SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD:
GLORIA AL PADRE POR EL HIJO EN EL ESPIRITU SANTO. ¡UN MISTERIO DE AMOR!
Después de haber culminado las Fiestas Pascuales con la Solemnidad de Pentecostés celebraremos ahora tres Solemnidades que prolongan la alegría de la Pascua y nos hacen balbucear en el Amor inmenso de Dios para con nosotros: La Santísima Trinidad, el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo y el Sagrado Corazón de Jesús.
Hoy, en este Domingo, somos convocados a celebrar la Santísima Trinidad: Contemplar el rostro de Dios que se nos ha revelado. Contemplar a un Dios que es el principio y el fundamento de todas las cosas, que las llama a la existencia y las quiere llevar a la plenitud.
Este Domingo, con esta Solemnidad, lo dediquemos a las tres Divinas personas glorificándolas conjuntamente, ya que ellas son las protagonistas de nuestro existir, de nuestra redención y nuestra santificación:
• Dios-Padre que nos ha que nos ha hecho sus hijos en Cristo, por medio del cual nos ha salvado.
• Dios-Hijo, que se ha hecho Hombre por nuestra Salvación y que por su amor a nosotros nos envía el Espíritu Santo.
• Dios-Espíritu que nos anima y nos impulsa a vivir la comunión entre todos los hombres.
Las lecturas litúrgicas de esta Solemnidad nos presentan un retrato vivo del Dios Uno y Trino, no a partir de definiciones filosófico-teológicas sino de sus situaciones tal como se nos describen en la Biblia. Las tres lecturas nos revelan esas tres dimensiones que acabamos de apuntar; en efecto, en el libro de los Proverbios se nos habla de la creación, obra del Padre, en la segunda lectura san Pablo entona un canto de alabanza a Dios, nombrando a las tres divinas Personas, por obra de Cristo estamos reconciliados con el Padre “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado”(Rom 5, 5). Aún más, en el evangelio Jesús prometió a sus discípulos enviarles el Espíritu Santo; y lo hace con unas afirmaciones que destacan expresivamente la unión y el protagonismo de las tres divinas Personas. Baste sólo esta: “Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que el Espíritu Santo tomará de lo mío y os lo anunciará” (Jn 16, 15).
Nuestra fe tiene unos contenidos básicos. Unos contenidos que no se refieren a cosas sino a personas. Creemos en Dios Padre que ha enviado a su Hijo Jesucristo para nuestra Salvación y que ambos nos dan el Espíritu Santo para guiarnos hasta la verdad plena. De ahí que nuestra fe sea una adhesión al Dios uno y trino. Un Misterio de Comunión.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que “es el misterio central de la fe y de la vida cristiana” (nº 234), es un misterio que no sólo hemos de creer, sino que este misterio es el que da sentido a nuestra fe y a nuestra vida de creyentes, a todo lo que pensamos, decimos y hacemos como cristianos. Aquí está la base de todo cuanto creemos, el alma de toda nuestra vida y la razón de toda nuestra esperanza. Es el quicio y el eje en torno al cual gira constantemente nuestra vida de creyentes.
Hemos sido creados para entrar en este fuego de amor, que es la Santísima Trinidad, y tomar parte de aquel <<tú>> que el Padre pronuncia sobre su Hijo, en el cual hemos sido hechos hijos por la fe.
Creer en la Trinidad no significa resolver un problema teológico sino vivir la relación de amor que hay entre nosotros y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo:- Vivimos ante el Padre, sabiéndonos hijos, y sabiendo que Él venimos y hacia Él vamos.- Vivimos unidos a nuestro Hermano mayor y Salvador, Jesucristo- Vivimos inundados del Espíritu, el gran don que ha sido derramado en nuestros corazones por el Padre y el Hijo.
A este Misterio alabamos, Gloria al Padre, gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo, y en la Oración nos dirigimos a Dios Padre por medio del Hijo en el Espíritu Santo. Es muy importante cultivar esta alabanza y cultivar esta actitud orante y contemplativa para introducirnos en el Misterio de Dios.
En esta Solemnidad tenemos muy presente la Celebración del “Día pro Orantibus”, es decir, el “Día de la Vida contemplativa”, que este año tiene como lema: “LA VIDA CONTEMPLATIVA: LAMPARAS EN EL CAMINO SINODAL”. Hombres y mujeres que desde el silencio del claustro viven entregados a la Oración y la Alabanza a favor de toda la Iglesia, a favor de toda la humanidad. Y que lo hacen desde el querer, viviendo en Comunidad, ser imagen de la Trinidad por la vida de unidad en el amor.
La Vida Contemplativa es memorial del misterio de comunión de Dios con los hombres. Son para la Iglesia las Comunidades de Vida Contemplativa como una lámpara luminosa, testigos creíbles de la esperanza en la vida que no acaba. Son lámparas encendidas que con la ofrenda de su vida a Dios Uno y Trino y con la plegaria constante interceden por todos nosotros, interceden por el mundo entero. Estos hombres y mujeres que contemplan, alaban y ruegan a Dios en cada jornada, asomados a su entraña más profunda y misericordiosa, están muy cerca de nosotros y de nuestro mundo y se acercan con Él a enjugar nuestras lagrimas y vendar nuestras heridas. ¡Qué gran tesoro es para la Iglesia, para cada uno de nosotros, la Vida Contemplativa! Son el Amor en el corazón de la Iglesia. Por eso dar gracias a Dios hoy por el tesoro de la Vida Contemplativa, por todos y cada uno de los monasterios esparcidos por la geografía española.
Nuestra Diócesis cuenta con nueve Comunidades de Vida contemplativa: Agustinas Recoletas en Oviedo y Gijón, Benedictinas en Oviedo, Clarisas en Villaviciosa, Carmelitas Descalzas en Oviedo y Gijón, Dominicas en Cangas de Narcea, Pasionistas en Oviedo y Salesas en Oviedo. A todos ellos los tenemos presentes y a tantos otros monasterios, quiero hoy tener presentes a los que estoy vinculado a ellos en mi ministerio sacerdotal, que el Señor les colme de su Amor y su Gracia y les conceda nuevas vocaciones .
Hermanos y Amigos, demos gracias a Dios por toda su Obra de Amor y alabemos al Padre, por el Hijo con el Espíritu Santo y que todo el obrar de nuestra vida sea a Gloria de la Santa Trinidad.
Adolfo Álvarez. Sacerdote