En el Evangelio que leemos hoy , Lucas 6, 12-19 , Jesús se retiró a una montaña para orar y pasó toda la noche en oración con Dios ; cuando se hizo de día llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles.
En los momentos decisivos de la vida de Jesús Él se aparta para Orar, la Oración es fundamental para Cristo, vamos a ver un pasaje de “El Poema del Hombre Dios» también conocido como » El Evangelio como me ha sido revelado”, donde Jesús habla de la Oración :Dice Jesús : -Aquí nos vamos a quedar una semana en oración… para prepararos a algo muy importante. Por eso he deseado un lugar como éste, aislado, desierto, lejos de todo tránsito de caravanas y de todo lugar habitado. Aquí hay cuevas ya utilizadas otras veces por otros hombres; nos servirán también a nosotros. Aquí hay agua fresca y abundante, aunque el terreno sea seco.
Tenemos pan y comida suficiente para el tiempo que vamos a estar. Los que el año pasado estuvieron conmigo en el desierto saben cómo viví Yo; esto es un palacio respecto a aquel lugar, y además la estación – ya agradable – nos ahorrará las inclemencias del hielo y del sol. Tened buen ánimo, pues. Quizás no volvamos a estar así, todos juntos y solos.
Este tiempo que vamos a pasar aquí debe uniros, haciendo de vosotros no ya doce hombres sino una sola institución.
-¿No decís nada? ¿No me preguntáis nada? Colocad en esa peña los pesos que lleváis y despeñad ese otro peso que tenéis en el corazón: vuestra humanidad. Os he traído aquí para hablaros al espíritu, para nutriros el espíritu, para haceros espíritu. No diré muchas palabras; ¡muchas os he dicho ya en aproximadamente un año que llevo con vosotros! Ahora ya basta.
Si tuviera que cambiaros con la palabra debería teneros diez, cien años, y aun así seríais siempre imperfectos. Ha llegado el momento de que haga uso de vosotros, pero para ello os debo formar. Recurro a la medicina de la oración, que es el arma por antonomasia. Siempre he orado por vosotros, ahora quiero que seáis vosotros mismos quienes oréis. Todavía no os enseño mi oración, pero sí os doy a conocer ya el modo de orar y lo que es la oración: coloquio de hijos con su Padre, de espíritus a Espíritu, abierto, cálido, confidencial, recogido, franco.
La oración lo es todo: confesión, conocimiento de nosotros mismos, llanto por nosotros mismos, promesa a nosotros mismos y a Dios, petición a Dios; todo hecho a los pies del Padre. No puede hacerse en medio del bullicio, entre distracciones, a menos que se sea un coloso en la oración (y, aun así, incluso los colosos se resienten de este choque y ruido del mundo en sus horas de oración). Vosotros no sois colosos, sois pigmeos; sois sólo párvulos en el espíritu, parvos del espíritu. Aquí alcanzaréis la edad de la razón espiritual. Lo demás vendrá después.
Por la mañana temprano, a la meridiana y al atardecer, nos reuniremos para orar juntos, con las antiguas palabras de Israel, y para partir el pan; luego cada uno volverá a su cueva y estará en presencia de Dios y de su alma, en presencia de cuanto os he dicho acerca de vuestra misión y en presencia de vuestras capacidades.
Medíos, escuchad, decidid. Esta será la última vez que os lo diga. Luego tendréis que ser perfectos, hasta donde podéis, sin cansancio ni humanidad; luego ya no seréis Simón de Jonás o Judas de Simón, ni Andrés o Juan, Mateo o Tomás, sino que seréis mis ministros. Marchad. Cada uno solo. Yo estaré en aquella cueva, siempre presente. No vengáis sin serio motivo. Tenéis que aprender a valeros por vosotros mismos y a estar solos.