Cristo, el Siervo de Yahvé, a quien Judas traicionó
En este final de la Cuaresma invocamos a Dios que “para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu hijo muriera en la cruz…” (Misal Romano, Miércoles Santo) y somos llamados a mirar la cruz como signo liberador porque en ella se mostró el amor inmenso de Dios, que entregando a su hijo para liberarnos del pecado y de la vida le glorifica resucitándolo de entre los muertos.
En este Miércoles Santo meditamos el Tercer Cántico del Siervo de Yahvé. Sigue a descripción de la misión del Siervo que venimos meditando, pero con una carga cada vez más fuerte de oposición y contradicciones. La misión que le encomienda Dios es <<saber decir una palabra de aliento al abatido >>, pero antes de decir ha de escuchar pues Dios le <<le espabila el oído para que escuche>>. En este tercer Cántico triunfa también la confianza en la ayuda de Dios: <<mi Señor me ayudaba y sé que no quedaré avergonzado>>. Jesús es el Siervo, en Él se cumple en plenitud el anuncio de este Cantico. Cumple la misión que Dios le ha encomendado.
La Palabra de Dios de este día nos recuerda que el momento de la Pasión de Jesús se va acercando y Él sabe que, por nosotros, y por obediencia al Padre tiene que afrontar lo que se le viene encima. Llega la hora crucial de Jesús. Y ello por nosotros, por nuestra Salvación.
Ante Jesús somos invitados a preguntarnos preparándonos ya para iniciar el Santo Triduo Pascual: ¿Somos buenos oyentes de la Palabra de Dios, dejamos que Dios “espabile nuestro oído” para escucharle? ¿Sabemos cómo Cristo ayudar a los cansados y animar a los desesperanzados? ¿Estamos dispuestos a recibir los insultos que nos pueden venir de este mundo ajeno al evangelio por ser testigos de Cristo? Somos invitados cada uno de nosotros, como lo fueron los Doce Apóstoles, a hacer un examen de conciencia y preguntarnos qué estamos haciendo en este momento con nuestras vidas; hacia dónde estamos yendo y como respondemos a la llamada de Jesús. ¿Somos sembradores de esperanza a nuestro alrededor? Y debemos respondernos con humildad y con sinceridad.
Y tratando de respondernos somos, también, invitados a contemplar en el Evangelio de San Mateo (Mateo 26, 14-25) la traición de Judas. Y es edificante ver la actitud de los Apóstoles que en el momento crítico, ante el anuncio de la traición, en el momento de ver quién es el culpable, cada uno de los Apóstoles piensa en sí mismo como posible culpable, no lanzan las culpas hacia los demás, esta actitud nos ayuda a nosotros que tendemos a no asumir nuestra culpa y a acusar siempre a los demás. Cada uno de nosotros hemos de pedirle al Señor nos dé la gracia de en cada momento reconocer nuestro pecado, nuestras traiciones al Señor, para poder recibir la gracia de su misericordia. Y también que nos dé siempre la confianza en Él. El comportamiento de Judas nos recuerda nuestra debilidad: que somos asediados por la tentación y que necesitamos de la ayuda constante de la gracia para permanecer fieles. Éste respecto recordar unas palabras del Papa Francisco: <<Jesús amándonos nos invita a dejarnos reconciliar con Dios y a regresar a Él para reencontrarnos con nosotros mismos>>.
Hermanos y Amigos desde la Palabra de Dios que acabamos de comentar en este Miércoles Santo, ya en los últimos momentos antes de vivir y celebrar el Triduo Pascual, somos invitados a una revisión personal y comunitaria sobre nuestra respuesta, la de cada uno de nosotros, al amor inmenso y desbordante de Dios para con nosotros.
Mirando a Jesús en su Pasión, vemos también el sufrimiento de toda la humanidad y encontramos la respuesta divina al misterio del mal, del dolor, de la muerte. Cristo ha tomado sobre sí el sufrimiento humano. Cristo es también nuestro Cirineo ante nuestras cruces en el camino de la vida.
Hermanos y Amigos, acompañemos al Señor. Vivamos con intensidad las Celebraciones del Santo Triduo Pascual. Participemos con devoción. Miremos a Jesús, escuchemos sus palabras y oremos unos por otros pidiendo la gracia de entregarnos al Señor uniéndonos a su Sacrificio en la Cruz. Que el Misterio de la Cruz del Señor sea siempre nuestra fuerza.
Adolfo. Sacerdote