El Señor quiso enseñarme otra vez más su inmenso Amor, esta vez a través de la Cruz que entronizaba el altar en la Iglesia de los Pasionistas en Mieres cuando fuimos a la celebración de la Vigilia de las Espigas.
El Señor empezó a llamarme y me decía : “ ¡Mírame!, ¡Mírame en la Cruz!”, yo miraba y veía el cuerpo de un hombre infinitamente pálido sin color alguno, llegó a asustarme, era horrible y cuando estaba anonadada por lo que veía, muy cariñosamente me dijo; “Mira ,Derramé hasta la última gota de mi sangre por todos”, casi me hace llorar, su mirada transmite tanto……
- Después le pregunte ¿Qué quieres que haga Señor? Él me contestó “Reza al Padre a través de Mis llagas, ofrécele Mi Sangre junto con tus sufrimientos, no quiero que se desperdicie ni una gota, eso me duele mucho”.
Total que llegué a casa cogí un devocionario que tenía y se abrió sólo en una página donde venía un trocito del poema del Hombre-Dios (De María Valtorta) que ahora rezo todas las noches junto con otras oraciones y meditaciones según voy sintiendo:
- “Sangre Divinísima que brotas por nosotros de las venas de Dios humanado, desciende como el rocío de Redención sobre la tierra contaminada y sobre las almas que el pecado hace semejantes a leprosos. Pues yo te acojo, Sangre de mí Jesús, y te derramo sobre la Iglesia, sobre el mundo, sobre los pecadores, sobre el Purgatorio. Ayuda, conforta, purifica, enciende, penetra y fecunda, oh divinísima savia de Vida. Y no ponga obstáculo a su fluir la indiferencia y la culpa. Antes bien, por los pocos que te aman, por los infinitos que mueren por ti, acelera y difunde sobre todos esta divinísima lluvia a fin de que acudan a ti con confianza en la vida, por ti se reciba el perdón en la muerte, y contigo accedan a la Gloria del Reino. Así sea”.