El Sacramento de la Reconciliación
En el itinerario hacia la Pascua en que nos encontramos y para vivir la llamada a la conversión , una ayuda fundamental es el Sacramento de la Reconciliación o Penitencia. Nada mejor que nos preparemos mediante la Celebración de este Sacramento para vivir con un corazón lleno de la misericordia de Dios los días Santos que se avecinan. Y nada mejor que redescubramos cada día más la importancia de este Sacramento en nuestra vida cristiana, como medio para crecer en este camino de conversión al Señor.
En el proceso de nuestra conversión un primer paso fundamental es reconocer nuestros pecados, reconocer los momentos en que decimos no a Dios, las situaciones en que nos comportamos como si Dios no existiese.
Hoy vivimos en un mundo en el que se nos invita a vivir de las apariencias, a vivir hacia fuera y todo lo que suponga mirar hacia el interior, descubrir lo que realmente llevamos dentro, no está de moda. Y si lo que descubrimos dentro lleva el signo del pecado, de lo que no está bien, aún es más complicado. Jesús, sin embargo, nos invita a mirar a nuestra vida interior, a descubrir nuestro pecado y a trabajar para ponerle remedio. Estamos llamados al perdón, no a la condena. Dios siempre se muestra misericordioso para con todo aquel que reconoce su pecado. Por eso es necesario que descubramos a Dios las heridas que llevamos en nuestro corazón producidas por el pecado y nos abramos a la misericordia del Señor, pues Cristo nos quiere mostrar y dar el perdón de Dios y quiere curar esas heridas del pecado, pero si tú y yo no le enseñamos las heridas a Dios Él no puede curarlas.
En el Evangelio de San Lucas nos encontramos con las Parábolas de la Misericordia (capítulo 15 de Evangelio de San Lucas), nos ayudan a descubrir de nuevo la misericordia que Dios tiene siempre con nosotros. Es un Dios que nos ama inmensamente, que a través de su Hijo Jesucristo, el cual entrega su vida en la Cruz por el perdón de nuestros pecados, sigue saliendo a nuestro encuentro con los brazos abiertos de su amor. Todos somos pecadores y de alguna manera todos somos un poco el pueblo idólatra, la oveja aventurera que abandona el rebaño, la moneda que se pierde, el hijo que pide la parte de la herencia y se marcha, el hijo que está en casa pero que no tiene experiencia del amor del padre.
Jesús vino a salvarnos. Es la misión que le encomienda su Padre Dios. Por eso cuando caemos en el pecado Jesús nos busca, como pastor que busca la oveja descarriada y al encontrarnos nos carga gozoso sobre su hombro, restaña nuestras heridas, nos devuelve al redil. Jesús nos busca como hace el ama de casa si pierde una moneda que barre y barre la casa. Y es que Dios siempre, siempre, espera nuestra vuelta a casa, y al llegar nos abraza y hasta hace fiesta.
Todo ésto lo experimentamos, se produce, en el Sacramento de la Reconciliación. ¡Celebrémoslo! Celebrar este Sacramento, mil veces bendito, es una oportunidad maravillosa para que cada uno de nosotros experimentemos el abrazo del perdón de Dios. Este Sacramento debe ser un sacramento ansiosamente esperado porque es un encuentro muy especial con Cristo, es un canal especial para el encuentro con Dios, para recibir las gracias con las que avanzar en el camino de nuestra conversión a Él.
Por ello os invito a todos y me invito a mi mismo a profundizar en el valor e importancia de este Sacramento en nuestra vida cristiana. Es el Sacramento de la Alegría. Alegría producida por el perdón que el Señor nos regala pues hemos de reconocer que es feliz el que se siente perdonado por Dios en lo más profundo del corazón.
Amigos y hermanos , sentirse perdonado es sentirse amado por Dios e impulsado a amarle a Él y a los demás como Él nos ama, de modo que un día se cumplan en nosotros las palabras de Jesús a la pecadora: “Tu fe te ha salvado”.
¡Que sintamos esta gracia en esta Pascua que se avecina!
Adolfo Álvarez. Sacerdote.