Dimensiones de la Cuaresma:
-Dimensión Bautismal y Penitencial
La Cuaresma es el gran tiempo de preparación a la Pascua. Nuestra Madre la Iglesia nos invita a aprovechar este “tiempo favorable” y a prepararnos para la celebración del Misterio Pascual de Jesucristo. Es un itinerario con una dimensión penitencial y bautismal.
Celebrar la Cuaresma es mirarse sin ningún miedo al espejo de Cristo. Encararse con sus exigencias. Comparar su programa, sus actitudes y sentimientos con los nuestros: ¿qué nos falta?, ¿qué nos sobra?. Y emprender con decisión la reforma.
La Cuaresma es tiempo penitencial: para ello hay una constante invitación a la conversión. Este camino de conversión culminará con la Celebración del Sacramento de la Reconciliación.
La conversión es un cambio de dirección para así encontrarnos con Jesucristo y andar por su camino y poner en Él toda nuestra confianza
La Cuaresma tiene también una dimensión bautismal, preparación para los que recibirán los Sacramentos de la Iniciación Cristiana en la Vigilia Pascual, y también para todos los creyentes que renovarán los compromisos bautismales en la Noche Santísima de Pascua. De ahí que este tiempo sea de retorno al Señor, para llegar a vivir la vida nueva del Reino.
-Dimensión Eclesial
La Cuaresma es el tiempo de la gran convocación de toda la Iglesia para que se deje purificar por Cristo. Es como un “retiro espiritual” de toda la Iglesia.
La Iglesia entera se pone en camino a la Resurrección de Cristo y entra en el camino de la conversión. Una Comunidad que lucha contra el mal, para asimilar siempre mejor la vida nueva que Cristo nos trae.
La penitencia siempre tiene como efecto la reconciliación no sólo con Dios, sino también con los hermanos. La penitencia cuaresmal no tiene que ser solamente interior e individual también externa y social.
Para ayudarnos a vivir el itinerario y las dimensiones que tiene la Cuaresma el Evangelio nos ofrece tres ayudas que la Iglesia nos sigue señalando para una mejor y más profunda vivencia de este tiempo (Evangelio de San Mateo 6,1-6; 16-18).
La Limosna. Atañe a nuestra relación con los demás, especialmente con los más necesitados a los que debemos de ayudar con nuestro dinero o nuestro tiempo y nuestra atención.
La Oración. Nuestra relación con Dios vivirla con más intensidad, con momentos más frecuentes de Oración, participación en la Misa, la lectura diaria de la Palabra de Dios…
El ayuno. Mejorar nuestra relación con nosotros mismos. Privarnos de algo para manifestar que Dios es lo único valioso y tener un dominio sobre nosotros mismos. Ayunar para ser más libres de todo aquello que empequeñece nuestra vida. Ayunar por amor. Ayunar para compartir.
Hemos de recorrer con entusiasmo el Camino Cuaresmal invocando la fuerza del Espíritu Santo para que venga en nuestra ayuda a fin de que avancemos en el conocimiento del Misterio de Cristo, experimentemos su Misericordia y la fuerza de su Perdón y así lleguemos renovados a las Celebraciones Pascuales. Así lo pedimos rezando:
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo a quien tanto amas
y por quien nos has hecho descubrir el fulgor de tu luz y de tu vida. Te suplicamos que abras nuestros corazones
a la voz de tus profetas,
a fin de acertar en el camino que conduce a tu montaña santa. Concédenos que, transformados
por aquella fe con la que acompañamos a nuestro Redentor, vivamos la plena esperanza de la gloria
que en Él nos has llamado a compartir. Amén
Adolfo Álvarez. Sacerdote