LA FAMILIA, ESCUELA PARA VIVIR LA LLAMADA A LA SANTIDAD
El Papa San Juan Pablo II nos decía: “La Navidad no sólo es la fiesta de Dios que se hace hombre, es también la fiesta de la familia y de la vida. Nos nace un niño, se nos da un hijo”. En este Domingo, dentro de la Octava de Navidad que estamos celebrando, es la fiesta de la Sagrada Familia, en cuyo seno nació y creció el Hijo de Dios, que se hace hombre. Dirigimos nuestras miradas a la Sagrada Familia: Jesús, María y José, para que nuestras familias sean fieles a su vocación de servicio a la vida y al amor.
En el contexto de la Navidad, fiesta de gozo y de salvación, dentro de la Octava de Navidad, contemplamos a la Sagrada Familia de Nazaret, donde conviven Jesús, María y José, como un icono de la vida trinitaria, puesto que Dios es una familia de tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
La Sagrada Familia es una gran catequesis y se convierte en un buen modelo para saber por dónde tenemos que ir y de dónde tenemos que regresar. En Belén descubrimos que el amor es lo más importante.
Frente a lo que pudiéramos imaginar, nos encontramos con una familia pobre y llena de contratiempos. María tuvo que dar a luz en un establo, por ejemplo, y al poco tiempo toda la familia ha de huir a Egipto por temor a que Herodes asesinara a su Hijo. Y es de suponer, –como ocurre hoy en día a tantos extranjeros pobres–, que la Sagrada Familia experimentara el rechazo y la soledad. Fue una familia con problemas y dificultades, pero pese a la pobreza, las dificultades e incertidumbres, mantienen su fe en Dios, saben descubrir y colaborar con el plan divino. Es la oración, la obediencia a Dios, el mutuo amor lo que les mantiene unidos y lo que cohesiona sus vidas frente a las dificultades y sufrimientos. Será la ternura, el amor y la presencia de Dios en sus vidas lo que dé la categoría a esta familia, no la riqueza ni la ausencia de dificultades por las que hoy pelean tantas familias. Dios es su centro. Esta base familiar de la Sagrada Familia es tan válida ayer como hoy, su ejemplo es todo un programa de vida y una invitación a reflexionar sobre nuestra relación familiar.
La Sagrada Familia nos muestra que es posible construir un hogar, a pesar de las dificultades. Gracias a su amor entendido como un don de sí, a su entrega generosa y a su alegría, que nacen de la respuesta al proyecto de Dios, la Sagrada Familia es para todos un modelo de santidad y de gracia, de evangelización y de buena noticia, de acogida y de esperanza, de vida y de ilusión. Nuestras familias deben de tener en la Sagrada Familia la referencia de paz y de amor, de fe y de esperanza, de amor y de misericordia para todos nuestros hogares. Muchos son también los que intentan vivir la vida familiar al margen de Dios y sin Dios es imposible soportar tantos sacrificios diarios. La familia es la célula primera y fundamental que permite el equilibrio y felicidad de toda persona. Se quiera o no, sigue siendo el pilar más importante de la sociedad y de la Iglesia.
En los textos bíblicos de esta Fiesta se nos ponen delante de nosotros cómo han de ser las actitudes que marcan las relaciones de la familia que han de estar basadas en el amor, el respeto y la obediencia y también se nos recuerdan las virtudes que es necesario poner en práctica en las relaciones familiares, como son el perdón, la misericordia entrañable, la bondad…
La familia es como un edificio, no construido de una vez, sino edificio que hay que construir a lo largo de toda la vida, día tras día y ladrillo tras ladrillo. La familia se construye con la colaboración de todos los miembros desde el más pequeño al mayor. De la misma manera que en la construcción de un edificio intervienen personas dispares con funciones distintas y nadie realiza los trabajos que no le corresponden, de la misma manera cada miembro familiar debe ocupar su papel; es decir, no pueden ser los caprichos o veleidades de un hijo los que prevalezcan, ni los abusos del padre, por ejemplo, la brújula que marque la vida familiar, sino el bien común. Como en la construcción de un edificio, la familia requiere sacrificio, esfuerzo, ilusión con el deseo de buscar unos y otros la felicidad mutua. Y como todo edificio bien construido, la familia necesita una roca firme sobre la que pueda mantenerse aferrados frente a tantas envestidas como diariamente encuentra. Sin Dios, fallan todos los cimientos humanos.
En este año el Lema de esta Fiesta de la Sagrada Familia, en esta Jornada de la Familia, el lema es: “La familia, escuela y camino de santidad” A este propósito en el Mensaje de los Obispos españoles para esta Jornada se nos dice: “El horizonte del matrimonio y de la familia es la totalidad del amor de Cristo, y por eso se puede decir que el matrimonio y la familia están llamados en Cristo a la santidad.” “La misión de la familia es, pues, una misión a la santidad y una llamada a amarnos en la radicalidad y totalidad del amor de Cristo a su Iglesia”
En la familia se aprende, –desde la experiencia–, el amor, el perdón, la confianza, la acogida, el compartir, la aceptación y el diálogo, valores fundamentales para toda persona, y es la cuna donde suele descubrirse por primera vez el amor de Dios. La familia es escuela de los valores fundamentales. En la vida de la persona la figura del padre y la madre, son insustituibles, nunca los padres deben claudicar de lo que son, ni diluirse en ser los mejores amigos de sus hijos. La figura del amigo es muy importante en la vida de cada uno de nosotros y hay que cultivar la amistad, pero la figura del padre y de la madre no pueden ser cambiables. La familia tiene que ser amada, protegida y sostenida. No se puede abandonar el designio originario de la familia unida para siempre.
La Sagrada Familia nos enseñan a no tirar la toalla ante la primera dificultad que aparezca, que hay dos palabras que tenemos que en el matrimonio y la familia aprender a utilizar: las palabras perdón y gracias.
Como cristianos es hoy, fiesta de la Sagrada Familia, un buen día para preguntarnos si nuestras familias viven en el amor mutuo que Cristo nos ha enseñado y en la confianza de que pase lo que pase, Dios Padre siempre está con nosotros. ¿Qué diría la Sagrada Familia de cada una de nuestras familias? ¿Qué ven los demás en nuestras familias cristianas? ¿Cómo debiéramos vivir?
A toda la Iglesia, a cada uno de nosotros, a cada una de nuestras familias, nos alienta en este día la Sagrada Familia de Nazaret a ser testigos del amor de Dios, a descubrir la gracia de ser cristianos y a mostrar el tesoro de la familia cristiana como sacramento del amor que la humanidad espera ver hecho carne en personas concretas que viven y testimonian la alegría del Evangelio, alegría vivida en el amor y en el amor en la familia.
Encomendemos hoy a nuestras familias a la Sagrada Familia. Pidamos por las familias que sufren, por rupturas, por enfermedad en alguno de sus miembros, por no tener lo suficiente para vivir…y pidamos con el Papa Francisco: Que cada familia sea acogedora morada de Dios. Pidamos con esta Oración
Jesús, María y José
en vosotros contemplamos
el esplendor del amor verdadero,
a vosotros nos dirigimos con confianza.
Sagrada Familia de Nazaret
haz que también nuestras familias
sean lugares de comunión y cenáculos de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
Sagrada Familia de Nazaret,
que nunca más en las familias se vivan experiencias
de violencia, cerrazón y división:
que todo el que haya sido herido o escandalizado
conozca pronto el consuelo y la sanación.
Jesús, María y José,
escuchad y atended nuestra súplica, Amén
María, José y Jesús, ayudadnos
El Señor bendiga a todas las Familias. ¡Feliz día de la Sagrada Familia!
Adolfo Álvarez. Sacerdote