LA SALVACION, DON DE DIOS CON NUESTRA COLABORACION
Seguimos a través del Evangelista San Lucas en la Escuela del Señor y continuamos avanzando en el Camino hacia Jerusalén. Y la Liturgia de Domingo nos hace, antes que nada, pedirle al Señor que se nos conceda permanecer firmes en la verdadera alegría, en medio de los avatares del mundo, en medio de los avatares de cada día. Y nuestra alegría es Cristo que nos ha devuelto la amistad con Dios por medio de su muerte y resurrección y que nos ha descubierto nuestra condición de hijos de Dios y el inmenso amor que Dios nos tiene. Conviene aquí recordar las palabras del Papa Francisco en la Exhortación Apostólica “Evangelii gaudium”, la alegría del Evangelio: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”. “Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.
El domingo pasado Jesús nos hablaba de las exigencias que conlleva seguirle. Pues bien ante aquellas exigencias le plantean a Jesús una pregunta. <<Señor ¿son pocos los que se salvan?>>.
Jesús no responde directamente a la pregunta, sino que nos dice cual es el camino para la salvación, y por eso Jesús responde: <<Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán…>>
Dios quiere que todos nos salvemos, todos, pero hace falta nuestra respuesta libre a este Don de salvación que se nos hace. Esto, podríamos decir, es como un profesor que, en principio, quisiera que todos los alumnos aprobasen, pero los alumnos tienen que hacer su trabajo para poder aprobar.
Por ello tenemos que poner de nuestra parte y tenemos que preguntarnos ¿Qué actitudes hay en mi vida que me lleven a la salvación? , pues Jesús nos dice que no basta con decir <<Señor, Señor>> sino que tenemos que cumplir la voluntad de Dios en toda circunstancia, es decir hemos de querer en cada momento corresponder al amor y la gracia de Dios con nuestra manera de vivir, con nuestras palabras y obras.
La salvación no es el resultado de los esfuerzos que yo he hecho para salir de una situación, la salvación alude a que alguien te tiene que sacar de una situación de la que tú no puedes salir por ti mismo, pero en la tú tienes que colaborar, porque no te pueden salvar sin ti.
El Papa Francisco en la Exhortación Apostólica sobre la llamada la Santidad, “Gaudete et exultate” en el segundo capítulo nos advierte de caminos falsos a la santidad, es decir a la salvación y que hoy tenemos, seguimos teniendo, peligro de seguir:- El gnosticismo, que defiende la salvación por medio del conocimiento, un conocimiento más elevado y profundo de Dios nos da la salvación. – El pelagianismo, que dice que uno se salva porque todo el bien que yo hago se lo presento a Dios para que me dé la salvación, que me gané a pulso.
También podemos mencionar el Protestantismo donde se afirma que uno no puede hacer nada por salvarse, que Dios salva gratuitamente; que no vale para nada ningún esfuerzo personal, porque el ser humano está corrompido por el pecado original. Lo único que nos sala es la fe, por lo que “peca fuerte y cree más “
Hermanos y amigos nosotros creemos que Dios es quien salva gratuitamente, por medio de Jesucristo nos salva, pero hemos de colaborar nosotros. Tenemos que acoger la Salvación que nos ofrece viviendo en el amor a Dios y al prójimo. Es decir la Salvación es Don de Dios pero no podemos quedarnos de brazos cruzados. San Agustín nos dirá a este respecto: “Ni la gracia de Dios sin ti, ni tú sin la gracia de Dios”.
Solo Dios puede salvar y realizar la salvación destruyendo el pecado del mundo. Y esta fue la misión de Cristo que realizó mediante su muerte en la Cruz. La Salvación es el regalo misericordioso, y siempre inmerecido por nuestra parte, que Dios nos hace.
Pero hemos de acoger este regalo y lo acogemos pasando por la puerta estrecha de la fe en Jesús, poniéndonos en sus manos, viviendo sus actitudes de amor a Dios y amor al prójimo y dando testimonio de Él ante los demás con nuestras obras y palabras. No podemos vivir como si Dios no existiese y querer la salvación. La novedad de un cristiano estriba en que precisamente, una vez descubierto a Jesús, nuestra Alegría, nuestro Tesoro, es urgido y empujado a sembrar siempre el bien arrastrado e interpelado por presencia de Dios en su vida (no movido por meros fines sociales) .
Que con la ayuda del Espíritu vayamos poniendo a Dios en el centro de todo lo que hacemos, decimos, pensamos y construimos y vivamos siendo testigos de Jesucristo como Señor de todo y experimentemos el Don de la Salvación mostrándole a Él como nuestro Único Salvador.
Adolfo Álvarez. Sacerdote