CELEBRAR Y ANUNCIAR A JESUCRISTO RESUCITADO.
“¡ES EL SEÑOR!”
ANUNCIARLE CON VALENTÍA Y DESDE LA EXPERIENCIA DE SU AMOR
Ésta es la Gran Noticia. Cristo sigue vivo y está en medio de nosotros.
Cristo es ALGUIEN que no está muerto sino que vive en nuestra vida. Ese Jesús realmente muerto, depositado en un sepulcro y fuertemente vigilado, volvió a la vida al amanecer del tercer día de su muerte («nosotros somos testigos»). Jesús vive en medio de nosotros.
A través de la Resurrección de Cristo se nos pone de manifiesto que al final triunfa la vida y el amor, y que la última palabra de la Historia no la tiene ni el pecado, ni el egoísmo, ni la mentira, A través de la Resurrección se nos pone de manifiesto que al final triunfa la vida y el amor, y que la última palabra de la historia no la tiene ni el pecado, ni el egoísmo, ni el mal, ni el poder humano: la tiene Dios.
La Pascua de Cristo es también nuestra Pascua. Cristo quiere crear en nosotros una vida nueva, por la fuerza de su Espíritu nos da su vida, su alegría su paz.
Vivir la Resurrección de Cristo ha de llevarnos a ser testigos con nuestras obras y nuestras palabras de la novedad de vida que por Cristo hemos adquirido Estamos llamados a manifestar esta novedad de la Pascua por medio de una vida de caridad, de una vida de alegría y de una vida de paz.
De esta vida nueva dan testimonio los Apóstoles, con fuerza y valentía y sin miedo ante las dificultades y así lo contemplamos en este Domingo en los Hechos de los Apóstoles, pues ante las trabas y dificultades que encuentran Pedro y los Apóstoles replicaron: << Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quién vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen>> (Hechos 5)
La Pascua es al gran momento de la Misión de la Iglesia. Nacida del Corazón abierto de Cristo en la Cruz, sobre la experiencia de la resurrección de Jesús se fundamenta la Misión de la Iglesia. Los apóstoles y discípulos, que en su mayoría habían huido atemorizados a la hora de la pasión, se sienten fortalecidos por la experiencia de que Jesús, el que había muerto en la cruz, está vivo, como contemplamos en los Hechos de los Apóstoles en el texto antes mencionado. Los discípulos no tienen temor en anunciar el Evangelio, la buena nueva de que Jesús ha resucitado y de que su reino es una promesa real. No es una fantasía. No es una ficción. Vale la pena arriesgarse por Él. Aunque los jefes de su pueblo les prohíban hablar de Jesús, no pueden callar. Ellos son testigos de que Dios “lo exaltó haciéndolo jefe y salvador”.
Aquí hemos de pensar y sentir hoy en que esta es nuestra misión de bautizados, miembros de la Iglesia hoy. Ser testigos del Resucitado. Y también como a los Apóstoles se nos quiere en muchas ocasiones hacer callar, despreciar, desanimar…pero tenemos que apoyarnos en Cristo, y experimentar que en medio de nuestras “noches” se hace presente, se sube de nuevo a la barca de nuestra vida y nos dice a cada uno de nosotros “Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis”. Y entonces sentimos de nuevo la alegría inmensa de la presencia de Cristo Resucitado, que Jesús ha vencido al mal, a la muerte con su Resurrección. Es lo que se expresa de una forma gloriosa en la lectura del Apocalipsis. El cielo y la tierra cantan sus alabanzas al que ha vencido a la muerte. “Digno es el cordero degollado de recibir el honor y la gloria”.
Hermanos y Amigos Cristo hoy en medio de nuestras propias tormentas, oscuridades, desánimos y fracasos nos hace sentir su Presencia, ¡Ha Resucitado!, y nos llama a levantar nuestros ojos hacia Él y a vivir en la confianza y en la esperanza plena en Él, escuchando su Palabra y dejándoos guiar por Él.
Hemos de dejar al Señor subirse a la barca de nuestra vida para nunca estar solos, para que Él guie siempre nuestro navegar por este mundo. Y Él siempre hará que nuestra barca se llene de peces, es decir siempre hará que nuestra vida tenga siempre sentido y vaya dando fruto y fruto abundante.
Y también experimentamos y experimentaremos limitaciones, experimentaremos el no ser fieles al Señor, experimentaremos que hay ocasiones en las que negamos al Señor y entonces nos interpelará el Señor como a Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”
Esta pregunta triple de Jesús nos invita a reflexionar un momento sobre el significado del amor en nuestra vida de cristianos. La historia humana es una impresionante búsqueda de amor, acompañada de maravillosos éxitos y grandes fracasos.
Cada uno de nosotros, en lo profundo de su corazón, debe sentirse interpelado por esta pregunta hecha por tres veces. Cada uno de nosotros debe examinarse a sí mismo, debe examinar su actitud, su fidelidad, su amor frente a Jesucristo. No sé si todos nosotros podemos responder con la misma sinceridad que San Pedro: “Señor, tú sabes que te quiero”, pero no obstante, hemos de responderle al Señor. Y responderle desde la correspondencia a su amor y misericordia para con nosotros. Amor y misericordia que el Señor siempre, siempre nos va a regalar, siempre nos va a mostrar. Que de nuestro corazón digamos con frecuencia al Señor, fortaleciéndose así nuestra confianza en Él y creciendo nuestro amor a Él, “Señor. Tú lo conoces todo, Tú sabes que te quiero”.
Hermanos y Amigos, la Celebración del Domingo, Pascua Semanal, debería ser una experiencia de encuentro con el Señor que nos ayudara a vivir sabiendo que somos una comunidad creyente; que somos una asamblea que escucha su Palabra y se alimenta de Cristo; que somos un pueblo que alzamos la mirada hacia esa Asamblea del Apocalipsis que celebra con entusiasmo el triunfo del Señor y nos unimos a sus himnos de victoria; y que, por ello, nos sentimos enviados para anunciar a Cristo resucitado. Dejémonos inundar de la Alegría de la Pascua e irradiémosla a nuestro alrededor, y también la experiencia Pascual nos haga anunciadores del Resucitado con la fuerza que lo hacían los Apóstoles.
Hermanos y Amigos que esta Pascua que estamos celebrando sea para nosotros fructuosa. Que el Señor nos llene de los dones pascuales, la alegría, la paz y el perdón de nuestros pecados. Y que llenos de estos dones seamos testigos en medio del mundo de Cristo Resucitado con fuerza y valentía. Que vivamos en el amor y así mostremos con nuestras palabras y obras que Jesucristo es “El Señor”.
Adolfo Álvarez. Sacerdote