Es increíble descubrir en el caminar de la fe que pensando que sabemos algo nos encontramos con que sabemos mucho menos de lo que creíamos, la famosa frase “solo sé que no sé nada “ cobra sentido de forma plena ; hoy en día el cristiano medio carece casi por completo de experiencia de Jesús y del conocimiento de nuestra fe, nuestras vidas del mundo moderno nos han abocado sin remedio a una grave enfermedad espiritual, la Tibieza.
Hemos crecido en un mundo en que se daba por sentado lo espiritual, todos aprendimos de pequeños “somos cristianos por la gracia de Dios”, hicimos la Primera Comunión , los Domingos se iba a Misa pero la vida cristiana se había convertido en una costumbre no en una manera de vivir.
La mayoría de los católicos se proclaman no practicantes, que es lo mismo que decir soy tibio y la tibieza es la enfermedad más peligrosa de la vida espiritual , en el libro del Apocalipsis se dice “ “Conozco bien tus obras, no eres ni frío ni caliente ¡ojalá fueras frío o caliente! Mas por cuanto eres tibio , y no frio ni caliente, estoy para vomitarte de mi boca.»
La falta de formación y de continuidad en la vida espiritual nos ha llevado a la tibieza , hemos dejado de darle alimento al alma , la ociosidad , la herrumbre, el polvo , nos han oxidado, hemos dejado de cultivar nuestro espíritu y se ha secado.
Es fundamental además de la oración la meditación de la palabra de Dios, acompañados por un padre que nos forme en la teología cristiana, nuestra esencia, nuestros ritos, nuestra liturgia, nuestra Palabra es algo tan sumamente rico y que aporta tanto y sin embargo es algo extremadamente poco conocido, algo sobre lo que pasamos de puntillas sin entrar en materia y por eso se nos escapan mil detalles .
El hecho de llevar una vida cómoda no ayuda a salir de la tibieza, nos creemos autosuficientes y es preciso hacer un esfuerzo extra porque salir de ese estado es difícil, así que lo primero que hemos de hacer es pedir la gracia de Dios, acto seguido ponernos en movimiento , no quedarnos nunca parados, además es preciso volver a Amar como al principio, que el Amor sea el combustible que guíe nuestros pasos y nuestro caminar, continuar formándonos, pues nos queda mucho por aprender como cristianos, es necesario también acompañar todo esto con una vida ordenada y una vida de oración, acudiendo con frecuencia a los regalos valiosísimos que recibimos de la Iglesia, los Sacramentos.
Que aprendamos a cerrar las puertas a la tibieza en nuestras vidas y puesto que Dios nos regala el don de su Amor seamos capaces de levantarnos, ponernos en pie y comenzar a caminar de nuevo.