Este domingo de Ramos en la Pasión del Señor es el último domingo del tiempo Cuaresmal y nos introduce en la Semana Santa, en la que conmemoramos y actualizamos el Misterio de nuestra Redención: la Pasión, Muerte, Sepultura y Resurrección de Cristo. Es este Domingo de Ramos, la puerta de entrada a la Semana , en la que rememoramos los gestos y palabras de Jesús en su acto definitivo de dar su vida para darnos la Vida. En este día conmemoramos dos hechos de la vida de Jesús: su entrada triunfal en Jerusalén, anticipo de la entrada victoriosa en la gloria de la Resurrección, y los acontecimientos que le llevaron a la muerte de Cruz por la salvación del género humano. La Pasión de San Mateo que hoy escuchamos y oramos nos invita a la contemplación del Señor humillado y crucificado por nuestra Salvación.
La Conmemoración de la entrada de Jesús en Jerusalén, con la que comienza hoy la Celebración es, a la vez, el presagio o la profecía del triunfo real de Cristo y el anuncio de su dolorosa pasión. Los ramos que hoy llevamos en nuestras manos son el signo de que Cristo con su muerte en la cruz destruyó para siempre nuestra muerte y resucitando, glorioso, restauró la vida. Y si conservamos en nuestros hogares las palmas y ramos hoy bendecidos ha de ser para dar testimonio en medio del mundo de nuestra fe en Jesucristo, nuestro Rey y Mesías.
La Pasión y la muerte de Jesús nos introducen en la contemplación de un Dios que es amor. Por amor, vino a nuestro encuentro, asumió nuestras limitaciones y fragilidades. Por amor se entrega a la muerte por nosotros. La Pasión es la locura de amor de Dios por el ser humano.
Al contemplar la Pasión de Cristo en la cruz hemos de contemplar los sufrimientos de la humanidad y también la causa de esos sufrimientos, que no es otra que el pecado. Nos encontramos ante un drama, drama del amor de Dios por cada uno de nosotros. Aquí nos encontramos ante Cristo que nos revela cómo es su amor por nosotros:
- Es un amor traicionado: Judas le vende por unas monedas, Pedro que tanto le dijo que no separaría de él y le va a negar, y aquellos que habían visto sus milagros y experimentado su misericordia, le gritan “crucifícalo”
- Es un amor maltratado. San Mateo nos relata que Jesús es abofeteado, escupido, se burlan de él.
- Es un amor humillado; Jesús ve cómo prefieren antes a un homicida que a Él. El Papa Francisco nos dice: “ La humildad de Cristo se nos muestra con toda claridad en las humillaciones que soportó con absoluta mansedumbre, movido por su amor a nosotros”
- Es un amor hasta el extremo. Se da hasta la muerte. Su amor nos habla de entrega, de la verdadera libertad.
La contemplación de la Pasión del Señor nos llenará de fortaleza para crecer en la fe y el testimonio cristiano. Contemplar a Cristo en la cruz hará que no nos desalentemos ante las derrotas ni nos envanezcamos por las victorias. Busquemos con todo el corazón al Señor, y adentrémonos en tan gran misterio de amor nosotros, y que ello nos lleve a la madurez cristiana. Nuestra madurez cristiana nos ha de animar, sostenidos por la fe, a reproducir en nuestra vida las actitudes de Cristo, especialmente a ser humildes y obedientes a la voluntad del Padre.
En la Cruz de Cristo están nuestras propias cruces y todas las cruces del mundo, porque Cristo con su pasión y muerte asume todo el dolor y sufrimiento de la humanidad. Aquí está sin duda la prueba suprema del Amor que Dios tiene a todo ser humano.
Dejemos que la cruz del Señor penetre en nuestras vidas y nos renueve y nos purifique de todo pecado y nos capacite para amar al estilo de Jesús. Vivamos estos días con autenticidad, y que las Celebraciones nos sirvan para renovar y enraizar nuestra vida en Cristo, teniendo de nuevo una experiencia de encuentro con El que es “el mismo ayer, hoy y siempre” (Carta a los Hebreos).
De la mano de Santa María, nuestra Madre, recorramos el itinerario de Jesús en estos días, su ejemplo de fe nos ayude a nosotros adentrarnos en este Misterio de Amor y a llegar así a renovar nuestra adhesión al Señor, de nuevo, en la culminación del itinerario , la Vigilia Pascual.
Adolfo Álvarez. Sacerdote