Una de las decisiones más importantes que podemos tomar en nuestra vida es la decisión del matrimonio, compartir nuestra existencia por amor y para amar, pero en el mundo de hoy esta palabra está muy pobremente entendida y de la toma acertada de esta decisión puede depender la felicidad del resto de nuestra vida.
Para que nuestras decisiones tengan éxito han de estar como en la “parábola de la casa sobre la roca”, construidas sobre la base sólida de Dios, esto es así porque Él sabe mejor que tú mismo qué te puede hacer feliz y quién te puede hacer feliz; por este motivo es importantísimo al tomar una decisión así no hacerlo solos, hemos de contar con Él, meditarlo con Él, preguntarle a Él y pedirle consejo; este discernimiento es super-importante, porque no nos podemos fiar de nosotros mismos pues nosotros nos dejamos llevar por instintos a veces desacertados.
El matrimonio cristiano es una comunidad de vida y amor, donde hombre y mujer se entregan mutuamente sin egoísmos buscando la felicidad del otro y están abiertos a los hijos, dones de Dios. Decía San Juan Pablo II “el cuerpo del hombre y de la mujer no son solo para la procreación, sino que deben expresar el amor mutuo, en una donación recíproca que refleje la unión de los espíritus y la comunión íntima de las personas, regalos de Dios”.
En el mundo de hoy se han banalizado las relaciones matrimoniales al igual que las relaciones sexuales, por ese motivo los matrimonios se rompen cada vez con mayor frecuencia, están construidos sobre arena y en cuanto llegan las tormentas, fracasan.
El Amor familiar exige unidad, indisolubilidad, fidelidad y apertura a la fecundidad.
El libertinaje al que hemos llegado en estos días y en el cual ha tenido mucho que ver Internet , frivoliza las relaciones entre hombres y mujeres y les llevan a buscar relaciones , amistades fuera del matrimonio, siendo muy posible que acabe en fracaso.
Como dice el padre Jorge Loring, “los catastróficos resultados de una libertad de costumbres demuestran que la pureza en la juventud y la fidelidad matrimonial que manda la Iglesia, aunque exige renuncias y sacrificios, es el único camino para llegar a la felicidad de un hogar con amor”.
Esto no lo podemos llevar a cabo sin la ayuda de Dios que formará parte de esa unión si nosotros le dejamos .