EL ENCUENTRO CON CRISTO CAMBIA LA VIDA
Seguimos en la Escuela del Señor de la mano del Evangelista San Lucas y estamos en los últimos domingos del Año Litúrgico. Estos domingos nos invitan a prestar atención a la conclusión de nuestro camino humano y al final de los tiempos.
Toda la Iglesia camina hacia esta consumación escatológica, es decir hacia la Plenitud en Dios: la Iglesia del cielo, que celebraremos el próximo martes en la Solemnidad de Todos los Santos; la Iglesia purgante, que conmemoraremos el próximo miércoles en la celebración de todos los Fieles Difuntos; y la Iglesia peregrina o terrenal, que festejaremos el próximo 9 de noviembre con la fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán.
Y en este domingo se nos invita a contemplar la Misericordia inmensa de Dios para con nosotros a través de Zaqueo.
¡Qué pedazo de Evangelio nos regala hoy la Iglesia! ¡Qué impresionante escena! Este Evangelio nos hace contemplar de una manera maravillosa la gratuidad de la Salvación. Jesucristo es el Rostro de la Misericordia de Dios,que nos ofrece la reconciliación con Dios y que nuestra vida cambie radicalmente, sea una vida nueva por acoger el don de la conversión.
Los recaudadores de impuestos eran, en la época de Jesús, personajes particularmente repugnantes. Este hombre, Zaqueo, era uno de ellos. Y este hombre, tremendamente despreciado, sentía en su interior un deseo inmenso de conocer a Jesús porque, seguramente sentía dentro de sí el deseo de vivir una vida nueva, un deseo de cambio, un deseo de limpieza interior.
Y aquí en la contemplación de esta historia, de esta escena, dos lecciones, quizá tres, se nos dan para nuestra vida cristiana:
– Primera lección: ¡Nunca te rindas! Zaqueo sabía por qué lo odiaban los demás y posiblemente se despreciaba a sí mismo por las mismas razones. Pero hizo lo posible por ver a Jesús, peleó por ver a Jesús y por eso se subió al árbol por donde Jesús iba a pasar.
– Segunda lección: Jesús mira con amor, inunda de misericordia. Jesús mira con un amor inmenso a Zaqueo y le llama por su nombre, <<Zaqueo, baja deprisa, porque hoy debo hospedarme en tu casa>> Jesús entra de lleno en la vida de Zaqueo, y entra sin pedir explicaciones de cómo es su vida, de cuánto te hayas alejado del Señor…A Jesús le importa el corazón que quiere abrirse a su amor y misericordia. Y es que la reacción de Zaqueo es la de un enamorado y corre aprisa a acoger al Señor, pues el Señor sin él merecerlo le da una respuesta muy afirmativa a sus pretensiones.
Somos buscados por Dios: ése es el secreto de nuestra fe y de nuestra felicidad: “Zaqueo, baja porque hoy quiero hospedarme en tu casa”. Como afirma San Ambrosio de Milán, “Zaqueo en el árbol es el fruto nuevo de la nueva estación”
– Podemos decir que nos da una tercera lección: El cambio de vida. La entrada de Jesús en su casa, en su corazón, hace que la vida de Zaqueo pegue un giro de 180 grados. Y así le dice al Señor: << he aquí, la mitad de mis posesiones se la daré a los pobres, y si robe algo a alguien, lo devolveré multiplicado por cuatro”. Y es que el Señor no nos deja indiferentes, su gracia cuando dejamos que nos inunde nos transforma. Su presencia le llena de alegría, << lo recibió muy contento>>. El encuentro con Cristo nos llena de una inmensa alegría. Y esta alegría también nos mueve a cambiar de vida, como le movió a Zaqueo. Desear vivir en la justicia y abrir el corazón a los necesitados es expresión de esa alegría y también signo de la Salvación que nos libera de las ataduras que nos impiden vivir según el amor .
Esta historia de Zaqueo se repite cada día. Son muchos los que tras una vida desorientada, se encuentran con el Señor y su vida cambia radicalmente. También nosotros debemos preguntarnos si realmente queremos ver y encontrarnos con el Señor o más bien evitamos su encuentro. Aquí está el gran problema de la sociedad y también de muchos cristianos: no querer encontrarse con el Señor, porque el encuentro con Jesús nos lleva a un cambio radical de vida, y preferimos, como se dice vulgarmente: encender una vela a Dios y otra al diablo. De Zaqueo debemos aprender la decisión y el arrepentimiento. Él vence los obstáculos para acercarse a Jesús, por eso se sube al árbol, y al dialogar con él, le manifiesta su arrepentimiento, y se deja transformar por Jesús.
Jesús hoy nos está llamando a través de Zaqueo a la conversión, a dejarnos inundar por la misericordia de Dios, de la que Él es Rostro. El Señor nos propone unirnos a Él, ser sus discípulos, y, a ejemplo de Zaqueo, ser capaces de despojarnos de todo lo que no nos permite vivir auténticamente como cristianos.
También Jesucristo está hoy pidiendo hospedarse en nuestra casa, en tu casa y en la mía, en la casa de nuestro corazón. Nos mira a los ojos, nos llama por nuestro nombre y nos dice que quiere venir a habitar en nosotros. Si nos bajamos del árbol de nuestra soberbia y autojustificación, si le acogemos con humilde alegría en nuestra vida, se producirá nuestra conversión, daremos frutos concretos como la limosna de Zaqueo.
Hermanos y Amigos, aceptemos la mirada de Jesús, dejémosle, repito, llamarnos por nuestro nombre y que nos diga, <<Hoy tengo que hospedarme en tu casa>> acojámosle en nuestra casa, en nuestro corazón, para que Él pueda sanar nuestras heridas y reconfortar nuestro corazón y nuestra alma, de manera que experimentando las maravillas que hace su presencia en nuestra vida cantemos con el Salmista: “Bendeciré tu nombre por siempre Dios mío ,mi rey”.
No tengamos miedo, dejémonos seducir por el Señor y abriéndole el corazón confesemos nuestros pecados y experimentemos el gran don de su perdón y misericordia. ¡Qué don tan impresionante!
¡La misericordia del Señor es inmensa, nos desborda! Dejemos que transforme nuestra vida y nos haga hombres y mujeres nuevos, llenos de paz y felicidad. Y es que El Señor no desea otra cosa más que hospedarse en nuestra casa y que seamos felices.
Hermanos y amigos, miremos a nuestro alrededor y ayudemos a los “zaqueo” que hoy andan buscando el encuentro con Jesús y ayudémosles para que experimenten que Jesús quiere venir y quiere entrar en su casa y que tengan este encuentro impresionante con Jesús. Ayudémosles con nuestro testimonio, desde el vivir cada día más coherentemente nuestra vida cristiana y testimoniar la misericordia de Dios que nosotros hemos experimentado y seguimos experimentando y perseverando en el camino de la fe.
Hermanos y Amigos, sintamos que hoy el Señor nos dice a cada uno: «Mira, estoy de pie a la puerta y llamo; si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo».(Apocalipsis).
En la Eucaristía Jesucristo sale a nuestro encuentro, en la Palabra, queriendo penetrar en nuestra mente y nuestros corazones; en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, repartidos como alimento para el camino. Abramos nuestro corazón para acogerle, vivir su presencia con alegría y dar frutos de conversión.
Una de las mejores formas de abrirle la puerta es acercarnos a la Eucaristía, y acercarnos con ansias de «conocer» a este Jesús que se parte y se reparte entre los pecadores: “no soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme”.
Ojalá que, de nuevo, Jesús pueda decir de ti y de mí lo antes posible: «hoy» ha llegado la salvación a esta casa, a esta vida, a este corazón.
Adolfo Álvarez. Sacerdote