¡Cómo se alegra la Iglesia y cada uno de los fieles hemos de alegrarnos al celebrar la Solemnidad de Todos los Santos! Con la belleza de un cielo palpitante de estrellas, inagotables constelaciones, la Iglesia de los santos del cielo brilla e inunda con su luz a la Iglesia de los fieles de la tierra, nos inunda a cada uno de nosotros.
En un mundo en el que no abundan las noticias positivas, ni los modelos de vida coherente, vale la pena subrayar lo que significan y representan los Santos: un regalo de Dios a la humanidad, el mejor don del Espíritu a su Iglesia. Papas y niños, mártires y religiosos, fundadores y laicos, reyes y sencillas madres de familia, doctores de la Iglesia y legos de un monasterio desconocido, jóvenes y mayores, todos ellos han asumido el Proyecto de Jesús y lo han realizado con fidelidad. Todos salvados en Jesucristo, todos bautizados, miembros del Cuerpo de Cristo, que han peregrinado por este mundo viviendo según el Evangelio y han alcanzado la salvación eterna. Todos ellos forman la Jerusalén celeste, de la que nos habla en la Liturgia de este día el Libro del Apocalipsis, la ciudad del cielo, para referirse a la meta de toda vida cristiana, que es Dios mismo.
Y nos preguntaremos ¿Cuál es el Proyecto de Jesús, que han asumido estos hombres y mujeres? Ellos testimoniaron a Jesucristo y asumieron como valores fundamentales para vivir el seguimiento de Jesucristo, los valores de la Bienaventuranzas. Cada una de las Bienaventuranzas es expresión de un camino de santidad.
Los Santos son ejemplo para nosotros de vidas entregadas a Dios y a los demás. Ellos forman parte de nuestra historia, de nuestra humanidad, ellos de carne y hueso como nosotros, con limitaciones y tentaciones supieron acoger a Dios en sus vidas desde los valores de las Bienaventuranzas. Con el testimonio y coherencia de su vida, nos están demostrando que sí es posible superar las tendencias del mundo y programar nuestra vida según Dios, apoyados, eso sí, en la fuerza de su Espíritu, pues es el Espíritu Santo quien modela los Santos.
Los Santos, amigos, con su ejemplo nos están diciendo que con la ayuda del Espíritu las Bienaventuranzas son camino de felicidad y que siguen teniendo valor: la humildad, la apertura a Dios, la pureza de corazón, la actitud de misericordia, el trabajo por la paz… merece la pena.
Celebremos con gozo esta gran fiesta de nuestros hermanos, como rezamos en el prefacio de la Misa, “los mejores hijos de la Iglesia” y vale la pena que nos dejemos iluminar y llenar de ánimos por su ejemplo. Ellos nos señalan la meta, y al mismo tiempo nos descubren que la santidad es posible para todos y cada uno de nosotros; que estamos llamados a ser santos, porque podemos ser santos, si vivimos unidos al Señor, con la fuerza de su Espíritu, siguiendo el camino del Evangelio. Los Santos estimulan con su ejemplo y nos ayudan con su intercesión, y nos demuestran que es posible seguir el Evangelio de Cristo y nos dan ánimos en nuestra debilidad.
Que los Santos nos ayuden a todos a ser cada día más auténticos y coherentes en nuestro caminar cristiano. Recordemos en este día y sigamos una recomendación de San Bernardo: “No seamos perezosos en imitar a quienes estamos felices de celebrar”.
Amigos, animémonos unos a otros. ¡Merece la pena! ¡No desfallezcamos! ¡El Espíritu Santo nos da su fuerza y quiere modelarnos a imagen de Cristo como modeló a los Santos, ¡dejémonos modelar y alentar a seguir en camino hasta alcanzar la meta que ellos alcanzaron: el cielo, la nueva Jerusalén!
Adolfo Álvarez. Sacerdote