LAS BODAS DE CANA: DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS
Después de culminar el ciclo de Navidad y Epifanía con la Fiesta del Bautismo del Señor, iniciamos el Tiempo Ordinario recorriendo los dichos y hechos de Jesús. La Palabra de Dios de este domingo enlaza con otros dos acontecimientos conmemorados en los días pasados: la Epifanía del Señor a los Reyes Magos, como representantes del pueblo gentil, y el bautismo de Jesús, en el que el Espíritu Santo y el Padre lo proclaman el Hijo de Dios, en quien el Padre se complace. Hoy la Iglesia considera la presencia de Jesús en las bodas de Caná, en las que realiza el primer signo de su mesianismo, de poner de manifiesto que es el Salvador, convirtiendo el agua en vino. Los tres acontecimientos componen un tríptico de manifestación de Cristo, Dios hecho hombre para la salvación del mundo.
La Palabra de Dios de este Domingo se nos presenta en un hermoso y rico lenguaje simbólico, el lenguaje y símbolo del amor esponsal. Dios nos ama inmensamente a cada uno de nosotros y está atento a la vida de cada uno de nosotros, a todas nuestras situaciones. “Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu Dios”, con estas palabras se nos recuerda lo importante que somos cada uno de nosotros para Dios. Y es que Dios nos cuida, está atento a nuestras necesidades, se preocupa de nosotros, si nosotros le dejamos entrar en nuestra vida. Dios está deseando, yo diría superdeseando, que le abramos de par en par las puertas de nuestra vida, de nuestro corazón para entrar y vivir en nosotros. Dios está enamorado de su Pueblo, de nosotros nuevo Pueblo de Dios. Es precioso, nos tiene que inundar el corazón de alegría el escuchar hoy estas palabras que en este domingo se nos dicen: “Por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré hasta que rompa la aurora…”.Dios se alegra con nosotros, como el marido con su esposa, hace fiesta con nosotros si le invitamos, y convierte el agua en vino para darnos la salvación. Convenzámonos: Dios nos ama con un amor inmenso, un amor comparable al amor del esposo a la esposa, un amor de verdadera entrega.
Nuestra relación personal con Dios no puede quedar en ritos externos, ritos inútiles porque están vacios, , en una relación a saltos, en acordarnos de Dios sólo en determinados momentos para pasar a la relación del vino de la Nueva Alianza, que es la relación de la entrega generosa de la propia vida como signo de nuestra relación cultual con Dios; pasar del esfuerzo a la gracia, del temor al amor, del culto a la vida, de reducir nuestra relación a un cumplimiento de normas a la libertad del Espíritu. Nuestra relación con Dios tiene que ser de correspondencia a tanto amor recibido. De ser hombres y mujeres enamorados de Él, y que esto nos lleva a que ocupe el centro de nuestro corazón, el centro de nuestro vivir.
Este amor esponsal de Dios que Isaías nos anuncia y nos hace gustar aparece llevado a culminación en Jesucristo, en el pasaje del Evangelio de hoy de las Bodas de Caná. Con este “signo”, el convertir el agua en vino, Jesús se revela, se manifiesta, como el Esposo mesiánico que viene a sellar con su pueblo, con nosotros, la nueva y eterna Alianza. Alianza que será sellada en la Cruz. El vino señala la sangre de Cristo con la que nos alcanzará vida nueva.
Las Bodas de Caná son símbolo de la Alianza entre Dios y el hombre. Para el evangelista, la Nueva Alianza se inicia ahora con la vida pública de Jesús y se consumará en la cruz. Ninguna palabra, ningún gesto es casual en esta narración. Todavía no ha llegado mi hora. La expresión apunta siempre al Calvario. La hora de Jesús es la Cruz en la que se hará el paso definitivo del Viejo al Nuevo Testamento. El cambio del agua en vino supone la anticipación del Nuevo Testamento, que nacerá a partir de la muerte y de la resurrección de Jesús. En Caná Jesús afirma no ha llegado mi hora porque es consciente de que la voluntad de Dios pasaba por su muerte en la cruz y Caná no era la hora de la cruz; no obstante, tiene el poder de anticipar esa hora con signos.
En Caná y en la cruz Jesús interpela a su madre de la misma manera: ¡Mujer! Son los únicos lugares del cuarto Evangelio en los que aparece la madre de Jesús. La intención parece clara: se trata de sacar la escena del ámbito estrictamente familiar para afirmar que los lazos de la familia de Dios son más fuertes que los de la sangre.
El detalle de las tinajas de agua nos indica el camino que debemos seguir cada uno de nosotros y el camino es ponernos en manos de Dios para que Él realice su obra. Jesús nos ofrece su gracia, su amistad, su amor y, cada día, hemos de ponernos ante Él con sencillez y humildad, para que el vino de su amor nos siga inundando de alegría y de sentido para nuestra existencia. Hemos de caer en la cuenta que la sobreabundancia de vino anticipa la alegría desbordante por ese encuentro que Jesús sellará en el Calvario. La persona que lo descubre, cada uno de nosotros si lo descubrimos, experimentará, experimentaremos, nuestra existencia llena del “vino” de la alegría como un tesoro encontrado en el campo.
Para nuestro vivir a cada uno Dios nos ha dado unos dones y carismas, que hemos de poner al servicio de los demás, así nos los recuerda la Segunda lectura. Dones y carismas que proceden del Espíritu Santo, de su acción en nosotros, y que tienden a un único fin: que vivamos la unidad en el amor, a imagen de la Trinidad. Así nos lo recuerda San Pablo hoy y ello nos ayuda ante la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que comenzaremos a celebrar el próximo martes, 18 de enero y que culminará en la fiesta de la Conversión de San Pablo, el 25 de enero. Hemos de estar atentos para descubrir cuáles son los dones que Dios nos ha dado, cómo se manifiesta ese Espíritu de Dios en nuestra vida personal, para que así podamos servir a la Comunidad cristiana, trabajar por la unidad de los cristianos y así contribuyamos a que nuestro mundo se vaya transformando según el proyecto de Dios.
En todo esto nos ayuda María, que intercede siempre por nosotros y que hoy nos da una lección sobre la intercesión. La que se pone plenamente en manos de Dios diciendo “aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38) ahora, hoy, nos enseña a obedecer a Cristo, a fiarnos de Él, “Haced lo que él os diga”. María siempre, siempre está atenta a nuestras necesidades y Ella siempre, siempre nos lleva a Jesús. Ya los Padres de la Iglesia dijeron: El camino por el que Cristo llegó al hombre, debe ser también el camino por el que nosotros lleguemos a Cristo. Y Cristo vino a nosotros por medio de la Virgen. Cuando, por eso, le damos a María un lugar privilegiado en nuestros corazones, y nos confiamos a su educación y a su amor, entonces estamos en el camino hacia su Hijo, entonces Ella nos conduce hacia Cristo. María nos ayuda a vivir este amor profundo a Cristo, esta unión esponsal con Cristo.
Hermanos y Amigos, las Bodas de Caná, esta manifestación de Cristo, tienen lugar cada domingo entre nosotros. Sí, cada domingo. Cada domingo en la Eucaristía. Las bodas de Caná son también un anuncio del verdadero banquete, en el que Cristo no transforma el agua en vino, sino el vino en su propia sangre. En cada Eucaristía se celebran las bodas del Cordero como anticipo del banquete celestial, tantas veces anunciado por los profetas y por el mismo Cristo. En la Última Cena, Jesús complementa el signo y nos deja la Eucaristía.
Hermanos y Amigos, ¡tenemos que descubrirlo de nuevo! ¡Cada domingo sucede de nuevo! El Señor toma nuestra agua (nuestro pecado, nuestras miserias, egoísmos…) y la transforma en vino bueno, el mejor (Su mismo Cuerpo y Sangre). Y nos lo da en Comida y Bebida de Salvación y nos llena de una inmensa alegría, nos llena de su paz, de su amor. Y entonces somos urgidos a vivir en el amor, pues “haciendo lo que Él nos diga”, no podemos hacer otra cosa que vivir en el amor, el perdón, en definitiva ser constructores de la Civilización del Amor.
Hermanos y Amigos, esta experiencia hemos de comunicarla, hemos ayudar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo que no la han descubierto a experimentar al Señor que manifiesta su gloria, su amor, y hemos de comunicar, Dios nos quiere con locura, te quiere con locura y en Él está el secreto de nuestra felicidad más profunda. Y llamar a cada hombre, a cada mujer de nuestro tiempo: ven a beber del Vino bueno.
María intercede. Por eso siempre adelante.
Adolfo Álvarez. Sacerdote