DIOS NOS OFRECE LA SALVACION A TODOS, DE NUESTRA PARTE LA FE
Continuamos avanzando en la Escuela del Señor a través del Evangelista San Mateo. Seguimos conociendo más al Señor, para más amarle y mejor seguirle.
Las celebraciones litúrgicas nos hacen celebrar y actualizan para nosotros la salvación: actualizan a lo largo del tiempo y del espacio la historia salvífica proyectada por Dios y realizada en Cristo. Cada domingo, Pascua semanal, de actualiza para nosotros el Misterio Pascual, la Muerte y Resurrección de Cristo, centro fundamental de nuestra fe. ¡Que importante la celebración del Domingo! .
Es de vital importancia el Tiempo Ordinario, en el que estamos, vivido domingo tras domingo tiene una personalidad propia y un valor litúrgico importante: la relación que existe entre el Misterio de Cristo y la vida de la Iglesia. Este Tiempo permite a la Iglesia, nos permite a cada uno de nosotros, ir asimilando, profundizando, el Misterio Pascual.
En la Palabra de Dios de este Domingo, Domingo 20º del Tiempo Ordinario, descubrimos claramente que Dios llama a todos los hombres a la Salvación, que Cristo ha venido para todos los hombres, sean de la nación que sean; basta, como la mujer cananea que nos presenta el Evangelio, que encuentre fe en ellos. Esta universalidad del designio salvífico de Dios en Cristo, constituye la razón más profunda de la Iglesia y debe constituir una inquietud permanente para nosotros, para cada uno de nosotros creyentes, que por pura gracia de amor de Dios, por puro Don, estamos injertados en el Misterio de Cristo y de la Iglesia.
Dios, que ha llamado a la existencia a toda criatura humana, nos quiere con amor entrañable y nos propone y ofrece a todos su proyecto de importancia para vivir nuestro ser cristiano. salvación y de felicidad. La Salvación de Dios es para todos, ahora no de una manera automática sino necesitamos acoger esta Salvación, necesitamos corresponder con nuestra confianza plena en Dios, es decir hemos de corresponder viviendo en la fe.
Y esta fe es la que esta presente en la mujer cananea que nos presenta el Evangelio de hoy, una mujer extranjera a los ojos de los judíos, pero una mujer que acoje la Salvación de Dios y que corresponde con una gran fe. Esta mujer sale al encuentro de Jesús para interceder por su hija gravemente enferma. Sale a gritos, sale sobre todo con una gran fe en el poder de Jesús y por ello le suplica: “Ten compasión de mi ,Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo”.
Jesús parece no atender, parece no interesarle su problema, pero es una manera, una táctica, para Jesús atender su petición y para ensalzar la fe de la mujer y hacernos ver la universalidad de la Salvación. Así le dice a la mujer: “Mujer, que grande es tu fe que se cumpla lo que deseas” .
Esta mujer no pertenece al Pueblo de Israel, es extranjera, y Jesús muestra cómo la Salvación de Dios es para todos y es necesario acoger esta Salvación con fe y por esto Jesús la pone de relieve a esta mujer frente a la incredulidad mayoritaria de aquellos del pueblo de Israel que están rodeándole y pensando que la salvación era solo para unos pocos.
Además la cananea es un modelo de oración sin desfallecer. Una lección más que hoy se nos da. Es la oración de esta mujer una oración humilde y confiada, basada en la fe en un Dios universal. Y además es una oración de intercesión, ella pide para su hija, no para ella. Es una oración desde el reconocimiento del Señor como Señor y desde la confianza en el poder salvador de Cristo.
La lección que esta escena de suplica de esta mujer cananea nos da es que la oración constante fortalece nuestra fe y la fe nos lleva a no cejar en nuestra oración. Por ello hemos de aprender a pedir a Dios, no de manera superficial y eficaz al instante, sino probando sin desfallecer nuestra fe en el poder de Dios que vence el mal que nos rodea.
Hermanos y Amigos necesitamos todos un poco del corazón de la cananea. Un corazón que contemple la presencia de Jesús. De ir descubriendo, gustando, yo diría también saboreando, que en la Palabra que escuchamos y meditamos y en el Pan de vida que comemos podemos alcanzar y alcanzamos la salud espiritual y material para nuestro existir, para nuestro vivir.
En cierta ocasión un espeleólogo descendió a unas cavernas con sus alumnos. Uno admirado por las diversas formas de las rocas, preguntó: ¿Cómo es posible esta belleza? Y el espeleólogo le contestó: sólo el paso de los años y la suave persistencia del agua han hecho posible este milagro.
Hermanos y amigos, constancia, hábito, petición, acción de gracias, súplica, confianza es el agua con la que vamos golpeando, no a Dios, sino a nuestro interior para moldearlo y darle la forma que Dios quiera, cuando quiera y como quiera.
¡Que grande es tu fe; que se cumpla lo que deseas! Esta alabanza de Jesús a la mujer si nos encontrásemos cada uno de nosotros cara a cara con El ¿podría decirnoslaa cada uno? ¿Cómo nos acercamos nosotros a Jesús? ¿Le reconocemos como el Salvador, como el Señor de nuestra vida y nuestra historia? ¿Nos postramos ante Él en adoración verdadera o sólo le pedimos cosas?
Acoger al Señor exige de nosotros una respuesta al amor entrañable de Dios, hecha de fidelidad, de confianza, hecha de fe.
Y experimentar la Salvación nos tiene que mover a anunciar esta Salvación a todos y esta misión que el Señor nos confía hemos de llevarla a cabo desde el poner todos los medios para vivir con coherencia nuestra fe mediante el ejercicio de la caridad, de la preocupación por los demás. El deber de los que tratamos de vivir unidos a Cristo es acercar a los que puedan “estar lejos” para que todos lleguemos al conocimiento de la Verdad y por medio de Cristo participemos plenamente de la Vida Eterna a la que Dios nos invita.
Que el espíritu Santo venga en nuestra ayuda.
Adolfo Álvarez. Sacerdote.