EL SEÑOR NOS LLAMA A LA AUTENTICIDAD Y LA HUMILDAD
Cada domingo es un encuentro con Cristo y con su Palabra, es una gracia que hemos de acoger y de vivir. Seguimos en la Escuela del Señor de la mano del Evangelista San Mateo.
En la Liturgia de la Palabra de este domingo el Apóstol San Pablo a través de la Carta que dirige a los Tesalonicenses nos invita a considerar el Evangelio <<no como palabra humana, sino cual es en verdad, como Palabra de Dios>> (1 Ts 2, 13). Una Palabra que sigue actuando hoy en nuestros corazones, pues una Palabra viva.
Como los dos domingos anteriores el Señor a través de su Palabra nos invita a revisarnos, a pararnos y preguntarnos: ¿Cómo vamos viviendo nuestro ser cristiano? ¿Qué hacemos con nuestra fe? ¿Cumplimos lo que escucháis todos los domingos? ¿Llevamos a la práctica aquella fe que recibimos en el día de vuestro Bautismo? ¿Tenemos miedo a mostraros tal y como somos? ¿Cómo llevamos el encargo del Señor de ser luz y ser sal, de ser testigos?
Para ello es importante hemos de acoger la Palabra de Dios, hemos de dejarnos interpelar por ella, dejar que esta Palabra entre en nuestro corazón y en él se convierta en luz y norma, en camino de vida. Hoy somos invitados, llamados, a vivir de esta Palabra, llevarla a la vida y traducirla en obras de amor y misericordia.
En este domingo la Palabra de Dios nos invita a la autenticidad y a la humildad. En muchas ocasiones, cada uno de nosotros, podemos caer, caemos, en la torpeza de la vanagloria y el engreimiento, pensando en que somos los mejores, que estamos en permanente gracia de Dios. Sin embargo, solo desde un corazón humilde podemos acercarnos al Señor de la vida .
En el Evangelio de hoy el Señor en primer lugar nos describe un modo de «ser religioso», una actitud religiosa que Él tipifica en los letrados y fariseos, de la que nos exhorta a apartarnos, ya que constituye en sí misma lo contrario de lo que debe ser un discípulo suyo. El Señor nos previene: “Haced y cumplid lo que os digan pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen». Esto nos lleva a lo que hemos de erradicar en nuestra vida si realmente queremos vivir en cristiano, vivir como discípulos de Cristo, ser testigos del Resucitado , a luchar contra la incoherencia, contra el vivir de apariencias,contra la hipocresía, contra la vanagloria.
En segundo lugar el Señor nos hace una llamada a vivir la humildad, como algo fundamental en nuestro ser discípulos, y al mismo tiempo hemos de buscar siempre la verdad y vivir de ella. Y la humildad, si es verdadera, debe persuadirnos a no querer colocarnos por encima de los demás, sino a servir: «El primero de vosotros que sea vuestro servidor»; «el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido». La humildad es signo y expresión de auténtico seguimiento de Cristo pues, como nos dice San Pablo, hemos de tener los mismos sentimientos que Cristo Jesús, “el cual, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios sino que se humilló y se hizo uno de tantos tomando la forma de siervo”.
En tercer lugar hoy el Señor nos hace una llamada a la autenticidad, a la coherencia, en nuestra vida. Se nos pone de relieve que el verdadero discípulo de Jesús ha de llevar también una vida en la verdad, es decir, ha de vivir de manera coherente con lo que cree. No debe haber divorcio entre la fe y la vida. La fe, si no se plasma en la vida, acaba secándose y muere; y la vida, si no está enraizada en la fe, pierde sentido, hondura y trascendencia. El cristiano ha de realizar la verdad, no sólo decirla. Sólo así es testigo.
Cristo es nuestro Maestro. Por ello estamos llamados, hoy de nuevo, a seguir a Cristo, el Hijo de Dios, el Verbo encarnado, que nos manifiesta la verdad de su enseñanza a través de la fidelidad a la voluntad del Padre.
Hermanos y Amigos, Jesús, el Señor, nos propone hoy, a cada uno de nosotros, que queremos ser sus discípulos, un comportamiento nuevo, donde el ser y el decir sea un, donde no se dé incoherencia y disparidad entre el pensamiento y el comportamiento.
Cada uno de nosotros, como creyentes en Cristo, somos signo visible de la Iglesia y del Evangelio en medio del mundo que nos toca vivir, un mundo cada vez mas falto de fe en el Señor, y por ello hemos de poner todo de nuestra parte apoyados en la Gracia Divina, en la Fuerza del Espíritu Santo, para que nuestra vida, a pesar de nuestras faltas y pecados, corresponda con aquello que creemos, que esperamos y que celebramos.
Hermanos y Amigos, el Espíritu Santo vaya grabando en nosotros los sentimientos y actitudes de Jesús, sentimientos de humildad, de servicio, de entrega al otro, y así seamos testigos auténticos del Señor en medio de este mundo que nos toca vivir, sostenidos por el Alimento de Vida Eterna que recibimos en la Eucaristía.
Adolfo Álvarez. Sacerdote