En la Celebración de la Navidad, que acabamos de concluir, hemos celebrado y contemplado como Dios se hace Verbo encarnado, el Dios-con-nosotros. Dios que sale al encuentro del hombree llamándolo a buscar y realizar su voluntad y así hacerle partícipe de su vida divina. Dios se revela en Cristo al hombre para que éste pueda descubrir la permanente llamada a la Salvación.
En la Historia de la Salvación tenemos muchos ejemplos de amor y predilección por parte de Dios. Uno de ellos es Samuel, que aparece en la primera lectura de este domingo, donde nos encontramos con el misterio de la elección divina, de cómo Dios elige a quien quiere para ser instrumento suyo de salvación. Hoy también el Señor sale a nuestro encuentro llamándonos por nuestro nombre y para ello se vale de mediaciones, como fue mediación Elí para Samuel, y como lo será Juan Bautista para Andrés y Juan encontrarse con el Señor. Y es que la relación personal con Dios necesita mediaciones. Esto nos es muy necesario redescubrirlo hoy en que muchos, quizá nosotros también, conciben la religión como una relación íntima y privada con Dios, en la que no entra nadie. Y así se dice “yo me confieso con Dios”. Pues bien la relación personal con Dios pasa por mediaciones. Así podemos ver la mediación de un catequista, de un sacerdote, de nuestros padres, de un amigo…que nos ayuda a descubrir a Dios en nuestra vida y a caminar desde Él.
El Evangelio de hoy nos presenta a los primeros discípulos en su encuentro con Jesús y su seguimiento a Él. Así nos enfrenta con una de las exigencias fundamentales de la fe: el seguimiento de Cristo.
Hemos de contemplar esta escena y sentirnos interpelados por la pregunta que Jesús hoy hace “ ¿Qué buscáis?”.
Cuando uno no busca nada en la vida y se conforma con “ir tirando” no es posible encontrarse con Jesús. Lo importante no es buscar algo, es buscar a Alguien. Es decirle al Señor ¿Dónde vives? Y gustar interiormente que Jesús nos dice: “Venid y lo veréis”.
Y es que aquí amigos se nos llama a preguntarnos ¿Somos admiradores de Cristo o somos seguidores de Cristo?, pues hay mucha diferencia entre ser admiradores y ser seguidores. El seguidor es o procura ser lo que admira. El admirador, en cambio, no compromete su persona: admira, mira desde afuera y no se preocupa en ser como lo que admira.
El Evangelio nos presenta la fe y el seguimiento como inseparables, como las dos caras de la misma moneda. Por eso, una fe que no se traduce en vida, no vale nada, es aquello de si “la sal se vuelve sosa no vale más que para tirarla y que la pise la gente” (Mt 5).
Pero para seguir a Jesús hay que conocerle, hay que estar con Él. Hay que tener una experiencia personal de Él. Un encuentro que nos deje enamorados de Él, fascinados, que transforme nuestra vida y nos deje diciendo: “Esto no se puede explicar con palabras”. Entonces el seguimiento de Cristo significará para cada uno de nosotros, como significó para los Discípulos, sobre todo, confiarse a Él para siempre. Significará comprometerse con Él sin garantías, y seguirle hacia lo nuevo. Significará salir de nosotros mismos para entrar en comunión de ideales, de principios y de vida con Él.
Esta experiencia es la que nos tiene que llevar a comunicar a los demás: “Hemos encontrado al Mesías” y hacer como Andrés que llevó a Pedro ante Jesús.
Nuestro testimonio de creyentes hoy más que nunca lo necesita nuestro mundo, lo necesita nuestro alrededor. Y cómo hacer, podemos preguntarnos.
Y yo diría que podemos hacerlo:
- Acogiendo la vida día a día como regalo de Dios
- Viviendo la alegría de sabernos perdonados, desde la experiencia de la misericordia de Dios
- Contando con una luz nueva frente al mal. La fe en Cristo, la comunión con el Crucificado permite vivir el sufrimiento sin autodestruirnos ni desesperarnos. Amigos que el Espíritu Santo nos ayude a que esto suceda en nuestras vidas. Que podamos decir que lo mejor que nos ha pasado en nuestra vida es haber conocido a Cristo. Qué esto es lo que da sentido a todo lo demás en nuestra vida.
- Los primeros cristianos vivían con una idea muy clara para ellos: Ser cristiano es <<revestirse de Cristo>>, reproducir en nosotros su vida.
Adolfo Álvarez. Sacerdote