VIVIR Y TRANSMITIR LA EXPERIENCIA DE ENCUENTRO CON CRISTO
Con la Fiesta del Bautismo del Señor, el domingo pasado, culminábamos la celebración de Navidad-Epifanía y despegábamos hacia este tiempo ordinario poniéndonos en camino para conocer, a través del Evangelio, la vida pública de Jesús. Día tras día, domingo tras domingo –y hasta el momento en el que iniciemos la Santa Cuaresma- nos iremos acercando a la persona de Jesús como discípulos que le siguen, como amigos que le quieren y como adoradores que disfrutan estando con Dios. Hemos de disponernos a celebrar y vivir este tiempo ordinario con un principio fundamental para nuestra vida: la disponibilidad a seguir al Señor.
En este domingo se nos invita a seguir a Jesucristo, a identificarnos con Él y para ello es necesario que tengamos un encuentro personal con Él, se nos llama a tener experiencia de Él.
Dios sale al encuentro del hombre llamándolo a buscar y realizar su voluntad y así hacerle partícipe de su vida divina. Dios se revela al hombre, se nos revela a cada uno de nosotros, para que pueda descubrir la permanente llamada a la Salvación y así, caminando guiado por la fe y con la fuerza del Espíritu santo, pueda llegar al encuentro con el Señor.
En la Historia de la Salvación tenemos muchos ejemplos de amor y predilección por parte de Dios. Uno de ellos es Samuel, que aparece en la primera lectura de este domingo, donde nos encontramos con el misterio de la elección divina, de cómo Dios elige a quien quiere para ser instrumento suyo de salvación. Hoy también el Señor sale a nuestro encuentro llamándonos por nuestro nombre y para ello se vale de mediaciones, como fue mediación Elí para Samuel, y como lo será Juan Bautista para Andrés y Juan encontrarse con el Señor. Y es que la relación personal con Dios necesita mediaciones. Esto nos es muy necesario redescubrirlo hoy, en que muchos, quizá nosotros también, conciben la religión como una relación íntima y privada con Dios, en la que no entra nadie. Y así se dice “yo me confieso con Dios”. Pues bien la relación personal con Dios pasa por mediaciones.
Cada uno de nosotros somos llamados hoy a vivir esta misma experiencia que vivió Samuel, que tienen hoy los primeros Discípulos. Hemos de seguir el itinerario que siguieron ellos, pues se trata de tener una experiencia personal, no de oídas ni que nos han contado, una experiencia personal, que deje huella en nosotros, como dejó huellas en Samuel que exclama: <<Habla, que tu siervo escucha>>, como dejó huellas en Andrés y Juan que tan grabado les quedó aquel encuentro, que nunca se les olvidó la hora.
Juan Bautista es el intermediario, “fijándose en Jesús que pasaba, dice: <<Este es el Cordero de Dios>>” Las mediaciones son importantes para encontrarnos con el Señor, para escuchar su voz y seguir su voluntad. Así cada uno de nosotros también tenemos mediaciones, como un sacerdote, algún catequista, nuestros padres… Ahora bien no son suficientes, pues es necesaria por nuestra parte una búsqueda constante de la voluntad de Dios, un salir de nosotros mismos para propiciar el encuentro con el Señor. Y ello porque Dios sale al encuentro del hombre, pero también es necesario que el hombre salga al encuentro de Dios.
Esto es lo que sucede en aquellos dos primeros discípulos, al oír a Juan Bautista se ponen en camino y todo comienza con una pregunta, una pregunta que Jesús les hace a ellos y que hoy nos hace a cada uno de nosotros: <¿Qué buscáis?>
Hermanos y Amigos, cada uno de nosotros como seres humanos está en búsqueda: búsqueda de felicidad, búsqueda de amor, búsqueda de una vida buena y plena…Está en búsqueda. Por eso sentir hoy en nosotros esta pregunta de Jesús, dejarnos interpelar por ella, Por eso hemos de escuchar la pregunta. La relación personal con el Señor, la experiencia viva de Jesucristo necesita de la escucha. Necesitamos escuchar e intentar descubrir qué es lo que el Señor quiere decirnos en medio de las circunstancias concretas de nuestra vida, de lo que estamos viviendo. Para ello es imprescindible la oración, y la oración con la Palabra de Dios. Si queremos escuchar qué es lo que Dios quiere decirnos, lo tenemos que hacer conociendo su Palabra. Ved que compromiso más concreto: leer la Palabra de Dios, sobre todo los Evangelios, así como todo el Nuevo Testamento.
Y si no buscamos nada, que pudiera ser, y nos conformamos con “ir tirando” no es posible encontrarse con Jesús. Ahora bien, Lo importante no es buscar algo, es buscar a Alguien.
Y entonces desde el buscar, desde la escucha lo importante es decirle al Señor “¿Dónde vives?” Y gustar interiormente que Jesús nos dice: “Venid y lo veréis”. Y es que sólo un encuentro personal con Jesús genera un camino de fe y discipulado. Buscar a Jesús, encontrar a Jesús, seguir a Jesús, éste es camino que recorrieron estos dos discípulos y que hemos de recorrer nosotros.
Hermanos y Amigos, a la pregunta que los discípulos le hacen Jesús no les da una explicación para que lo puedan comprender, sino que quiere que lo vivan por su propia experiencia. Hoy Jesús también nos dice a nosotros: “Venid y lo veréis”; nos dice, acercaros a comprobarlo por vosotros mismos, a experimentarlo en vuestra propia vida. Es que la relación personal con Jesús no es principalmente cuestión de estudiarla, de oírla de otras personas, sino de experimentarla por uno mismo. Cuando uno tiene una experiencia singular, dice: “Esto no se puede expresar con palabras”; así es la experiencia de la relación personal con Jesús, sólo de esta mañera podemos hoy vivir nuestro ser cristiano. No podemos serlo de oídas o de libro porque entonces no somos capaces de afrontar las dificultades que hoy encontramos en el camino de la fe.
Y es que aquí amigos se nos llama a preguntarnos ¿Somos admiradores de Cristo o somos seguidores de Cristo?, pues hay mucha diferencia entre ser admiradores y ser seguidores. El seguidor es, o procura ser, lo que admira. El admirador, en cambio, no compromete su persona: admira, mira desde afuera y no se preocupa en ser como lo que admira.
El Evangelio nos presenta la fe y el seguimiento como inseparables, como las dos caras de la misma moneda. Por eso, una fe que no se traduce en vida, no vale nada, es aquello de si “la sal se vuelve sosa no vale más que para tirarla y que la pise la gente” (Mt 5).
Hermanos y Amigos, para seguir a Jesús hay que conocerle, hay que estar con Él. Hay que tener una experiencia personal de Él. Un encuentro que nos deje enamorados de Él, fascinados, que transforme nuestra vida y nos deje diciendo, lo que señalaba antes y que repito ahora: “Esto no se puede explicar con palabras”. Entonces el seguimiento de Cristo significará para cada uno de nosotros, como significó para los Discípulos, sobre todo, confiarse a Él para siempre. Significará comprometerse con Él sin garantías, y seguirle hacia lo nuevo. Significará salir de nosotros mismos para entrar en comunión de ideales, de principios y de vida con Él. Hoy más que nunca es necesaria esta experiencia, más que nunca hemos de ser cristianos desde esta experiencia de Cristo en nuestra vida.
Y esta experiencia es la que nos tiene que llevar a comunicar a los demás: “Hemos encontrado al Mesías” y hacer como Andrés que llevó a Pedro ante Jesús. Andrés se hace instrumento del Señor para Pedro, “lo llevó a Jesús”.
La relación personal con Jesús es para ser transmitida, no para guardarla en el interior. Las vivencias fuertes necesitan comunicarse, decirse, como hizo Andrés yendo a buscar a Pedro y contándoselo. Hemos de transmitir nuestra experiencia de fe, hemos de dar testimonio de lo que creemos. Nuestra fe no se puede conformar con una vivencia intimista, tiene que publicarse, que predicarse.
Nuestro testimonio de creyentes hoy más que nunca lo necesita nuestro mundo, lo necesita nuestro alrededor. Y cómo hacer, podemos preguntarnos.
Y yo diría que podemos hacerlo:- Acogiendo la vida día a día como regalo de Dios- Viviendo la alegría de sabernos perdonados, desde la experiencia de la misericordia de Dios- Contando con una luz nueva frente al mal. La fe en Cristo, la comunión con el Crucificado permite vivir el sufrimiento sin autodestruirnos ni desesperarnos.- En este momento difícil que estamos viviendo por la pandemia, ser testigos y transmisores de esperanza, ayudando a vencer el miedo y a confiar plenamente en el Señor
Los primeros cristianos vivían con una idea muy clara para ellos: Ser cristiano es <<revestirse de Cristo>>, reproducir en nosotros su vida.
Hermanos y Amigos, que el Espíritu Santo nos ayude a que esto suceda en nuestras vidas. Que podamos decir que lo mejor que nos ha pasado en nuestra vida es haber conocido a Cristo. Que ésto es lo que da sentido a todo lo demás en nuestra vida. Y que estemos dispuestos, cada día, cada momento, en toda circunstancia dispuestos como Samuel a escuchar con humildad, “habla, Señor que tu siervo escucha” y como los discípulos a seguir al Señor, el Cordero de Dios, aceptando la invitación de entrar a su casa para quedarnos con Él y en Él y diciéndole: “aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Y que así, con la fuerza del Espíritu del Señor, comuniquemos a los demás la alegría de la Salvación.
¡Adelante! ¡Merece la pena!
Adolfo Álvarez. Sacerdote