En el texto evangélico de hoy contemplamos que Jesús inicia su vida pública y la comienza en Galilea, allí mismo donde Juan Bautista acaba de ser decapitado por Herodes. Y comienza predicando el Reino: Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio (1,14-15). Jesús no define qué es el Reino, pero es el centro de su predicación y la pasión que anima toda su actividad; todo lo que dice y hace está al servicio del Reino de Dios, es como el hilo conductor que atraviesa todo el Evangelio de Marcos.
El Reino de Dios es de capital importancia en el mensaje de Jesús, es como el eje de su mensaje. El Reino de Dios comenzó con Jesús, con su persona y su evangelio. La vida del Señor inauguró el reino, un mundo mejor, que llegará a su plenitud en el cielo. Para Jesús el <Reino de Dios> es la vida tal como la quiere construir Dios. De esta vida estamos llamados a ser constructores los cristianos; esa es nuestra principal misión. Hemos de construir un mundo nuevo desde los valores del Evangelio: la justicia, la paz, la vida, el amor, la unidad, la verdad…
Para pertenecer a este Reino, para construirlo Jesús nos pide hoy la conversión y la fe y el seguimiento.
La conversión en sentido evangélico es aceptar la Salvación que Dios nos ofrece de una manera generosa y desbordante y que como respuesta a tal derroche de amor dejemos nuestra manera de vivir para creer en lo que nos propone el Evangelio y cambiar de vida. Es un giro de ciento ochenta grados en nuestra vida, para dejar que Dios ocupe el centro de nuestra vida, de nuestro corazón. La conversión está en la médula del mensaje evangélico. Implica un cambio de camino, de mentalidad, de forma de vivir, de pensar, de creer, de amar, de manera que nuestros sentimientos, nuestras actitudes sean los sentimientos y las actitudes de Jesús. La conversión es un don, una gracia que tenemos que pedir al Señor. Es lo que expresamos en la jaculatoria: “Jesús, manso y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al tuyo”.
La conversión pide de nosotros fe, fiarnos del Señor, poner toda nuestra confianza en el Señor, adherirnos plenamente a Él. Por eso conversión y fe están estrechamente unidas.
Y la conversión y la fe se manifiestan en el seguimiento de Jesús. La vocación de los primeros discípulos es un ejemplo concreto de conversión y de fe. La respuesta a la llamada a la conversión y la confianza en el Señor, la fe, implica desprendimiento y renuncia y se traduce en “seguimiento”. Discípulo no es el que abandona algo, sino el que encuentra a alguien y le sigue. Seguir a Jesús es participar de su vida. La llamada de Jesús a su seguimiento no admite demora ni retraso, al instante, inmediatamente porque la urgencia del Reino apremia. Para seguirlo, hay que dejar las redes, es decir, hay que eliminar todo lo que impide estar ágiles y disponibles para anunciar el Evangelio y ser testigos del Reino de Dios. Hoy se nos invita a preguntarnos ¿Hay redes en nosotros que nos tengan enredados, que nos impidan el seguimiento?
El Señor hoy pasa de nuevo junto a nosotros y nos llama por nuestro nombre como llamó a Simón y Andrés, a Santiago y Juan, nos dice “venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres”. Es la gran llamada que nos hizo en el Bautismo y que hoy nos hace de nuevo. ¿Estamos dispuestos a seguir al Señor como lo estuvieron Simón y Andrés, Santiago y Juan?
Aceptar la llamada implica vivir vida nueva y ha de renunciar a la antigua pues ahora comienza algo nuevo y esa novedad implica la renuncia de lo anterior y el inicio de un nuevo camino: el camino de Jesús.
Seguir este camino implica ser testigos, ser “pescadores de hombres”. Para ello cada uno desde la vocación a la que Dios nos llama, sacerdote, vida consagrada, matrimonio, vida laical célibe hay que tomar el molde siempre nuevamente en Cristo, por eso necesitamos siempre decirle al Señor lo que la Iglesia canta en el salmo de este domingo: “señor, enséñanos tus caminos” y así seguir sus pasos y tener sus sentimientos y actitudes.
Estamos en el Año Jubilar de Covadonga, que la Santina nos ayude en el camino de la conversión y de la fe y su ejemplo nos estimule en el seguimiento del Señor.
Adolfo Álvarez. Sacerdote