Hoy el Evangelio de San Marcos nos cuenta como Jesús es rechazado en Nazaret, su pueblo natal, el que le vio crecer. En el Poema del Hombre-Dios tras el Evangelio narrado hoy viene esta escena:
María está afligida. Ha venido a saber lo de la sinagoga y está triste. Jesús la consuela. María le suplica a su Hijo que se mantenga lejos de Nazaret, donde todos están mal predispuestos hacia Él, incluyendo a los otros familiares que lo consideran un loco que está deseando suscitar rencores y disputas.
Pero Jesús hace un gesto sonriendo; parece como si dijera: «¿Por esta pequeñez? ¡Olvídate de ello!». Pero María insiste.
Entonces Él responde:
-Mamá, si el Hijo del Hombre hubiera de ir únicamente a donde lo aman, tendría que retirar su paso de esta tierra y volverse al Cielo. Tengo en todas partes enemigos, porque se odia la Verdad, y Yo soy la Verdad.
Pero no he venido para encontrar un amor fácil. He venido para hacer la voluntad del Padre y redimir al hombre. El amor eres tú, Mamá, mi amor, el que me compensa todo. Tú y este pequeño rebaño que todos los días se va acrecentando con alguna oveja que arranco a los lobos de las pasiones y llevo al redil de Dios. Lo demás es el deber. He venido para cumplir este deber y debo cumplirlo, si es preciso estampándome contra las piedras de los corazones que oponen firme resistencia al bien.
Es más, sólo cuando caiga ,bañando de sangre esos corazones, los ablandaré estampando en ellos el Signo mío, que anula el del Enemigo. Mamá, he bajado del Cielo para esto. No puedo sino desear cumplir esto.
-¡Oh! ¡Hijo! ¡Hijo mío!- María habla con voz acongojada. Jesús la acaricia. Noto que María lleva en la cabeza, además del velo, el manto; más velada que nunca, como una sacerdotisa.
-Me ausentaré durante un tiempo por darte gusto. Cuando esté cerca, mandaré a alguien a avisarte.
-Manda a Juan. Viendo a Juan me parece verte un poco a Tí. Su madre se prodiga en atenciones hacia mí y hacia Tí. Es verdad que espera un lugar privilegiado para sus hijos. Es mujer y madre, Jesús. Hay que comprenderla. Te hablará también a ti de ellos. No obstante, te es sinceramente devota. Cuando quede liberada de la humanidad – que fermenta tanto en ella como en sus hijos, como en los demás, como en todos -, Hijo mío, será grande en la fe.
Es doloroso que todos esperen de ti un bien humano, un bien que, aunque no sea humano, es egoísta. Pero es que el pecado está en ellos con su concupiscencia. Aún la hora bendita, y tan temida a pesar de que el amor a Dios y al hombre me la hagan desear, no ha llegado. Hora en que Tú anularás el Pecado. ¡Oh! ¡Esa hora! ¿Cómo tiembla el corazón de tu Madre por esa hora! ¿Qué te harán, Hijo, Hijo Redentor, de quien los Profetas refieren tanto martirio?.
-No pienses en ello, Mamá. Te lo digo una vez más. Dios te ayudará en esa hora. Dios nos ayudará a ti y a mí. Después, la paz. Ahora ve, que cae la tarde y el camino es largo. Yo te bendigo.