Jesús en el templo. Nos enseña a nosotros a vivir en la fe todos los momentos y circunstancias de la vida por las que tengamos que atravesar.
Como San José, también nosotros somos llamados a acoger a Dios y a responderle con fidelidad y confianza. Tenemos cada uno un lugar y una misión irremplazables en el plan de Dios. Debemos tener un espíritu atento para saber descubrir en la vocación a la que Dios nos llama, en nuestro trabajo, en nuestros ambientes, en nuestras familias y en nuestras comunidades las llamadas que Dios nos hace a asumir, nuestra responsabilidad y nuestros compromisos. Debemos tener también un corazón generoso que nos haga avanzar con decisión para hacer de nuestra vida una respuesta fiel y generosa a la llamada de Dios.
Amigos, festejemos hoy con gozo a San José, Patrono de la Iglesia Universal, patrono de los Seminarios, Abogado de la buena muerte y pidamos al Señor por su intercesión que, disponiéndonos a celebrar los Santos Misterios de nuestra Salvación en la Semana Santa que se avecina, avancemos en el camino de nuestra conversión a Dios, no siendo sordos a su llamada y respondiéndole con fidelidad y confianza y colaborando para que el anuncio del Evangelio llegue a todos y todos puedan descubrir y gustar el inmenso amor que Dios nos tiene y que llevó a Jesucristo a salvarnos desde el Árbol Santo de la Cruz.
Feliz día de San José a todos.
Adolfo Álvarez. Sacerdote