GLORIA AL PADRE POR EL HIJO EN EL ESPIRITU SANTO. ¡UN MISTERIO DE AMOR!
Después de haber culminado las Fiestas Pascuales con la Solemnidad de Pentecostés vamos a celebrar ahora tres Solemnidades que prolongan la alegría de la Pascua y nos hacen balbucear en el Amor inmenso de Dios para con nosotros: La Santísima Trinidad, el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo y el Sagrado Corazón de Jesús.
Hoy, en este domingo, somos convocados a celebrar la Santísima Trinidad: Contemplar el rostro de Dios que se nos ha revelado. Contemplar a un Dios que es el principio y el fundamento de todas las cosas, que las llama a la existencia y las quiere llevar a la plenitud.
Este domingo, con esta Solemnidad, es como una invitación que Dios nos hace cada año a meditar su misterio de vida y amor. Y esta meditación nos lleva a profundizar en la identidad del Dios de nuestra fe y sacar las consecuencias que inciden en nuestra vida. Es un día de Celebración que hemos de dedicarlo a las tres Divinas personas glorificándolas conjuntamente, ya que ellas son las protagonistas de nuestro existir, de nuestra redención y nuestra santificación:
• Dios-Padre que nos ha hecho sus hijos en Cristo, por medio del cual nos ha salvado.
• Dios-Hijo, que se ha hecho Hombre por nuestra Salvación y que por su amor a nosotros nos envía el Espíritu Santo
• Dios-Espíritu que nos anima y nos impulsa a vivir la comunión entre todos los hombres.
Dios Padre nos quiere tanto que nos envía a su Hijo, palabra del Padre, que nos indica el camino de la salvación, y también al Espíritu Santo, fuerza y presencia que nos comunica el significado de la revelación. Las lecturas litúrgicas de esta Solemnidad nos presentan un retrato vivo del Dios Uno y Trino, no a partir de definiciones filosófico-teológicas sino de sus situaciones tal como se nos describen en la Biblia. Las tres lecturas nos describen, a la manera humana, esta identidad del Dios Trinitario:
Dios se autodescribe, así lo escucha Moisés, como “Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad”. San Pablo nos habla del “Dios del amor y de la paz” y asume la identidad trinitaria en su saludo: “Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros” Y en el Evangelio de este día San Juan, concluyendo el diálogo con Nicodemo, Jesús dice claramente que “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna”
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que “es el misterio central de la fe y de la vida cristiana” (nº 234), es un misterio que no sólo hemos de creer, sino que este misterio es el que da sentido a nuestra fe y a nuestra vida de creyentes, a todo lo que pensamos, decimos y hacemos como cristianos. Aquí está la base de todo cuanto creemos, el alma de toda nuestra vida y la razón de toda nuestra esperanza. Es el quicio y el eje en torno al cual gira constantemente nuestra vida de creyentes.
Hemos sido creados para entrar en este fuego de amor, que es la Santísima Trinidad, y tomar parte de aquel <<tú>> que el Padre pronuncia sobre su Hijo, en el cual hemos sido hechos hijos por la fe.
Creer en la Trinidad no significa resolver un problema teológico sino vivir la relación de amor que hay entre nosotros y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo:- Vivimos ante el Padre, sabiéndonos hijos, y sabiendo que de Él venimos y hacia Él vamos.- Vivimos unidos a nuestro Hermano mayor y Salvador, Jesucristo- Vivimos inundados del Espíritu, el gran don que ha sido derramado en nuestros corazones por el Padre y el Hijo.
Y esto ¿qué consecuencias tiene para nuestra vida de fe, una vida espiritual cristiana?
Pues podemos decir dos consecuencias muy importantes, aunque tal vez podría haber más:
-Si Dios es un Dios de Amor, y el amor es siempre necesariamente comunión con alguien que esta fuera de nosotros, nuestra vida está llamada a reflejar este amor, está llamada a ser transparencia del amor y la misericordia de Dios, promoviendo la acogida, el perdón, reflejando así la verdadera huella De Dios.
-Si Dios es Comunión de vida y amor, hemos de estrechar los lazos de convivencia fraterna en nuestras familias y comunidades- Estamos llamados a vivir en comunión. La vida de cada una de nuestras Comunidades Cristianas debería ser un reflejo de la Comunidad de vida de la Santísima Trinidad.
Por esto, hermanos y amigos, al Celebrar esta Solemnidad hoy se nos renueva la misión de vivir la comunión con Dios y vivir la comunión entre nosotros según el modelo de la comunión divina.
A este Misterio alabamos, Gloria al Padre, gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo, y en la Oración nos dirigimos a Dios Padre por medio del Hijo en el Espíritu Santo. Es muy importante cultivar esta alabanza y cultivar esta actitud orante y contemplativa para introducirnos en el Misterio de Dios.
En esta Solemnidad tenemos muy presente la Celebración del “Día pro Orantibus”, es decir, el “Día de la Vida contemplativa”, que este año tiene como lema: “CON MARIA EN EL CORAZON DE LA IGLESIA”. Hombres y mujeres que desde el silencio del claustro viven entregados a la Oración y la Alabanza a favor de toda la Iglesia, a favor de toda la humanidad. Y que desde cada una de sus Comunidades quieren ser reflejo del Misterio de la Santísima Trinidad, viviendo quienes forman cada una de ellas en estrecha Comunión. Nuestra Diócesis cuenta con nueve Comunidades de Vida contemplativa: Agustinas Recoletas en Oviedo y Gijón, Benedictinas en Oviedo, Clarisas en Villaviciosa, Carmelitas Descalzas en Oviedo y Gijón, Dominicas en Cangas de Narcea, Pasionistas en Oviedo y Salesas en Oviedo
Hermanos y Amigos, demos gracias a Dios por toda su Obra de Amor y alabemos al Padre, por el Hijo con el Espíritu Santo y que todo el obrar de nuestra vida sea a Gloria de la Santa Trinidad.
Adolfo Álvarez. Sacerdote