Existen sucesos trágicos en la historia de la humanidad que han pasado totalmente desapercibidos a los ojos del mundo, uno de ellos es el genocidio armenio, del que apenas sabemos nada y que con ocasión de la visita del Santo Padre a Armenia estos días, ha salido de nuevo a la luz.
En este terrible suceso , un millón y medio de personas murieron en Armenia asesinadas entre 1915 y 1923 por el Gobierno de “los jóvenes turcos”; cuando el mal reina entre los seres humanos y no es el amor lo que los une, surgen los miedos y las desconfianzas y con ellos viene el Odio y comienzan los problemas, entonces empezamos por menospreciar una raza o una religión o un colectivo determinado de personas y acabamos cometiendo los mayores crímenes inimaginables e incluso terminamos por justificarlos.
Ha sido publicado hace poco un libro que relata el papel de la Santa Sede durante el exterminio del pueblo armenio , se ha publicado en Italia y se titula “la Santa Sede y el exterminio de los armenios en el Imperio Otomano”, los autores son Ormar Viganò y Valentina Karakhanian que hacen una investigación histórica extraída del Archivo Secreto del Vaticano donde además de proporcionar mucha documentación sobre la matanza aportan toda la información incluso con nombres y eventos y fechas y sobre todo, muestran la actividad incesante de la Santa Sede y sus representantes en Constantinopla con el fin de detener la masacre en aquel momento en curso ; no solamente de los armenios sino también de los melquitas, maronitas, sirios, caldeos: todos como víctimas de una persecución violenta contra el cristianismo.
El Santo Padre ha hecho la siguiente dedicatoria en el libro de honor del ‘Metz Yeghern’ (el ‘Gran Mal’) :
«Aquí rezo, con dolor en el corazón, para que nunca más haya tragedias como ésta, para que la humanidad no olvide y sepa vencer con bien el mal; Dios conceda al amado pueblo armenio y al mundo entero paz y consuelo. Que Dios custodie la memoria del pueblo armenio. La memoria no debe ser diluida ni olvidada; la memoria es fuente de paz y de futuro».
No sé por qué razón el ser humano cierra los ojos a veces ante tragedias tan terribles como ésta y por qué en ocasiones nos solidarizamos con determinadas situaciones y en otras en cambio permanecemos impasibles, no les damos importancia e incluso puede ocurrir que actuemos como si no hubieran sucedido.
La realidad es que el pueblo armenio es un pueblo mártir, como lo están siendo ahora multitud de pueblos orientales, el Papa nos lo ha recordado y es bueno que no olvidemos estas cosas; que Dios nos ayude a ver a todos nuestros hermanos con amor y devolver bien por mal.