LA FAMILIA, IGLESIA DOMESTICA, DON PARA LA SOCIEDAD.
En Papa San Juan Pablo II nos decía: “La Navidad no sólo es la fiesta de Dios que se hace hombre, es también la fiesta de la familia y de la vida. Nos nace un niño, se nos da un hijo”. En este Domingo, dentro de la Octava de Navidad que estamos celebrando, es la fiesta de la Sagrada Familia, en cuyo seno nació y creció el Hijo de Dios, que se hace hombre. Dirigimos nuestras miradas a la Sagrada Familia: Jesús, María y José, para que nuestras familias sean fieles a su vocación de servicio a la vida y al amor.
En el contexto de la Navidad, fiesta de gozo y de salvación, contemplamos a la Sagrada Familia de Nazaret, donde conviven Jesús, María y José, como un icono de la vida trinitaria, puesto que Dios es una familia de tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
La Sagrada Familia nos muestra que es posible construir un hogar, a pesar de las dificultades. Gracias a su amor entendido como un don de sí, a su entrega generosa y a su alegría, que nacen de la respuesta al proyecto de Dios, la Sagrada Familia es para todos un modelo de santidad y de gracia, de evangelización y de buena noticia, de acogida y de esperanza, de vida y de ilusión. Nuestras familias deben de tener en la Sagrada Familia la referencia de paz y de amor, de fe y de esperanza, de amor y de misericordia para todos nuestros hogares.
En los textos bíblicos de esta Fiesta se nos ponen delante de nosotros cómo han de ser las actitudes que marcan las relaciones de la familia que han de estar basadas en el amor, el respeto y la obediencia y también se nos recuerdan las virtudes que es necesario poner en práctica en las relaciones familiares, como son el perdón, la misericordia entrañable, la bondad…
Al celebrar esta fiesta y dentro de ella la Jornada de la Familia nos viene bien recordar que el significado cristiano de la Familia a quien el Concilio Vaticano II considera “la Iglesia doméstica”. En la familia, el amor se hace gratuidad, acogida, entrega. En la familia cada uno es reconocido, respetado y valorado por sí mimo, por el hecho de ser persona, de ser esposa, esposo, padre, madre, hijo o abuelo. El ser humano necesita una “morada” donde vivir. El hogar es para el hombre un espacio de libertad, la primera escuela de humanidad. En la convivencia familiar se aprende también a vivir en fraternidad y sociabilidad, para poder abrirse al mundo que nos rodea. Por eso la familia es la verdadera ecología humana, el hábitat natural. A este propósito en el numero 47 de la Gaudium et spes del Concilio Vaticano II se nos dice:
“El bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligado a una favorable situación de la comunidad conyugal y familiar. Por eso, los cristianos, junto con todos los que tienen en gran estima a esta comunidad, se alegran sinceramente de cuantos recursos favorecen en el hombre de hoy la actualización de esta comunidad de amor y el respeto a la vida, y de todo lo que ayuda a los esposos y padres en el cumplimiento de su misión excelsa; de ello esperan, además, los mejores resultados y están interesados en promoverlo” (GS 47).
El lema de la Jornada de este año dice: “Anunciar el Evangelio de la Familia hoy” Y ello en el marco del Año Familia Amoris Lætitia, convocado por el Papa Francisco, que nos lleva a contemplar con asombro que «la encarnación del Hijo de Dios abre un nuevo inicio en la historia universal del hombre y la mujer. Y este nuevo inicio tiene lugar en el seno de una familia, en Nazaret. Jesús nació en una familia».
El Mensaje de los Obispos españoles de la Comisión de Familia y Vida nos dice con motivo de esta Jornada:(cito algunos párrafos del Mensaje de este año con motivo de esta Jornada de la Familia)
“La celebración de esta Jornada, en el marco del Año Familia Amoris Lætitia, convocado por el papa Francisco, nos lleva a contemplar con asombro que… … la encarnación del Hijo de Dios abre un nuevo inicio en la historia universal del hombre y la mujer. Y este nuevo inicio tiene lugar en el seno de una familia, en Nazaret. Jesús nació en una familia. Él podía llegar de manera espectacular, o como un guerrero, un emperador… No, no: viene como un hijo de familia. Esto es importante: contemplar en el belén esta escena tan hermosa”
“Una sociedad en la que la familia pierde su significado y deja de ser de facto un pilar fundamental ,se debilita grandemente”
“Precisamente la profunda vivencia del misterio de la Navidad, que celebramos cada año, reanima nuestra esperanza. Desde este acontecimiento que supone un encuentro, las familias podrán «construir hogares sólidos y fecundos según el plan de Dios» (AL, n. 6), convirtiéndose a su vez en verdaderos testigos y anunciadores de dicho plan a otras familias. De hecho, «cada familia […] es siempre una luz, por más débil que sea, en medio de la oscuridad del mundo».
“Solo cuando las familias construyan sobre la roca del amor podrán hacer frente a las adversidades. No vale cualquier material de construcción ni cualquier cimiento. La roca sobre la que se debe cimentar la familia es Jesucristo, «no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos» (Hch 4, 12).
“Una vez más, invitamos a las familias a volver la mirada al Señor, ya que «tampoco el misterio de la familia cristiana puede entenderse plenamente si no es a la luz del infinito amor del Padre, que se manifestó en Cristo, que se entregó hasta el fin y vive entre nosotros» (AL, n. 59); así es como las familias aprenderán a tener una mirada «hecha de fe y de amor» (cf. AL, n. 29) que busca el encuentro personal con el amor de Jesús. Esto es lo que da comienzo a nuestro ser cristianos (cf. carta encíclica Deus caritas est, n. 1), lo que nos salva y «la primera motivación para evangelizar» (EG, n. 264).
“Hagamos que toda familia experimente que el Evangelio de la familia es alegría que «llena el corazón y la vida entera» (EG, n. 1).
“Las familias, como iglesias domésticas, también deben convertirse en discípulas misioneras de ese amor. Frecuentemente son quienes están mejor situadas para ofrecer este primer anuncio, apoyar, fortalecer y animar a otras familias. Así, se entiende su misión en este primer anuncio, que luego dará lugar a la acogida y al acompañamiento «a cada una y a todas las familias para que puedan descubrir la mejor manera de superar las dificultades que se encuentran en su camino»9 . Es más, todos los bautizados estamos llamados a ser discípulos misioneros. Y es que «cada bautizado es ‘cristóforo’, es decir, portador de Cristo»”
Hermanos y Amigos, no podemos perder de vista el sentido cristiano de la familia, pues fácilmente nos dejamos llevar del fenómeno de la descristianización que reina en nuestro mundo. Una familia cristiana trata de vivir una experiencia original en medio de la sociedad actual, indiferente y agnóstica: construir su hogar desde Jesús. «Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Es Jesús quien alienta, sostiene y orienta la vida sana de la familia cristiana.
En el plan amoroso de Dios, la familia constituye un pilar fundamental de nuestra vida y de nuestra convivencia. Según el plan de Dios, la familia consiste en la unión estable de un varón y una mujer, que se aman y se profesan amor para toda la vida. Unión santificada por la bendición de Dios en el sacramento del matrimonio, cuyo vínculo es fuente permanente de gracia y es irrompible, es decir indisoluble. Unión que por su propia naturaleza está abierta a la vida y desemboca generalmente, como don de Dios, en el nacimiento de nuevos hijos que completan el amor de los padres y constituyen como la corona de los padres.
Los creyentes hemos de tomar conciencia de la importancia de defender la familia, así nos recordaba como una tarea muy importante: “Defender y promover la familia y la vida es la tarea que se abre a nuestra Iglesia en el comienzo del siglo XXI como camino largo, pero cargado de esperanza en la construcción del futuro” (CEE, Instrucción Pastoral: La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad, n. 136).
Hermanos y amigos, en este día contemplemos la Familia de Nazaret, demos gracias a Dios por nuestras familias, y asumamos todos el compromiso de dar a conocer esta buena noticia, de evangelizar nuestro mundo con el Evangelio de la Familia y de la vida según el plan de Dios.
Pidamos a la Sagrada Familia para que nuestras familias sean como ella, una escuela de respeto, de convivencia, de humildad, de libertad y de amor incondicional.
Oremos por nuestras familias y las del mundo entero y así rezamos:
Oh, Dios, Padre bueno: María y José, escuchando tu voz, te ofrecieron sus vidas con un sí generoso, acogiendo a tu Verbo en el hogar de Nazaret. Ellos cuidaron a Jesús niño con ternura y rectitud, lo educaron en su adolescencia en la mansedumbre y la fortaleza, para amar a todos y perseverar ante la adversidad; por su intercesión y ejemplo, concede a nuestras familias escuchar la Palabra divina para permanecer enraizados en Cristo; educar a los hijos en la verdad y el bien para que sean discípulos misioneros; acompañar a los ancianos en el sufrimiento y el dolor, para que experimenten la caricia divina. Y que así, por medio del Espíritu Santo, seamos testigos del Evangelio de la vida, luz y esperanza de nuestra sociedad. Amén.
¡Feliz día de la Sagrada Familia!
Adolfo Álvarez. Sacerdote.